Historia: los libres de la estancia El Carrascal

Esta hacienda, perteneciente en su época a los monjes agustinos, se estableció como uno de los centros de producción alfarera más importantes de la provincia. Fue, también, territorio en el que los esclavos podían comprar su libertad.

Historia: los libres de la estancia El Carrascal
Historia: los libres de la estancia El Carrascal

A principios del siglo XVIII, los monjes agustinos establecieron en su hacienda de El Carrascal una industria alfarera. Tal fue la importancia que cobró esta actividad que en toda la región de Cuyo a los que se dedicaban a la cerámica se les llamaba ‘carrascaleros’, en lugar de alfareros.

Dicha hacienda se ubicaba entre las calles San Martín y Belgrano, Gutiérrez y Peltier. Su casco se encontraba en el actual Centro Cívico y, dispersos entre la propiedad, estaban emplazados los ranchos de los esclavos alfareros.


Cerámicas celestiales
La alfarería que se desarrolló en Mendoza, en la hacienda de El Carrascal, fue íntegramente ejecutada por muchos esclavos de origen africano, pero dirigida totalmente por la orden religiosa de los Agustinos. Aquel producto fue requerido por miles, tanto en el territorio del Río de la Plata como en otros virreinatos y capitanías de Sudamérica.

En ese predio los esclavos fabricaban excelente y variadacantidad de piezas de loza ordinaria. Además de la buena arcilla con la que elaboraban su vajilla, los alfareros afroamericanos utilizaban una técnica especial con una pasta que le daba un acabado particular y marcaba un estilo muy distintivo al producto.

Estos talleres, que se encontraban en El Carrascal, se establecieron en principio para la construcción de tinajas pero luego fueron diversificando la producción a otros recipientes y utensilios.

Los religiosos transformaron este lugar en una importante fuente de ingresos para el convento, pero sus obreros fueron aún más lejos.


Comprar la libertad
En poco tiempo, más de 200 esclavos negros trabajaban sin cesar en el establecimiento agustino. Mayoritariamente los hombres realizaban tinajas, botijas, platos y jarros; ya que las mujeres se dedicaban a otros tipos de manualidades, como la fabricación de alfombras y esterillas. Otra parte tenía como principal tarea el cultivo de la vid y la elaboración de vinos y aguardientes.

En ese contexto social, todavía con signos esclavistas, llamaba la atención que los Agustinos pagaran a sus esclavos por su producción. Esto provocó que muchos afroamericanos tuvieran la oportunidad de comprar su libertad con el ahorro de su trabajo.

Durante aquel tiempo, los esclavos podían tener en ciertas ocasiones el derecho de propiedad, siempre y cuando su amo lo permitiera o les fuese dejada alguna herencia.

Estos ahorros hicieron que un crecido número de cautivos comprara su propia libertad a los religiosos quienes aceptaron la oferta. Se cree que este hecho que se produjo en Mendoza fue el único del que se tuvo registro en la América colonial.


Un mal negocio
La adquisición de la libertad por parte de los esclavos de la hacienda El Carrascal dio como resultado que los Agustinos tuviesen que pagar la mano de obra para todo lo que emprendieran. Los privilegios que adquirieron los ahora libertos, fueron precedentes para los demás esclavos de la región, quienes se sintieron avalados para hacer lo mismo con sus amos.

La autoridades civiles se alarmaron por este hecho y tomaron medidas a fin de impedir que los afroamericanos que vivían en la ciudad y sus alrededores, adoptaran una actitud similar a sus pares de la estancia agustina.

Con el correr del tiempo, el negocio de la alfarería, que fue monopolizado por los morenos, comenzó a tener graves problemas especialmente éticos; ya que muchos de estos trabajadores pedían un adelanto de dinero a sus clientes para luego no entregarles el pedido.

Esta “viveza criolla” hizo que el negocio cayera en picada dejando a los productores vitivinícolas al borde de la quiebra.

Como consecuencia, los Agustinos no sólo perdieron el control de esta industria a finales de ese siglo, sino que además los productores de vino sufrieron grandes pérdidas, porque tuvieron que vender sus productos por la mitad de su valor o tiraron buena parte de las cosechas por no tener recipientes donde almacenarlas.

Esta crisis hizo que los bodegueros optaran por barriles de madera, llevando a la desaparición a la industria alfarera.

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