El 16 de mayo pasado, un camión que circulaba por la ruta 7 hacia Chile, no pudo mantenerse en su carril e impactó de frente a un minibús que venía por el carril contrario, provocando la muerte de cinco personas y dejando a dos víctimas malheridas.
El 23 de febrero, tres mujeres y una niña murieron al ser embestidas de frente por un camión que, en una sola maniobra, las llevó directo a la muerte, siempre en la misma ruta. También allí, el 18 de febrero de este año, el conductor de ómnibus de la empresa TurBus cargó sobre su conciencia la muerte de 21 personas y haber torcido la existencia, definitivamente, de muchas otras, al volcar debido a su manejo imprudente y con exceso de velocidad.
Desde hace años, la desidia y la falta de interés de los que deberían ser responsables, han convertido las rutas por las que transitamos los mendocinos en una trampa mortal. Los accidentes se repiten mes a mes; los muertos no hacen más que aumentar y la indignación de todos aquellos que pedimos responsabilidad, prudencia y justicia con los responsables, es tan intensa como efímera. Los políticos, frente a estas tragedias, que no dejan de repetirse casi cotidianamente, parecen convertirse en los tres monos sabios: tapan sus ojos para no ver a las víctimas, cubren sus oídos para no escuchar el grito de ayuda, y cierran sus bocas, incapaces de dar soluciones que logren detener las sucesivas muertes que se producen en las rutas.
Por otra parte, están los conductores de motocicletas, autos, ómnibus, camiones, los turistas novatos que jamás manejaron en un camino de montaña. Todos se comportan cada vez más imprudentemente por caminos que nadie recuerda cuándo estuvieron en óptimo estado.
Son personas que, cuando están al volante, pierden la razonabilidad e ignoran que, al manejar, están controlando su propio destino, el de sus acompañantes y el de aquellos inocentes con quienes se crucen. Para ellos, con tal de llegar primero a la bendita Aduana, no hay regla que los frene o, por lo menos, los haga disminuir la velocidad.
Gracias a la conjunción de los malos conductores, políticos sin respuestas y rutas destruidas, vemos que cada año la vida de cientos de personas se destruyen o se arruinan definitivamente por un apuro que no era “tan” importante.
Necesitamos medidas concretas para detener esta tragedia vial en continuado. Es hora de que todos tomemos conciencia y dejemos de jugar con nuestras propias vidas. Necesitamos más educación vial, más control, más prevención y, en última instancia, sanciones muy severas y reales. Las rutas, para algunos, significan un negocio. Por favor no dejemos que nuestras vidas también lo sean.
Doctora Rocío Lucena
DNI: 34.747.408