El tango y sus malevos, su principio infame… las eternas despedidas, la tristeza, el desengaño… Música de talante porteño y corte universal. Un ritual de embriagante melodía con letras que laceran. Su lenguaje nos lleva a rincones oscuros, suburbios del alma donde acechan desventuras pretéritas que le dieron forma. Y sobre eso hablaremos hoy, sobre el origen de algunos tangos.
Nuestra primera historia comienza en 1937, cuando Mariano Mores se mudó a Villa del Parque (Buenos Aires) dónde alquiló una habitación buscando estar cerca de su novia: Guillermina Morales (Mirna), quién vivía a una cuadra. El mal mantenimiento del lugar hacia que el revoque se cayera y obligaba al pianista a pintarla regularmente. Una manera económica de mantener el lugar, fue usando la mezcla de jabón azul para lavar la ropa con cal.
El producto se llamaba "Azul Brasso" y era usado por las amas de casa para blanquear la ropa en agua, después de lavarla. Al principio las prendas tomaban un tono celeste, pero al secarse con el sol alcanzaban un blanco resplandeciente. Fue entre aquellas paredes que Mores compuso "Cuartito Azul" su primer gran éxito, que dedicó a Mirna. Tras casarse en 1943, la pareja vivió un tiempo en dicha habitación.
La propiedad de la que es parte el pequeño cuarto fue declarada de Interés Cultural en 2012, acto al que asistió Mores junto a su esposa. Desde entonces una placa anuncia "en esta casa vivió y compuso el tango Cuartito Azul el maestro Mariano Mores".
Lamentablemente Myrna falleció el viernes de la semana pasada, a los 94 años, tras 80 años de estar junto a Mariano. El tango perdió a una de sus grades musas.
Distinto es el origen de "La última curda", que precisamente fue fruto de una buena borrachera. Según Edmundo Rivero la canción nació cierta noche de verano, entre botellas de whisky y charlas, en un balcón cercano a la avenida Corrientes donde Pichuco y Cátulo Castillo le fueron dando forma. Finalizada la tarea y ya prácticamente sobrios una serie de aplausos les hizo advertir bajo el balcón a una multitud observándolos. Dijo Rivero: "Tuvimos que acceder al pedido de hacer el tango entero desde el balcón, a puro fueye y cantor".
Y aunque el tango es bien porteño, una de sus letras más famosas perteneció al mendocino Gabino Coria Peñaloza. Este descendiente del caudillo Chacho Peñaloza, comparte la autoría de "Caminito" con Juan de Dios Filiberto. El brillante dúo se conoció gracias a un amigo en común: Benito Quinquela Martín, quién consideró que la "locura" de Coria Peñaloza era complemento ideal para el temperamental Filiberto. Evidentemente, Benito no sólo combinaba a la perfección los colores.
El tango existía desde 1923, pero no poseía letra. Debía ser completado para participar en el Concurso de Canciones Nativas del Corso Oficial de Buenos Aires en el carnaval de 1926. Con este fin ambos autores se reunieron en una confitería de la calle Florida. Filiberto comentó a Coria Peñaloza que tenía un tango inspirado en sus paseos por un camino de la Boca y pidió a este que compusiera la letra. Gabino le declamó ciertos versos inspirados en un amor juvenil, escritos 20 años atrás. Y así, aquella tarde de 1926, en la calle Florida al 300 nació "Caminito".
El éxito fue mundial y en octubre de 1959 se inauguró oficialmente la calle Caminito, Tita Merello y Waldo de los Ríos, entre otros artistas, fueron parte de aquél acto. Seis años más tarde los habitantes de la Boca se dieron cita nuevamente en aquél lugar, esta vez una triste noticia enlutó sus calles coloridas: Filiberto había muerto y su féretro era cargado por los bomberos voluntarios recorriendo Caminito.