Cada uno de nosotros somos como “tuercas girando” en las redes sociales que, ante el dinamismo y el continuo cambio de las plataformas, un día estamos alejados de nuestros amigos mientras que al otro día nos volvemos a encontrar en el punto más cercano.
Pero los encuentros o desencuentros son bruscos debido a la falta de conciencia de la gente en cuanto al uso de las funciones públicas y privadas. Cada uno de nosotros comete el error de subestimar el alcance de nuestras acciones en dicho ecosistema hasta que es tarde. Esto empeora mucho más cuando comprendemos que hay un gran vacío legal y que, en caso de haber algún derecho, los grandes perjudicados seguramente serán los usuarios que hicieron la cuenta y no leyeron la letra chica.
La generación sub-15, a pesar de lo que muchos creen, son los más informados de esta pérdida de la privacidad que tienen. Por eso uno de los más vulnerables, Facebook, no para de perder audiencias por falta de protección a los usuarios, quedándose con “audiencias viejas” que ya entregaron todos sus datos a Mark Zuckerberg (recordemos el caso de Cambrydge Analytics)
A diferencia de Facebook, Instagram continuamente actualiza su red social y le otorga la posibilidad de privacidad en historias y fotografías a los jóvenes de hoy, por eso logra una gran permeabilidad en audiencias sub 35.
Ahora bien, toquemos el tema WhatsApp, la aplicación que traspasa todas las audiencias sin diferencia de edad. A esta altura, estoy en condiciones de afirmar que WhatsApp es una de las aplicaciones más inseguras del mundo ya que, con un poco de conocimiento técnico, se puede hacer un gran estudio de inteligencia y llegar en simples pasos a conocer datos íntimos de las personas. Desde que WhatsApp permitió invitaciones a los grupos mediante hipervínculos (link) abrió una gran ventana de inseguridad.
En esta era de la hipervisualización de nuestros datos es mejor tomar conciencia y entender a los peligros que estamos vulnerables día a día en cada una de nuestras interacciones con el celular.
