Una película documental en blanco y negro, con un protagonista que habla en francés, filmada arriba de aviones pero también en olvidados rodeos polvorientos, fue el estreno mendocino del día en la 15 edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici).
“Radiografía del desierto”, la tercera película del director sanjuanino radicado en Mendoza Mariano Donoso (1974), se pasó por primera vez el domingo. Apenas se encendieron las luces de la sala del Mall Recoleta donde se acababa de ver este documental filmado en distintos puntos de la provincia de Mendoza, alguien del público quiso saber qué parte de lo que pasó en pantalla era real y qué parte era un invento; si lo que le habían mostrado eran gente o actores; si era verdad o puro cuento.
Provocar esa ambigüedad es parte de la película, es incluso lo que llevó a Donoso a filmar en blanco y negro. “Creo que me permitía mostrar mejor ese universo. Desde la estética, el color en estas imágenes funcionaba como un imán hacia el realismo y yo quería alejarme un poco más de esa lectura. El color en una imagen documental es un ancla más a esa realidad que creemos inmanente. Yo corto la soga y me libero del ancla", contó el director que, por motivos laborales, no estuvo en Buenos Aires para el estreno. El equipo de la película, que se podrá volver a ver en el Bafici hoy, el viernes y el domingo próximos, lo completaban el director de fotografía Juan Sirk Hauser, la directora de arte Selva Tulián, el productor Franco Pellegrino y el sonidista Alejandro Alonso.
Cuatro historias
“Radiografía del desierto” cuenta cuatro historias que tienen que ver con algunos oficios raros que han surgido en la provincia de Mendoza.
La primera historia muestra a radaristas, meteorólogos y pilotos de la lucha antigranizo. Casi como si fuera una película de guerra, se ve en simultáneo como cada uno de los equipos se prepara y trabaja, desde el momento en que el avión enciende sus hélices en tierra hasta que ya a cientos o miles de metros de altura, se zambulle en unas nubes gigantescas para bombardearlas.
La segunda historia cuenta dos días en la vida de unos puesteros que contratan a un equipo de poceros (parecieran ser todos los varones de una misma familia) para que busquen agua en el medio del desierto. Gran parte del relato gira en torno al ensamblado y el funcionamiento de la máquina, que perfora y luego es capaz de hacer brotar agua dónde no la había. “Es muy lindo ese cruce entre alta tecnología para filmar y la crudeza de la búsqueda de agua”, comentó uno de los espectadores apenas terminó la proyección, durante la ronda de preguntas que respondió el productor Franco Pellegrino.
La tercera historia es la de un pescador con problemas de salud que cada mañana sale a trabajar en una laguna también enferma, donde ya no quedan peces.
La cuarta, que vamos viendo de a trozos desde el principio al final de la película, es la de un geógrafo francés que recorre cauces de aguas y zonas de glaciares mientras se lo oye contar la historia de un tal Hoces, un personaje que supuestamente fue el primer europeo en cruzar Los Andes. El propio productor del film reconoció -cuando se lo preguntaron- que el francés era un personaje “ficcionalizado, que lee un texto armado por nosotros”.
“Todos los países poseen ese punto cardinal que señala lo desconocido, lo salvaje, la aventura en una óptica más literaria. Para Argentina fue el Oeste, lo seco, lo inhabitado, la planicie que acaba contra el muro cordillerano. Parto de la tesis de que no hubo real conquista, se mataron personas y poco más. No se avanzó para ocupar un lugar, se fue a mirar qué había y luego el país retornó al centro. Dejaron algunas mulas, algunas postas que serán luego el caserío bajo de los poblados. Con una metáfora espléndida, a partir de entonces seríamos el Interior”, contó Donoso acerca de la idea del desierto, un tema que obsesionó a militares, políticos e intelectuales argentinos de fines del siglo XIX y que él retoma en su película.