La noche abraza la inmensidad del Tíbet y aplaca el rabioso resplandor de la nieve en el lateral sur, a las 0.30 comienza el lento peregrinaje desde el campamento IV. Nada puede ocurrir si no se ha imaginado antes, a paso firme empieza a desnudarse la cumbre de hielo y roca del monte Lhotse, en la cadena del Himalaya.
Han pasado dos días de aclimatación en el campamento base de mayor altura, una espera forzada buscando aprovechar la ventana de buen tiempo para poder llegar hasta la cima de 8.511 metros; en la última etapa se une Rony Richard, un fotógrafo profesional norteamericano. Son dos penitentes hermanados por el mismo objetivo, pero cada uno sosteniendo su propio viaje interior.
A la vista, en frente, sobre los filos del monte Everest el pequeño brillo de las luces de los argentinos que se animaron a subir hasta el techo del mundo, apenas son las sombras de diminutas linternas de papel tras la bifurcación del camino. La mañana del 23 de mayo, de 2010, fue el día elegido para el ataque a la montaña.
Tras casi 5 horas de marcha... “El amanecer es impresionante, desde la cumbre se puede ver la meseta del Tíbet, es notorio como puede apreciarse la geografía del Himalaya, el cielo, los colores, el Everest en frente parece más imponente, uno se siente vivo”, recuerda en la conversación Matías Erroz.
El mendocino por la ruta oeste ascendió al Lhotse, la cuarta cúspide del mundo, buscando coronar su hazaña sin la ayuda de un tubo de oxígeno. “El desafío era hacerlo lo más deportivo posible, en solitario. Me hubiera gustado abrir una nueva ruta, pero todo fue muy rápido porque el clima generaba incertidumbre. Con un buen día había que tomar la oportunidad de atacar la cumbre”.
En tanto, guiados por los hermanos Benegas, cinco miembros del Club Andino Bariloche escalan el Everest (8.848 m) como parte de su proyecto Bicentenario.
"A diferencia del Everest, los caminos del Lhotse son muy poco visitados, para poder subir es necesario una vasta experiencia. Yo me había preparado bien y conté con el apoyo de Damián y Willi Benegas que me ayudaron con la logística", agregó el montañista.
En la víspera, luego de pasar por los campamentos bases I y II, lo aprendido en la montaña comenzó a jugar un rol protagónico. Erroz, que vivió parte de su infancia en Penitentes, aprendió de sus padres Norberto y Helena la pasión y el respeto por la montaña.
“En esta zona el camino se prepara previamente, muchos montañistas esperan que los sherpas marquen el ascenso con cuerdas fijas y escaleras cuando el camino se aleja del acceso al Everest. Yo quería subir y estaba dispuesto a no contar con las cuerdas”.
“En la cima, los sherpas (NdR: pobladores nativos, algunos se emplean como cargadores de equipos en las expediciones) colocan banderas de distintos colores. Cada una tiene un significado especial, provienen del budismo, sirven para bendecir, para agradecer, como protección”.
“No soy de dejar testimonios, pero cuando descendía encontré un clavo antiguo y lo traje de recuerdo”, explicó Erroz en aquella oportunidad. El mendocino, sin el apoyo de un tubo de oxígeno, logró hacer cumbre en solitario. Han pasado siete años, la montaña esta allí a sus espaldas, mezclada con aquella imagen de la memoria.
La morada de la nieve
El Himalaya (que en sánscrito significa ‘morada’ de la ‘nieve’), es una cordillera situada en el continente asiático, y se extiende por varios países: Bután, Nepal, China e India. Es la cadena montañosa más alta del planeta, con diez de las catorce cumbres de más de 8000 msnm, entre ellas la del Monte Everest.
En el Himalaya nacen algunos de los mayores ríos del mundo: el río Ganges, Indo, Brahmaputra, Yamuna y Yangtsé, en cuyos cauces viven no menos de 1300 millones de personas. Las montañas del Himalaya han influido sobre las culturas de Asia del Sur y muchas de ellas sagradas para el hinduismo y budismo.
Sus principales cumbres: Everest, K2 (8.611), Kanchenjunga (8.586), Lhotse (8.501) y Makalu (8.462).