Las ilusiones de llegar a jugar contra Boca y River en Primera llegaron hasta el estadio Olímpico de Córdoba. Hace exactamente 17 años, un miércoles 30 de mayo de 2001, San Martín cayó (3-1) frente a Instituto y cerró otra campaña brillante bajo la dirección técnica de Alfredo Víctor Riggio.
En el incipiente tercer milenio, el León se había convertido ni más ni menos que en el embajador del fútbol mendocino en la segunda categoría a nivel nacional.
En el encuentro de ida, jugado en el Este, el Chacarero se había impuesto por 1 a 0 con un agónico tanto del Chaqueño Juan Carlos Bermegui. Por eso, viajó a Córdoba con toda la ilusión de sacar un buen resultado (ganar o empatar) que le permitiera sacar boleto para enfrentar a Nueva Chicago en la final del Reducido por el segundo ascenso.
Más allá de la derrota, los jugadores del León se brindaron por enteros y, como dijo el Negro Morán post partido, cayeron “como grandes”.
El recorrido de San Martín en ese campeonato fue superlativo. Durante la etapa clasificatoria tuvo momentos de alto vuelo futbolístico; como las goleadas frente a Cipolletti y Godoy Cruz, ambas por 4 a 1, o aquel recordado 4-2 a Villa Mitre en Lavalle y Ruta 7.
También ganó otros duelos importantes como ante los dos elencos tucumanos (Atlético y San Martín, ambos de visitante), a San Martín en San Juan y en el Este y a Gimnasia y Esgrima de Entre Ríos para asegurar la clasificación al Reducido por el segundo ascenso a Primera división.
Pese a caer en Vicente López en el duelo de ida, la primera prueba fue superada. En San Martín, el León mostró sus garras y cuando derrotaba 1-0 al Calamar sucedió un hecho insólito (ver aparte) que lo terminó favoreciendo.
En la ronda siguiente se midió ante uno de los equipos bravos que tenía la categoría: Brown de Arrecifes. En la ida fue 1-1 con el tanto de Bermegui.
La vuelta fue un parto: el León perdía 2-0 a falta de 10’ y se quedaba afuera, pero apareció Félix Morán y, en una ráfaga furiosa, el Negro se vistió de superhéroe y puso el 2-2.
El que abandona, se embroma
Era un partido normal. San Martín le ganaba a Platense 1 a 0 luego de los primeros 45’ y se estaba clasificando para la segunda fase del Reducido, ya que sacaba provecho de la ventaja deportiva que le otorgó el tener un mejor coeficiente que su rival, que a pesar de haberlo vencido en Vicente López por 1 a 0, se quedaba afuera.
Ni el más soñador de los soñadores hubiera pensado que todo quedaría ahí. ¿Por qué? Es que como el árbitro Hugo Cordero se desgarró y no podía seguir jugando, los dirigentes de Platense decidieron retirar al equipo. No aceptaron ninguna de las tres proposiciones (a pesar de que el reglamento las contempla) para tratar de suplir la ausencia del cuarto árbitro, que no se utilizaba por aquel entonces en esas instancias.
1) Que el partido siguiera con un sólo asistente, Jorge Carballo, ya que el primer asistente, Julio Castellano, iba a ser el árbitro.
2) Que el segundo línea fuera José Olivares, de la Liga Mendocina. 3) Que Abel Gnecco, veedor del partido y árbitro internacional en la década del 80, hiciera las veces de asistente.
A los 35’, Cordero había sentido un tirón. “Tiene un dolor en el biceps femoral de la pierna izquierda. Para mí está desgarrado”, explicó el médico de San Martín, Marcelo Badatto, luego de revisarlo en el vestuario. Allí comenzaron los dramas... Las autoridades fueron comprensivas de la situación y ofrecieron varias alternativas, pero el presidente de Platense, Juan Carlos Majluf, estaba encaprichado y todo terminó.
En ese instante, Castellano, a cargo del encuentro, le comunicó al plantel del León que el partido se daba por terminado ante el retiro de los jugadores de Platense. Días después, el Tribunal confirmó el resultado y San Martín pasó de fase.