En este revuelo de mundo moderno donde es importante recibir premios, ser reconocidos, en esta lucha cotidiana, día tras día, aunque muchos ciudadanos no se den cuenta, la gastronomía y las bodegas hacen importante a la provincia de Mendoza, incentivando el turismo y contrarrestando la desocupación. Son dos rubros que se complementan mucho.
Mi descripción será nostálgica porque llevo más de medio siglo de gastronomía, y me viene a la mente las bodegas de los pioneros de los inmigrantes: Gargantini, Giol, Baldini, Filippini, Furlotti y Gabrielli, entre muchas más.
En ese tiempo, solía vender vinos en el restaurante de mi madre Fernanda, pionera en la gastronomía italiana. Puedo decir que ella fue una de las primeras en Mendoza, en la calle Patricias Mendocinas al 1550, en una casa de adobe, no más de 10 metros de frente, que se llovía más adentro que afuera. Allí mi madre empezó, con una cocina de 2 hornallas y el piso espolvoreado con aserrín para no caernos.
Estaban también otros restaurantes que, como el nuestro, eran emblemas de la cocina italiana. Don Angelo, en calle Lavalle; 'O Sole Mío, de Patricias Mendocinas, a una cuadra de La Marchigiana (con Arturo de Matia, que también fue empleado de mi madre); Restaurante Trevi, de mis primos, Antonio y Federico (año 1963); Montecatini, en calle General Paz. Evoco asimismo a los empleados de mi madre: Roberto Porfiri, Giuseppe Vanescchi y Nicola del Papa, todos peninsulares muy creativos. Así fue surgiendo la fuerza del sabor italiano. La cocina mediterránea estaba dominada, en aquellos años, por la cocina francesa, y los grandes banquetes eran en el Plaza Hotel.
Un mozo muy anciano me contó que cuando vino el príncipe Humberto de Saboya era un día muy caluroso y cada tanto decía ¡"Qué caldo!" para referirse a la elevada temperatura ambiente, pero uno de los mozos entendió mal y fue a la cocina y le trajo una taza de caldo.
Retomo el relato con mi madre, quien sabía enseñar y conocía el servicio a la perfección. Creo que su grandeza fue la humildad, que hace que el ser humano llegue al corazón de los otros. Me conmueve recordar la vieja casona y ver hoy a la cuarta generación estar de pie con el objetivo de seguir con los viejos postulados, pero adaptándose al mundo moderno. Tanto es así que un turista italiano me dijo que el estacionamiento de autos que disponemos es muy difícil de encontrar en Europa.
Estos y otros adelantos son los logrados por mi hijo Fernando, quien supo continuar con los postulados de la gastronomía, como ayer yo creé la lasagna Fernanda en honor a su abuela, plato que sólo se hace con la preparación de alcauciles frescos casi antes del florecer primaveral.
El recuerdo de mi madre me emociona, y mucho más haber dado vida a ese plato, en reconocimiento a tantos que se fueron sin ningún premio.
María Teresa Barbera de Corradini
Comerciante
Experta en gastronomía