La Fiesta Nacional del Teatro es la oportunidad para que el público se acerque al teatro y, con una entrada accesible, pueda disfrutar de distintas propuestas nacionales durante diez días.
Como ocurre en cada edición, la comunidad de la ciudad anfitriona es parte del ritual y colma las salas. Pero como también sucede en todas las provincias, el respeto por el “aquí y ahora” del hecho teatral se deja en la puerta.
Una actitud constante en todas las funciones fue la falta de consideración de la platea en el desarrollo del espectáculo. Teléfonos sonando, niños aburridos en una obra para adultos, gente hablando fuera de tiempo o comiendo, interrumpieron más de una vez el clima sagrado que debe observarse en una sala de espectáculos.