La historia viva de los mendocinos en la vieja ciudad de los muertos

Las visitas guiadas al sector antiguo de la necrópolis de la Capital son un viaje al rico pasado de nuestra sociedad provinciana.

La historia viva de los mendocinos en la vieja ciudad de los muertos
La historia viva de los mendocinos en la vieja ciudad de los muertos

Muchas personas, en cuanto emprenden los primeros pasos entre los altos muros abarrotados de lápidas, probablemente tengan que reprimir el impulso de darlos hacia atrás.

Sin embargo, cuando el especialista invita a observar determinados detalles de una tumba; a entender por qué se utilizó una escultura o estilo arquitectónico en un mausoleo; y especialmente, a conocer algunos aspectos de la vida de esa persona o familia, el cementerio puede verse de otra manera.

Los hermanos Ariel y Fabián Sevilla son los anfitriones de los recorridos guiados que se realizan el segundo y cuarto sábado de cada mes por el sector antiguo del Cementerio de Capital, a las 11 de la mañana.

En cada encuentro el enfoque va variando, para concentrar la mirada en distintos aspectos: los gobernadores o los bodegueros allí sepultados, la simbología de las imágenes o cómo son los sepulcros de los niños pequeños. E incluso, se van planteando propuestas como la de la visita de ayer: "Amores y odios en la necrópolis".

Entre agosto y diciembre, la propuesta -gratuita- de la comuna capitalina se traslada a la noche, con un paseo que suele incluir relatos de aparecidos y cuentos de fantasmas. Lo curioso es que, si en los recorridos diurnos hay unos 20 asistentes en promedio, los nocturnos suelen atraer a unos 300, por lo que los organizadores deben dividir el grupo en dos.

Amores. Así como en cada ciudad puede leerse de un modo determinado, Ariel Sevilla invita a entender ciertos aspectos de la necrópolis (etimológicamente, "dormitorio" para los muertos).

Como por ejemplo, que los mendocinos del pasado se peleaban por tener allí un lugar privilegiado para la eternidad, ya que no era lo mismo un sitio que daba a las calles internas a otro ubicado dentro de la parcela, en un punto menos visible.

La importancia que le daban muchos a contar con un espacio para descansar luego de la muerte se entiende a partir de uno de los relatos que Ariel comparte. Él señala que puede considerarse una historia, sino de amor, al menos de apego al cementerio.
 
Julio Llamezares no era un personaje reconocido en la sociedad pero tiene un imponente mausoleo, que logró construirse después de trabajar durante 30 años en la necrópolis para las familias que le encargaban la limpieza y mantenimiento de los sepulcros.

En cambio, el mausoleo de José Néstor y Carlos Washington Lencinas presenta evidencias del amor colectivo, ya que es el que más placas recordatorias acumula.
 
El guía cuenta que padre e hijo fueron gobernadores de la Provincia durante la segunda y tercera décadas del siglo pasado, en su condición de líderes populares, que encabezaban a "la chusma en alpargatas" (como calificaba a los lencinistas el patriciado mendocino). De ahí el afecto que el pueblo les tenía.

Odios. Tal vez el término resulte un poco fuerte para encuadrar el relato, pero el obelisco en homenaje a Tomás Godoy Cruz trae a colación a su esposa, Luz Sosa y Lima. La mujer del que fuera gobernador era tan frívola, que la noche en que falleció su esposo había organizado una de sus habituales fiestas y no quiso suspenderla, por lo que decidió dar a conocer el fallecimiento de su cónyuge al día siguiente. Luego se enamoró de su yerno y, como no fue correspondida, lo mandó a matar. Fue condenada a muerte pero se le perdonó la vida, algo que no hizo el terremoto de 1861.

Entre las historias que el recorrido permite conocer -o recordar- está la del coronel Ambrosio Sandes, militar uruguayo designado por el presidente Bartolomé Mitre para "pacificar" el interior del país.

El hombre es tristemente recordado por su crueldad (llegó a quemar vivos a federales). Pero el destino decidió llevárselo, como cuenta Sevilla, de un modo bastante poco honroso: un rumor es que lo mató la gripe y otro que lo apuñalaron en una pelea en un bar, donde se había emborrachado.

Amores y odios. El de Rito Baquero es un mausoleo vinculado tanto a historias de amor como de enfrentamientos. El hombre era un bodeguero español que pasó por Mendoza en 1881 como comendador del rey Alfonso XII, pero se enamoró de una mendocina y se quedó a vivir en la provincia. Sin embargo, tuvo sus "diferencias" con otros españoles afincados en este suelo: los hermanos Arizu y Miguel Escorihuela Gascón.

El motivo de la disputa fue que, como obra de beneficencia, uno quería construir un hospital para los españoles en Mendoza y los otros pensaban que debía ser un panteón. Como triunfó el primer proyecto, los derrotados decidieron esparcir el rumor de que Baquero era ateo, una acusación grave en la época.

Para disuadir a la comunidad, el bodeguero contactó a los hermanos Ventura en Barcelona para que le construyeran un mausoleo que replicara el estilo de una iglesia gótica. La edificación -de las más llamativas del cementerio- demoró un año en llegar a la provincia, en partes que fueron ensambladas por los mismos creadores.

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