Era la cita esperada. La que todos soñaban desde que empezó a caminar en la Copa Libertadores de este año. Y El Tomba lo hizo. Marcó otro punto alto en la rica historia del club metiéndose a los octavos de final del certamen continental más importante a nivel de clubes.
Hazaña. Una más de una institución que comenzó a derrumbar toda clase de mitos y prejuicios hace casi una década y ya se instaló de lleno entre las más importantes de nuestro país: ya peleó un par de títulos nacionales hasta las últimas fechas, y ahora, en su tercera participación copera, se metió entre los mejores 16 equipos.
Las ediciones anteriores habían sido experimentales y las ilusiones mayores se quedaron en la primera fase, pero ahora la historia era diferente y el Expreso estaba ante una oportunidad inigualable de seguir escribiendo capítulos de lujo. De esos que se guardarán para toda la vida en cada rincón del Gambarte y la bodega. Mucho se habló del partido, que servía el punto, que el empate cerraba por todos lados.
Estaba claro que era así. Pero el elenco mendocino se olvidó de eso en el arranque y salió como si necesitara imperiosamente la victoria, sabiendo que tampoco podía descuidarse ante un rival muy peligroso que aprovecha cualquier error o distracción para lastimar.
Presión alta y buen manejo con dinámica marcó el libreto tombino, y de esa forma encontró los caminos para poner a la visita muy incómoda en todo momento. Hacer daño por los costados y sacar ventaja ante la lentitud de los centrales (Alcaraz y Román) era un negocio rentable.
De ahí generó las ocasiones como para ponerse arriba y encontrar tranquilidad. Todo pasó por lo que podía imaginar y plasmar Giménez con su zurda, las proyecciones de los laterales, la velocidad de González y la capacidad de desmarque y goleadora de Correa. Con espacios Godoy Cruz supo mandar, aunque le faltó el toque final. Y lo que no haces en el arco contrario, se sufre en el propio… Y el viejo refrán se se hizo realidad, porque Libertad, sin hacer absolutamente nada, sacó provecho de un quedo defensivo y Santacruz hizo silenciar al Malvinas. Un cachetazo que golpeó duro, porque a partir de ahí el equipo perdió el orden y el equilibrio que había evidenciado. Se desnudaron las falencias del medio hacia atrás y el conjunto paraguayo no sacó más diferencia sólo porque existe Rodrigo Rey.
La mano no venía bien, hasta que González encontró un rebote en el área y sin egoísmo le sirvió el empate a Garro. Delirio y volver a empezar.
La llave estaba en no dejar crecer a la visita, ser inteligente en administrar el balón y los minutos, y ser punzante cuando Libertad entrara en la desesperación por conseguir la segunda conquista. Con el pasar de los minutos todo se hizo más dramático, con la cabeza en subir ese escalón a la gloria.
Con uñas y dientes (y con casi nada de combustible) defendió el empate ante Libertad que atacaba con poca claridad pero con mucha gente y el sueño se agigantó a más no poder. La tapada final de Rey lo hizo más dramático. Historia pura.