Stuttgart. Mil novecientos cuarenta y pico. Un niño pierde a su padre y queda al mando de cinco hermanos. Roba papas para su familia. Un oficial nazi lo atrapa y carga el revólver con apenas una bala. Ruleta rusa. La bala no asoma. Aterrorizado, el gurrumín alemán de nombre Jack consigue siete huecos en un barco. Sube a su madre y a sus hermanos.
A cambio, cocina y limpia en altamar. Después de tanta agua, salta a la paz argentina. Aquí tendrá un hijo que hoy vive de hacer saltar a las celebrities en el agua. Marley tiene otra biografía detrás del marketing de la torpeza y el blooper. "La mía es una historia de superación".
Un ojo azul moretoneado por la fuerza del agua. Alejandro Wiebe cayó desde tres metros a la piscina de “Celebrity Splash” (Telefé). Ha ganado una fama de nadador de aguas superficiales pero en esta entrevista quiere bucear. Que no se queden con la cáscara.
"Me ven como al boludo. Priorizan el personaje, que no es inventado, y al que le pasan cosas graciosas, pero hay otro", advierte mientras infla el pecho.
Hasta ahí, lo de siempre. Lo que la mayoría sabe. Que tomó el apodo prestado de Bob Marley. Que lo descubrió Nicolás Repetto. Que pisó 80 países. "Hay otro Marley con moraleja", expulsa la risotada.
-¿Cuál es la moraleja?
-La moraleja es una historia de superación. La historia de un chico que era un aparato, pésimo en los deportes. Que pasó de burlado a reírse de sí y asumirlo. Los de la escuela deben estar diciendo: ‘Mirá con lo boludo que era y le va tan bien’.
Nadie me quería en su equipo. Era el peor y me avergonzaba de mí. Encontré el único lugar que había para la venganza, la tele. Lo malo lo transformé en humor. Siempre digo que si hubiera trabajado en la época de Cacho Fontana, yo no hubiera resultado. Me hubieran echado.
-¿Cómo es "el otro", el empresario que factura, genera formatos y no lo publicita?
-Voy forjando mi destino en el sentido de que voy pensando productos. Siempre estoy pensando en el siguiente programa. Miro lo que pasa en la tele del mundo y estudio los números para ver a dónde conviene ir.
Con mi productora Nanuk me senté a pensar formatos de juegos para Telefé Internacional, que está en proceso de venderlos al mundo. Uno se llama “El cheque”. Con Nanuk hice “Odisea”, que se vendió a México, “El show de la tarde” o “Por el mundo”, que se vendió a Israel.
-¿Sos mejor en los números que en la conducción?
-50 y 50. Soy buen negociador. El que se sienta a pelear los números. Los directivos del canal dicen: "Ningún tonto para negociar". Tarea difícil: uno se siente como en un trasfondo de prostitución propia (carcajada).
La gente no me imagina llevando formatos de negocio y probabilidades de rentabilidad. Lo que no tengo es una ambición desmedida. No tengo ganas de armarme un Ideas del Sur y tener 1.500 empleados. Cuando me ofrecieron la gerencia de América me pareció interesante. Me veo manejando un canal pero hay cosas que no resigno.
-¿Cuáles?
-Lo veo a Tomás (Yankelevich) trabajando todo el día y es agotador. La gente piensa que armar un canal es sentarse y programar “Los Simpson”. No. Y yo necesito vivir más.
A los 43, vive "más intensamente" que el común de los mortales. Viajes. Soltería. Sonrisa eterna. Será esa ansiedad de revancha. No nació en cuna de oro. Hoy disfruta del sacrificio de una generación anterior.
-¿Por qué no se conoce esa historia de sacrificio de tu padre?
-No me preguntan por eso. Hay una idea más superficial de mí, entonces no lo conté antes. Si la estoy pasando tan bien es por todo eso que hicieron ellos (Jack, quien murió en 2005, y Ana María). Cuando mi padre llegó escapando de la guerra, empezó de cero.
Construía cañerías para empresas. Una clase media que llegaba hasta ahí nomás. Nos anotó a mi hermano y a mí en una escuela de doble escolaridad. No alcanzaba la plata y llegó un momento en que mi mamá tuvo que pedir una parte de beca. A mí me avergonzaba.
-¿Qué te avergonzaba?
-Yo no quería que el resto viera que yo pagaba menos. Hoy estoy orgulloso. Nada de esto me hubiera pasado si ellos no me hubieran dado esta educación. Fue una historia de esfuerzo. Para colmo, en segundo año del secundario repetí. Me llevé inglés.
Nada menos. Ni teléfono teníamos en casa. Llamaron de la escuela a lo de la vecina. Sentía que después de tantos sacrificios de mis padres, les había fallado. Abracé a mi mamá y le pedí perdón. A partir de ahí cambié. Pasé a ser de los mejores de la escuela.
-Cuesta imaginarte triste. ¿Tenés tus etapas de bajón?
-Salgo rápido. Si caigo, salgo. A lo que me pasa le busco el lado bueno. No tuve dramas, sí duelos como la muerte de mi padre. Fue cuando yo estaba en China con Susana Giménez. Lo raro de la vida. Yo, tirándome de una montaña rusa allá y él muriéndose acá.
-¿O sea que no sos el optimista ciego que mostrás en pantalla?
-Estamos en tránsito para aprender ciertas cosas acá. Por eso me tomo la vida tan divertida en el proceso. Pero tengo miedos, como todos. Si algo puede darme miedo no es en realidad la muerte sino la gente que puede quedar dolida por eso.
-¿Te cuesta la estabilidad?
-Me cuesta pensar que toda la vida se puede estar con una sola persona. No sé si es natural pensar que nunca más vas a desear a nadie. Además, el poder que te da la TV también confunde. Pero nunca se sabe. Ya estoy grande y supongo que me estableceré con el tiempo.
Si antes sentía rechazo, ahora disfruta del antónimo. Supo caerle de maravillas a medio Hollywood.
Lo quiere Madonna. Lo busca Luis Miguel. En un mes será el conductor del Martín Fierro en el Colón. Dulce y pausado sabor de la venganza: "Estoy escribiendo mis anécdotas con todos ellos para no olvidarlas algún día. Cosas insólitas, como Madonna tirándose encima mío para hacer yoga relajadísima", se ríe sin miedo a las arrugas que alguna vez se cobrarán tanta carcajada.
Historia de superación, resume él, mientras en Martínez -en la ex casa de “Gran hermano”- las paredes aparentan vigilarlo todo. De empleado del aeropuerto a turista compulsivo. De fallido participante de un casting de actores en Pelito a entrevistador de celebrities.
De pésimo estudiante de inglés a viajero con perfecta pronunciación anglosajona. De deportista rechazado a presentador de un reality de natación. "Siempre que sufrí algo malo, algo mejor vino enseguida. El acierto fue haber potenciado todos mis costados malos. Será que me río en lugar de llorar".