Historia de amor acuático

Un drama romántico y fantástico que repite el molde del amor sin barreras, pero en el extraño caso de una mujer y un anfibio acuático.

Historia de amor acuático
Historia de amor acuático

¿Qué tendrá La forma del agua, que se ha vuelto una de las favoritas del Oscar 2018? Lo que está pasando con esta película solo puede dejarnos con los ojos abiertos: son 13 las nominaciones que tiene pendientes en los premios de la Academia, y su periplo incluye ya dos Golden Globes, tres Bafta y varios otorgados por asociaciones de críticos y profesionales de la realización cinematográfica.

Es una de las favoritas, si no la (imagínense el énfasis en la palabra) favorita. Algunos ya hablan, incluso, de la “consagración” de Guillermo del Toro, su director.

Y todo por la siguiente historia: Elisa (Sally Hawkins, nominada al Oscar) es una empleada muda de limpieza, que un día descubre en la base militar secreta donde trabaja (la cosa sucede en Baltimore, Estados Unidos, en plena Guerra Fría), a un anfibio humanoide que traen para ser investigado.

Y no es bueno el trato que le dan, precisamente, a esa criatura que solía ser venerada en algún lugar del Amazonas (la interpreta Doug Jones, que había sido el fauno de El laberinto del fauno y Hellboy).

A medida que el extraño bicho come cada uno de los huevos duros con los que ella lo alimenta a escondidas, la historia va cobrando un giro romántico. Así, ella consigue hacerse amiga suya, y luego se cruzarán las fronteras de la propia especie. Arriesgamos: el hecho de que ninguno pueda hablar (se comunican con señas) los une profundamente, en un nivel preverbal.

Y poco a poco se produce el abracadabra que conjurará la magia de esta historia de amor, una de las más conmovedoras que haya dado el cine en los últimos años. Es entrañable, sí, a la vez que arriesgada, por mostrar un amor “interespecie” con una feliz vida sexual.

Pero lo que agradecerán los cinéfilos  será, sin dudas, la vuelta de Guillermo del Toro a la poética que lo hizo famoso.

Es que luego de Hellboy, la inexplicable Titanes del Pacífico y La cumbre escarlata, lo vemos volver a repetir la fórmula: una historia de época donde se respira violencia, que en un momento se vuelve extraña por la irrupción de un elemento fantástico. Para algunos, esta película se encontraría tan unida a El espinazo del diablo (2001) y a El laberinto del fauno (2006), que hablan ya de una trilogía.

Michael Shannon, quien interpreta a un militar que conjuga todos los males, tiene una actuación notable, al igual que la protagonista. Lo mismo puede decirse de las partes de Richard Jenkins, su mejor amigo (un diseñador gráfico gay y desempleado), y de Octavia Spencer, su mejor amiga y compañera del servicio de limpieza. Ambos están nominados como mejores actores de reparto, incluso. 

Para insertarla con éxito en el gran circuito de Hollywood propuso (claro está) un argumento atravesado por militares violentos e irracionales, anticomunistas conspiradores y, por supuesto, una mirada nostalgiosa del american way of life. Nada caería mejor en un tiempo donde se ha vuelto moda expiar, a través de la pantalla, las culpas de la sociedad norteamericana.

El guion, que escribieron Del Toro y Vanessa Taylor, propone una estructura narrativa clásica: tiene sus líneas obligadas, como hacernos creer que el machismo, la homofobia y el racismo solo pertenece a “los malos”, y sus flaquezas, como un final inexplicable y demagógico. Pero aún así vale.

La forma del agua estrenó en las multisalas argentinas el jueves pasado, junto a otra importante producción que compite por el Oscar a la Mejor película en habla no inglesa: la chilena Una mujer fantástica, protagonizada por una mujer transexual.

No hay excusas para no acercarse al cine de aquí al domingo que viene, que es el día de la ceremonia.

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