Leonardo Lerena, escritor local
"No hay otro Macondo además del que tendremos que ir creando -piedra por piedra- a partir de hoy. Acaso esa es nuestra única utopía, porque cuando leo a Gabriel García Márquez caigo en la cuenta de que ser un escritor así -ser una obra así- ser tan pedazo de Hombre, parece algo imposible.
Gracias, Gabo, por enseñarnos lo imposible, por enseñarme a leer! Y sí, ahora yo también creo que este jueves es Santo..."
Fabián Galdi, escritor y periodista de Los Andes
García Márquez creó un espacio en el cual convivieron raciocinio y desmesura mutuamente influidos. Allí hubo lugar para que las musas bajasen y se sintieran a sus anchas. Una marcada vocación onírica sobrevoló sus creaciones. Macondo no existe en los mapas pero cuando Gabo ofició de anfitrión para invitar, el lector ya comenzó a preparar la valija. Cien años de soledad, un siglo de acompañamiento.
Eliana Abdala, escritora mendocina autora de "La fuerza de los Monterrey"
"Hablar de García Márquez es pensar en un mundo hecho de palabras que plantea una manera extraña de presentarnos el mundo. Lo maravilloso de García Márquez es su técnica narrativa que puede presentarnos una historia desde muchos puntos de vista. Rompió para siempre con la narrativa cronológica. Para mí, su obra máxima es "Crónica de una muerte anunciada" porque la historia está presentada en forma de rayos que concentran todos en un punto cuyo final sabemos. Magistral. Influyó en mi escritura porque uso, aunque no en forma permanente, esa forma de narrar no cronológica, sino con historias que van y vienen. Especialmente me dejé influir en mi novela "Julio, la patria eterna." Siempre fue un placer para mí leer su obra. Fue un antes y un después en la narrativa latinoamericana."
Gabriel Dalla Torre, autor de "Soy lo que quieras llamarme"
"Todo lector adolescente se iniciaba –también- con García Márquez, con la historia de la chica muerta cuyo cabello siguió creciendo o la crónica de una muerte anunciada y el desafío de los cien años de soledad, lecturas en voz alta, en la soledad del cuarto propio; para un chico argentino (excluyendo quizás ciertas zonas del norte) no había gran familiaridad física con el ambiente mágico centroamericano de GGM; cuando ese chico dejó de serlo, y pasó por Cortázar y Bioy y Onetti y las otras mostras, GGM se volvía algo monstruosamente popular y ordinario. Y así, devorado por una especie de hype loopeado que trascendió lo literario, Gabriel perdió su voz y no pudo ofrecernos más historias-libros decentes, más que ese de unas putas tristes que mejor olvidar y dejar de editar. ¿Es como todo artista (como toda banda, como todo rock n’ roll) que pasada cierta edad su obra se diluye en repeticiones? ¿O fuimos nosotros –ya fuera de nuestros cuartos- los que nos fuimos diluyendo? Ahora que no está vamos a dedicarnos a esperar la serie “Cien años de soledad” que HBO nos estaría adeudando."
Carla Luna, escritora mendocina
"Macondo fue el pueblo de los sueños para muchos de los que amamos volar en el relato de Gabriel García Márquez. Los Buendía, Fermina Daza y Florentino Ariza, entre otros muchos personajes magníficos que tomaron vida desde la pluma del gran maestro del Realismo Mágico nos llenaron de ilusión y nos acercaron una literatura humanizada y espontánea tan propia de su personalidad. Por eso, no fue extraño, el día de su cumpleaños, cuando dijo: "El secreto para una buena vejez es haber hecho toda la vida sólo lo que me da la gana". Su humanidad se revela en cada una de sus obras que mantendrá vivo por siempre a este Gran maestro de la Novela Hispanoamericana."
Leo Dolengiewich, escritor local
"Se nos fue García Márquez. Pero se nos queda en la retina y en la imaginación todo lo leído de su obra. Porque si hay algo que genera la lectura de García Márquez en quienes lo leemos es la profusión de imágenes llenas de colores, repletas de vida. Y hasta sensaciones físicas: nos hace transpirar con el personaje acalorado y nos hace sentir el gusto de la cal que come Rebeca de las paredes. Quién de los que lo ha leído no vio los veintidós metros de pelo color cobre, quién no sintió en sus tripas el hambre del coronel y de su esposa.
Pero si hay algo que me fascinó de muchos de sus libros (sobre todo de sus novelas) es el manejo que tiene del tiempo: las idas y vueltas en las que narra mil momentos distintos simultáneamente y en las que, lejos de confundir al lector, lo cautiva demostrándole la no-linealidad del tiempo. Y en este irse quedándose en nosotros, lo hace una vez más. Brindo, entonces, por su vida, por su obra y por el placer que da leer cada uno de los libros de este autor imprescindible."