Historias desde África: Facundo García presenta "Preguntas de los elefantes"

Será mañana a las 19, en la Feria del Libro. Sentado con Estilo, el periodista y escritor recuerda su largo viaje por ese continente.

Historias desde África: Facundo García presenta "Preguntas de los elefantes"

Lucy es uno de los antepasados más antiguos del ser humano. Lucy está extinta: es una australopithecus afarensis. Ella vivió, tal vez, en una sabana, cerca de lo que hoy es el valle del río Awash, en Etiopía, que es en donde fue desenterrada. Muy cerca de ahí está Asayita, donde el calor puede llegar a quemar con 56 grados.

Facundo García (periodista y docente, entre otras cosas) vio cómo en ese desierto, el lugar de donde venimos como especie, los seres humanos no pueden bañarse con agua, porque no hay. Entonces se bañan con humo.

"Como nosotros, allá los hombres también quieren salir los sábados, 'de levante'. Pero ellos tienen huellas de cenizas en la piel. Al no haber agua, encienden piras y con la emanación del humo se quitan el olor, limpiándose con trapos", dice él sentado con Estilo. Lo recuerda y mira el café. Agradece cada sorbo.

Él sabe que las historias que vio nunca (o muy pocas veces) fueron contadas. Y un libro de crónicas puede iluminar, ciertamente: eso es "Preguntas de los elefantes" (Edifyl, 2017), que presentará mañana a las 19 en la Feria del Libro, con Marta Castellino (FFyL) y Leo Rearte (Diario Los Andes) en la mesa.

La sonrisa de los justos

Facundo, que es colaborador de este diario, atravesó África oriental de norte a sur. Sacó un pasaje de ida hasta El Cairo y otro de vuelta desde Sudáfrica. En el medio hubo 250 días en los que la plata fue corta y la ruta muy larga: siempre hizo camino al andar, como quien dice.

Entre esos meses (2013-2014) se acercó a diferentes tribus, conoció sonrisas de distintos espesores, lindó con guerras civiles que jamás habría imaginado, bebió cervezas clandestinas y hasta hizo un safari de regalo en el Parque Nacional Kruger. A medida que bajó por el continente, escribió en tres cuadernos de viaje todo lo vivido. Los muestra: se leen, sobre hojas lisas, letras ensortijadas y minúsculas, al lado de fotos pegadas, sensaciones captadas y, porque las palabras no le alcanzaron, dibujos también.

Después de 15 borradores, "Preguntas de los elefantes" se convirtió en un libro de casi 200 páginas: "Ellos siempre me decían: 'Contale a tu tribu quiénes somos"". Y eso es lo que hizo Facundo, que en cada parada tuvo que aprender a comunicarse como por primera vez: habló en inglés, en francés, en mendocino... "y en ese plano del lenguaje que tiene que ver con lo afectivo y excede las palabras en sí", agrega ahora.

-¿Cuál fue el principal desafío desde la escritura que implicó el libro?
-Yo no quería, como voz narradora, ponerme por delante de las personas que había conocido y con las que me había comprometido. Es un desafío retórico. Aunque yo no sea un especialista en esto, me parece que en la crónica muchas veces se olvida de eso. Recuerdo lo que decía Atahualpa Yupanqui: No te pongas vos por delante, la canción tiene que ir sola. Uno tiene que ir soplando las velas de la canción, pero ella te va llevando. En este caso, me pasaba con las historias: tenía un manojo de historias que querían salir, y tuve que encontrarles una forma y un modo para salir.

Facundo se refiere a historias como esta: Lilian es feminista y vive en una de las tribus masái. Quiso estudiar y pudo graduarse en Educación. En su aldea, lucha por la igualdad de género. Y la tarea descoloca, en una de las culturas que tiene rituales como la mutilación del clítoris y el desuello del pene para hacerse adulto. Allá "la creen una casquivana", como dice Facundo.

O esta otra historia: Josephine, que pertenece a la tribu pigmea de los batwa (Ruanda), le pidió que llamara a su escuela para que pudiera faltar dos días. ¿Para qué necesitaba ese tiempo Josephine? Para escribir un poema. Quería dedicarle  todo ese tiempo a un poema para un amigo.

“Eso me conmovió, y creo que resume algo que pasa allá: cuando la gente no tiene asegurada la vida, cuando sabe que quizás viva 40 años o no mucho más que eso, cada instante tiene otro valor, otra densidad. Si estoy con vos voy a estar, no a 'estar'. En nuestra sociedad vivimos entre comillas: los amigos son entre comillas, el trabajo es entre comillas, la pareja es entre comillas. Allá no: allá no se puede vivir entre comillas. Allá hay que vivir de verdad”.

-¿Hay algo que sea común a todas esas personas que conociste?
-Eso que te comentaba puede ser. Creo que las personas todavía no nos olvidamos de que la vida es algo maravilloso, único, una cosa a atesorar. Ellos no van a perder un año por no hablarse con un amigo. A veces me peleaba con alguien y al otro día me saludaba como si nada: "Hakuna Matata", me decía, que en swahili significa "todo bien, no hay problema, viví sin preocupaciones". Otra vez, cuando iba serio por la calle se me acercó un tipo y me dijo, en su inglés chapurreado: "Uai yu not japi?". Esa intensidad es común a todas las personas que conocí.

Pero también vi otra cosa, que brilla por todo el continente: la necesidad de emancipación. Esa necesidad puede ser un puente para que nos contactemos. El diálogo entre África y Latinoamérica ha estado mediado por cosas como Nat Geo... ¿Por qué no podemos sentarnos a charlar nosotros? ¡Que no nos traduzcan! Vamos a sentarnos y ver qué compartimos.

-¿Qué quisiste transmitir en este libro?
-Primero, tratar de recuperar la visión intensa de lo que puede ser la vida.

-Es por lo menos paradójico que, en el lugar donde se cree que la vida no vale nada, valga tanto al mismo tiempo...
-Así como se produce de manera cuasi-industrial lo que se ve de África, como la pobreza, también se produce lo que no se ve. Que nosotros no sepamos cuáles son las riquezas de África también se produce: política y mediáticamente. Que no sepamos valorar en qué aspectos son ricos. Lo de Josephine, para mucha gente será algo sin importancia, pero para mí da cuenta de algo que mucha gente no es capaz de hacer, que no-puede-hacerlo, que no tiene esa riqueza. Si toda esa buena gente que yo conocí se levantaba cada día intentando hacer un mundo mejor, que yo pierda la esperanza es una inmoralidad...

-Eso también es una razón para escribir.
-Sí. Por otra parte, muchas personas de las que hablo en el libro no tengo forma de saber si están vivas o no. Probablemente algunos ya no existan, pero intenté rescatar su voz para que no sean polvo en el viento de la nada, como escribí en el libro, porque éste es un mundo lleno de trivialidades. Otro intento del libro es demostrar que la mirada cuyana puede ser una mirada universal, o intentar serlo. Nuestra mirada ilumina cosas que no han sido contadas.

Y el elefante miró

Explica: “Para entender bien qué significa el título hay que leer el libro, pero intento explicarlo así: A medida que fui avanzando con el viaje, fui encontrando a muchas personas buenas, pero buenas en el sentido más sincero de la palabra, que está muy bastardeada. Muchas veces eran parias en sus sociedades, y en esa primera parte del viaje sentí un poco de bronca de todo lo que veía”.

En la segunda parte sintió la necesidad de decirles a esas personas que no estaban solas, porque había visto muchas así "pero que eran parte de una especie de cofradía invisible pero conectada, de personas que trataban de sostener la existencia de la belleza, de sostener la existencia del bien, de sostener la existencia de la diversidad. Todos ellos eran los justos: se creían solos, pero no lo estaban. Yo quería hacer un libro para contarlo", suspira.

Hacia el final del viaje, cuando se quedó sin plata en Sudáfrica, pintó paredes en un hostel a cambio de techo. Conoció así a una holandesa, a quien le contó este largo periplo. Ella, cuando se fue, le dejó un regalo extraño: un safari pago por el Parque Nacional Kruger. Ahí concibió una parte significativa de este libro, cuando un elefante lo miró.

"¿Viste cuando mirás a tu perro y pareciera que te quiere decir algo? Imaginate que el cerebro de un elefante, a diferencia de nuestros perros, pesa entre cuatro y cinco kilos. Cuando uno de esos bichos te clava la pupila y te pregunta desde lo hondo de la realidad quién sos vos y qué hacés ahí, es algo demoledor. Excede las palabras, como tantas veces me había pasado con otros seres humanos. La forma de responder a esa pregunta era escribir el libro. ¿Quién era yo y qué hacía ahí? ¿Quién era?   El libro es una respuesta, entonces".

-¿Cómo sigue el viaje de Facundo García?
-Una de las cosas que descubrí es que quien no encuentra la maravilla en la esquina de su casa no la va a encontrar en las pirámides. Esto de abrir el bocho a la belleza... Para mí fue revelador, porque volví a Mendoza y me asombro todo el tiempo. Para mí, escribir se ha convertido en una forma de vivir atento. Yo escribo para vivir atento, para que no se me pase la vida por enfrente. Quizás es temprano para decir qué voy a hacer: puede que me vaya a África occidental o que escriba sobre la esquina de mi casa...

Cuando Estilo le pregunta a qué se refiere puntualmente cuando habla de "los justos", toma un ejemplar del libro, todavía con su tinta fresca, lo abre y lee. Pero las palabras no son suyas: "Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire./ El que agradece que en la tierra haya música./ El que descubre con placer una etimología./ Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez./ El ceramista que premedita un color y una forma./ El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada./ Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto./ El que acaricia a un animal dormido./ El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho./ El que agradece que en la tierra haya Stevenson./ El que prefiere que los otros tengan razón./ Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo." Es el poema "Los Justos", de Jorge Luis Borges.

Facundo García presenta "Preguntas de los elefantes", en el marco de la Feria del Libro
Fecha y hora: Mañana, a las 19
Lugar: Sala Francia del Espacio Cultural Julio Le Parc (Mitre y Godoy Cruz, Guaymallén)
Entrada libre y gratuita

Sobre el libro
Fue editado por Edifyl (de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo) y contó con apoyo de las municipalidades de Lavalle, Maipú, San Martín y Tunuyán. Puede adquirirse esta tarde.

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