El auxiliar está parado con su uniforme de combate. Sólo lo protegen un escudo y los 11 compañeros que conforman su pelotón. A través de ese escudo transparente puede ver que frente a él tiene a una horda enfurecida que lo insulta y le arroja piedras y hasta excremento.
Sabe que debe permanecer allí, protegiéndose y conteniendo a los manifestantes, tal vez hasta que llegue una nueva orden y sus compañeros comiencen a disuadir. También sabe que una vez que finalice el operativo, si todo sale bien, volverá a enfrentarse a otro grupo horas más tarde, en otro escenario.
En la base del Cuerpo de Infantería General Manuel Belgrano, ubicada en pleno Centro mendocino, la calma puede verse interrumpida de un momento a otro por el sonido de tres timbres consecutivos. Suenan como el de una escuela pero aquí no habrá recreo, a pesar de que se vea a los infantes corriendo por el patio. Es la señal que aguardan y el sonido por el que han estado entrenándose: anuncia la salida en combate.
Entonces a la estridencia se le sumará una estampida de borcegos y el quejido de los abrojos de los chalecos antibalas. Con su uniforme de combate, sus cascos, su equipo y su armamento, los efectivos subirán a sus camionetas por grupos de combate conformados por 12 efectivos y partirán a cumplir una misión, hasta entonces desconocida.
"Acá no es como en una oficina, que se sabe que a tal hora va a abrir, a tal hora va a tomar su café. Cada día uno comienza y a veces no sucede nada como lo tenía pensado. Se va armando de acuerdo a las exigencias del día", explica el auxiliar mayor Fernando Farías.
Los domingos no son feriados para los miembros de Infantería. Son los días en que asisten a brindar seguridad en partidos de fútbol o tienen recargo. Estar de franco tampoco es impedimento para que la fuerza los convoque, en caso de emergencia.
"Nosotros no reprimimos, disuadimos. Usamos agentes químicos y elementos que se nos proveen para direccionar, trasladar y hacer que el conflicto cese. Y estamos entrenados para eso. Para permanecer acá hay que capacitarse. Cuando los demás ven desorden y alteración nosotros tenemos que estar preparados para estar tranquilos", detalla Darío Taje en diálogo con Los Andes.
Y se explaya: "El pelotón de contención va a eso. No tiene otro elemento que el escudo, por ejemplo, para impedir que manifestantes ingresen a algún lugar. Es una acción de cuerpo a cuerpo. En el momento de la disuasión va a venir otro pelotón que va a trabajar a distancia".
A los entrenamientos físicos durante el día se suman otros nocturnos para reconocer, incluso sin luz, los elementos de trabajo para cada propósito. La coordinación de cada maniobra también se practica a diario. Por eso cuando un pelotón de Infantería llega a un lugar se mueve como en una coreografía y con tácticas que recuerdan a un escuadrón del ejército romano.
Mujeres valientes
Creada en 1940 como compañía de seguridad, Infantería fue pensada inicialmente como un trabajo solo para hombres. Pero con el tiempo a ese "trabajo de valientes" -tal el slogan del Cuerpo- también comenzaron a realizarlo mujeres. La auxiliar mayor Jorgelina Soria lleva 16 años en la división. Cuando llegó en 2002 tuvo que hacerse un espacio, en todo sentido: ayudó a construir desde el baño femenino hasta el espacio que usan para descansar.
"Fue difícil porque había mujeres pero estaban en la compañía de servicio. Ellas salían a hacer custodia a casas de funcionarios. En antidisturbios había una sola mujer. Y en esa compañía me dejaron", rememora Soria.
"Al principio fue un horror. Una cosa es practicar acá las maniobras y tácticas y otra es llegar al lugar de los hechos y vivirlo. Me acuerdo que la primera vez tenía un miedo... Llevábamos 3 o 4 días acá y tocaron los timbres. Era de noche. Había disturbios en el penal y había que salir. Y el comisario Parra, que estaba a cargo de Infantería, se paró al medio y preguntó: '¿Quién tiene miedo?'. Éramos más de 40 policías formados y entre esos éramos 4 o 5 mujeres, y yo era la más nueva. Mi primer pregunta fue: '¿Y yo, que no tengo chaleco?'. 'No te preocupes: todos los que están acá te van a cuidar', me dijo. Uno de los policías más antiguos se sacó el chaleco y me lo pasó. Y ha sido siempre así, siempre mis compañeros me han cuidado", recuerda Soria, madre de dos hijos y casada con otro efectivo de Infantería.
Entre el humo y el excremento
"Una vez en la cancha de Luján estábamos disuadiendo y un policía de otro grupo tiró dos granadas de humo a nuestros pies. Si no estuviésemos preparados ni unidos como grupo, nos dispersaríamos y terminaríamos uno por cada lado. Si el encargado nos da la orden, de ahí no nos movemos", explica Jorgelina Soria.
Y agrega: "Él sabe que yo voy a aguantar y yo sé que él va a aguantar -dice mientras señala a un compañero- y si yo me estoy desvaneciendo, lo voy a tocar y él va a saber que no me tiene que dejar caer o ir. Es una doctrina de trabajo, aunque te estén tirando de todo, hasta sus necesidades".
“Espíritu de cuerpo”
El auxiliar primero Pablo Fuentes es una mole de casi dos metros. Su presencia física hace que uno no quiera conocerlo enojado. Sin embargo, su hablar sereno detona su entrenamiento, su "temple forjado" y su confianza en algo que en Infantería es fundamental: el "espíritu de cuerpo".
"Para cumplir nuestra función nos valemos del espíritu de cuerpo: se cuida uno mismo y se cuida el conjunto. Si cuando llega el momento límite uno se va, los de enfrente dicen 'podemos'. Por eso nunca nos separamos, siempre trabajamos en equipo. Porque la función que tiene Infantería también es llegar al efecto psicológico. Trabajamos con la presencia", resume.
Algo que también debe tener un infante es una gran tolerancia, que se pule con el entrenamiento. "No es solamente no huir del momento sino no enfrentar sin una orden. Porque muchas veces uno se pone nervioso por el mismo susto. Por ahí somos 12 compañeros parados y tenés a 500 personas enfrente. El hecho es tratar de curtirse el temple para no irse ni hacer algo fuera de lo debido", explica Fuentes.
Y sentencia: "El temple lo vas a forjar acá. Mediante los cursos, mediante los mismos enfrentamientos y las experiencias de los compañeros. Pero si sos medio loquito te tenés que ir. Acá no podés estar".
Uno de los hechos que lo marcaron fue la violenta manifestación en la explanada de la Legislatura el 28 de setiembre de 2016, luego de una de las primeras marchas "Ni una menos".
"Casi prenden fuego la Legislatura y en ese pelotón estaba yo. Y ahí lesionaron a dos compañeros. Las mujeres te largaban las piedras por el piso y los hombres las tiraban a la altura del escudo. La orden era resistir: teníamos que proteger el ingreso a Legislatura. Todos pensamos que iba a ser tranquilo y de repente fue un desborde terrible", recuerda.
"Mi hijo me dice 'Papá, ¿cuándo vamos a ir a tu escuela?' Porque le encanta venir al cuartel", cuenta Fuentes y sonríe, cómplice de la ocurrencia del pequeño. Pero la asociación del niño no es errada. La base de Infantería parece, a simple vista, un internado con sus mástiles en el patio, las "aulas" donde los infantes reciben instrucción, sus dormitorios, el gimnasio, el comedor.
El perturbador recuerdo del motín vendimial
Darío Taje es un experimentado miembro de Infantería. Respetado por sus compañeros por su trayectoria como encargado de grupo, aún recuerda con exactitud cuando tuvo que intervenir para retomar el control de la cárcel de Boulogne Sur Mer en marzo del año 2000, durante el motín vendimial.
"Fueron 48 horas que estuve en el penal. Llegamos a los pabellones y los grupos pasaban a trabajar en pelotones. Me quedé asombrado: eran cinco o seis policías para recuperar un pabellón de 80 internos", rememora Taje con voz calma.
Y agrega: "Había resistencia de todo tipo por parte de los presos. Detrás de una puerta podía haber un tipo con un colchón y un elemento corto-punzante, la puerta podía tener corriente. Los pisos estaban mojados. Nos lanzaban botellas desde la segunda planta. Un pabellón viejo es desesperante. Nos largaban los colchones prendidos. Había humo de hasta dos metros de altura. El humo no permite que el agresivo químico se disperse. Pero esa experiencia me ayudó a formarme", concluye.
A pesar de sus relatos de las hostilidades con las que lidian a diario, podría pensarse que los policías de Infantería están deseosos de largar todo. Pero no es así. En este preciso momento están alertas por si suenan los tres timbres.
Padrinos solidarios
Los miembros del Cuerpo de Infantería General Manuel Belgrano también desarrollan actividades solidarias y apadrinan a una escuela en Lavalle, a cuyos alumnos visitan y asisten en lo que pueden.
Cada 20 de junio, cuando es el aniversario del Cuerpo, los alumnos llegan a la base de los infantes y juran la bandera. Se llevan un diploma, una medalla y reciben chocolate caliente y obsequios que los efectivos reúnen durante el año.
En ocasiones llevan a los pequeños de excursión. Con la colaboración del payaso "Bartolito", a veces visitan a niños internados en el hospital Notti. El festejo del Día del Niño es otro motivo solidario que los infantes aprovechan.