Su equipaje es una bolsa con frazadas y su cama un pedazo de tierra bajo un pimiento ubicado en la esquina de la Terminal de Ómnibus. Cuando llueve se refugia abajo de un puente y sobrevive pidiendo limosna. Iván Salcedo tiene 47 años pero su rostro denota muchos más. Su mirada está triste y sus ojos se humedecen cuando relata su vida. Nació en Buenos Aires, pero hace 20 años llegó a Mendoza, donde formó una familia con 7 hijos. Hace seis años dejó su casa y se quedó sin un techo donde dormir. Él es una de las 300 personas en situación de calle que viven en la provincia, según estimaciones de la dirección de Contingencia del Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes.
“Me separé y le dejé la casa a la madre de mis hijos para que viva con ellos”, relata con dolor. Atrás de él se ven desordenadas un montón de frazadas con las que se tapa para sobrellevar las bajas temperaturas. Durante la mañana de ayer un amigo le trajo un pedazo de queso y salame, lo que con placer convirtió en su desayuno.
Iván tiene un problema y lo reconoce. A pesar de haber realizado capacitaciones para convertirse en guardia de seguridad, su adicción le ha impedido mantener un trabajo estable. "Como soy alcohólico siempre pierdo los trabajos. Estuve haciendo un tratamiento médico y hasta me internaron en El Sauce, pero no puedo salir", cuenta. Reconoce que sus hijos han tratado de ayudarlo, pero que los ha defraudado una y otra vez: "Yo creo que ya se han cansado", desliza entre dientes.
Ahora su familia son sus compañeros de calle: Jesús, Antonio y otros más con los que se las arregla para sobrevivir cada noche. "Nos conocemos y nos protegemos entre nosotros, no nos queda otra", asegura. Para él, lo fundamental para vivir en la calle es "tener códigos" y respetar lo que es de cada uno.
La ropa de abrigo que tiene puesta, así como las mantas, las recibió de un grupo de jóvenes solidarios que suelen asistirlo. Para comer por las noches concurre a distintas plazas donde éstos mismos le brindan un plato de comida caliente.
Más allá del frío, las noches más difíciles para él son las de lluvia, ya que el agua no les da tregua. “Tenemos que refugiarnos abajo de un puente o una cuneta”, remarca.
Junto a él vive Antonio de la Constanza (60), quien llegó desde Chile hace tres años y encontró en Iván un amigo y compañero de vida. "Toda mi familia está allá", asegura. Cuenta que no consigue trabajo debido a su edad: "Soy mecánico pero desde que llegué nadie me contrató y no me quedó otra que vivir en la calle", asegura.
Con ellos, también pasa sus días Jesús Ferreyra Longone, que con 28 años se encuentra en la misma situación. "Soy indigente y no tengo nadie que me ayude, porque toda mi familia está en Córdoba", narra. Recuerda que hace cinco años salió de la cárcel y que desde entonces no volvió a encontrar empleo: "Me discriminan porque tengo tatuajes y soy morocho", dice.
Un techo para la noche
Si bien ellos saben que hay refugios que podrían recibirlos, prefieren seguir viviendo en la calle. “Es que ahí nos sacan las cosas, además siempre hay peleas. Mejor estamos acá”, dice el primero y los asienten.
La dirección de Contingencia ofrece lugares para unas 120 personas, la mitad de ellos en el refugio El Camino (ubicado en Dorrego 722 de Guaymallén) y el resto en tres casas de la organización Remar. "Tenemos cupos disponibles", aseguró Nelson Márquez, coordinador del área que depende del Ministerio de Salud. Explicó que no todos los que viven en la calle están interesados en quedarse en los hogares que les ofrecen, ya que tienen que cumplir ciertas normas con las que no comulgan. "No es tan sencillo que se adapten. Al vivir en la calle se acostumbran a no seguir determinadas reglas sociales", explicó.
El funcionario aseveró que como desde el área reconocen esta situación durante los días fríos salen a repartir frazadas, pero aclaró que no les brindan ningún otro elemento para no fomentar su estadía en la calle. "Es una problemática compleja de abordar, se hace lo que se puede con los elementos que tenemos para tratar de mejorar sus vidas", manifestó.
Ariel Lazare, director general de Cuyo de Remar, precisó que firmaron un convenio con el gobierno provincial para recibir a las personas que no tienen techo. "Tenemos tres refugios: dos para mujeres y un parador para hombres", contó.
Conociendo de cerca la situación, señaló que de la gente que vive en la calle un 70% tiene problema de adicciones. "Y es necesario ayudarlos para que puedan salir, solos no van a poder", remarcó el referente de esta ONG.
Desayuno y acceso a una ducha
La Casa de Asistencia de la Merced, ubicada en calle Córdoba de Ciudad, es otro lugar donde se les brinda servicios a las personas sin casa. Allí se los recibe lunes, miércoles y viernes durante la mañana. "Si bien no tenemos lugar para que se queden a dormir, les damos el desayuno y la posibilidad de bañarse", detalló Antonio Rizzo, coordinador del sitio. También tienen un aula en la que se les enseña a leer y a escribir, además de consultorios médicos: "En promedio vienen unas 90 personas que van variando, diría que unos 30 son los fijos".
Para él, es muy importante darles una mano para que puedan salir adelante: “Si bien no todos, hay que tener en cuenta que muchos pueden dejar la calle”. Y recordó que una red solidaria de más de 20 organizaciones en Mendoza trabaja de forma incansable para asistir a las personas en esta situación.