La detención del ex funcionario kirchnerista José López generó reacciones obviamente encontradas en el kirchnerismo y en el macrismo: unos buscaron despegarse y presentarlo como alguien que se manejaba de manera “autónoma” y otros, simplemente respiraron aliviados y celebraron.
Tras la difusión de la detención de López con los más de 9 millones de dólares en bolsos y los ribetes cinematográficos porque el escenario era nada menos que un monasterio en medio de la madrugada, el oportunismo mediático de oficialistas y opositores afloró naturalmente.
Dirigentes considerados kirchneristas dentro del peronista Frente para la Victoria, intentaron hacer lo políticamente correcto, aunque ello reflejara un importante nivel de hipocresía.
Mientras desde La Cámpora afirmaron por López que “este tipo de personajes no tiene nada que ver con lo que nosotros hacemos”, José Ottavis, uno de sus referentes, hasta llegó a culpar al ex funcionario por la derrota electoral de 2015: “¿Saben por qué perdimos las elecciones? Por los José López”.
Hasta la diputada Nilda Garré, que durante cinco años integró el gabinete de Néstor y Cristina Kirchner, intentó dar una rara versión acerca del ex número dos de Julio de Vido: “Creo que López actuaba con mucha autonomía, no sé cuál era la vinculación con el Ministerio (de Planificación)”. Increíble pero real.
Ocurre que muchas de las horas de trabajo de José López como el funcionario que manejaba la obra pública K, las pasó sentado al lado de Néstor Kirchner.
El relato vox populi durante la era “nestorista” indicaba que cada vez que Kirchner tenía que sentarse a “negociar” o “convencer” a algún legislador, intendente o gobernador en la residencia de Olivos -peronista u opositor-, lo recibía acompañado por López, que era quien detallaba de qué manera o con qué obra pública podían “premiar” el eventual apoyo del “invitado” de turno. Esa situación se daba, de manera recurrente, en la proximidad de elecciones.
Decir que López actuaba con “autonomía”, es como pensar que se hacía de unos millones de dólares a espaldas de Néstor Kirchner o Cristina Fernández, a hurtadillas. Como si se tratara de ex presidentes que “dejaban hacer” y permitían autonomía a sus colaboradores.
Poco serio.
En cambio, otros celebraron el episodio. Funcionarios del gobierno de Mauricio Macri respiraron “aliviados” al enterarse de la “buena nueva”.
Ocurre que el protagonismo mediático que adquiere por estas horas el nuevo culebrón K, no sólo iguala o supera el video de personas contando dinero en La Rosadita. Cuando el escándalo en torno a Lázaro Báez comenzaba a languidecer y los problemas económicos en los que está inmersa la sociedad se tornaban inocultables, apareció por arte de magia una noticia más atractiva que los precios en el supermercado o la inflación.
“Fue como un respiro, un alivio ver a López en todas las noticias”, admitió un dirigente del oficialismo.
Mientras, en Casa Rosada se entusiasmaban con la posibilidad de que el Caso López salpique prontamente a la ex presidenta Cristina Fernández.
Está claro que el Gobierno nacional va a necesitar algún otro caso “Lázaro Báez” o “López” si quiere llegar a fin de año con cierta tranquilidad. Los pronósticos económicos más optimistas sostienen que recién a fin de año podría verse alguna señal de mejoría que de todas maneras no alcanzaría para cambiar el malhumor social. Pero en su mayoría, los vaticinios hablan de 2017 como el momento en que se podrá palpar algún crecimiento o arribo de inversiones significativo.
Tal vez suene irreal que un caso de corrupción que atañe al gobierno anterior pueda apagar el malestar de la recesión del consumo y la caída del poder adquisitivo, producto de la inflación y como consecuencia del fenomenal ajuste de tarifas. Pero si efectivamente logra apagar ese malestar, estaremos hablando muy mal de la sociedad en su conjunto.