Según el Informe Especial sobre los Océanos y la Criósfera en un Clima Cambiante (Srocc) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (conocido por el acrónimo en inglés IPCC), publicado en setiembre de 2019, en los últimos 10 años los glaciares de los Andes de Sur (Argentina y Chile) han perdido masa a una de las tasas más elevadas del mundo.
Esa merma alcanza un promedio de 80 cm de agua por toda la superficie englazada (29,500 km2) por año. Aunque los glaciares de los Andes del Sur representan tan solo 4% de la superficie de glaciares en zonas de montaña (sin contar Groenlandia y Antártida), representan más del 9% de la contribución actual de los glaciares de zonas de montaña al aumento del nivel del mar.
Un estudio publicado hace poco en la revista Nature Geoscience, del cual participaron tres investigadores del Ianigla, demuestra que el aumento del retroceso de los glaciares de Mendoza entre 2010 y 2018 ha permitido mitigar en parte el efecto de la mega sequía que está sufriendo la región. Sin embargo, a menos que tomemos acciones concretas para disminuir las emisiones de efecto invernadero, su poder de mitigación va a disminuir, y con él nuestra capacidad para hacer frente a las sequías.
Cómo se forman
Los glaciares se forman por la acumulación, compactación y recristalización de la nieve. Para que se desarrolle un glaciar es necesario que la nieve se acumule año tras año. Una de las particularidades más espectaculares de los glaciares es su capacidad de fluir. Los glaciares fluyen como lentos ríos de hielo, deformándose y quebrándose a medida que transportan el hielo formado en las partes altas de la montaña hacia las zonas inferiores, donde el calor del verano no solo no permite que la nieve se acumule año tras año, sino que también derrite el hielo de los glaciares, aportando agua a los ríos.
Por qué están perdiendo masa
Los glaciares tienden a buscar un equilibrio con el clima balanceando la masa que acumula en forma de nieve en la parte superior y la que pierde por derretimiento de la nieve y el hielo en la parte inferior. Si un glaciar está en equilibrio con el clima su tamaño no cambia. Sin embargo, si el clima varía, por ejemplo, produciéndose un enfriamiento o aumentando la acumulación de nieve en las zonas altas de la montaña, el glaciar va a avanzar, extendiendo su zona de ablación, para así contrarrestar la mayor acumulación. Mientras que, si ocurre lo contrario, el glaciar va a retraerse a zonas más elevadas para compensar el mayor derretimiento. Dependiendo de la velocidad y magnitud del cambio en el clima, pero también del tamaño y la capacidad de fluir del glaciar, el glaciar va a tardar más o menos en alcanzar un nuevo equilibrio. Durante el último siglo, pero con mayor intensidad en las últimas décadas, la temperatura media del planeta ha aumentado hasta llegar en la actualidad a casi un 1°C más que en la época preindustrial. La quema de combustibles fósiles y la deforestación a escala global son las principales causas del aumento en la concentración de gases de efecto invernadero, que actúan reteniendo la radiación emitida por la Tierra y así elevan la temperatura y generan lo que se conoce como cambio climático antropogénico. Debido a la modificación del balance energético del planeta, este aumento generalizado de la temperatura también influye en la precipitación, haciendo que algunas zonas, como la región pampeana se vuelan más húmedas, y otras como la región andina más secas. La alta tasa de pérdida de masa de los glaciares andinos indica que los mismos se encuentran en un claro desequilibrio con el aumento de la temperatura y la disminución de la precipitación de las últimas décadas. Las últimas proyecciones indican que, si no tomamos medidas urgentes para disminuir las concentraciones de gases de efecto invernadero, nuestros glaciares se van a ver fuertemente afectados, sobre todo aquellos de menor tamaño y a menor altitud.
En qué nos afecta
A escala global, la reducción de los glaciares influye directamente sobre el aumento del nivel mar. En los últimos 20 años la pérdida de masa de hielo en zonas de montaña equivale a 30% del aumento del nivel mar, superando a la contribución de Groenlandia y la Antártida juntas. Los glaciares son componentes vitales de los sistemas hidrológicos de montaña, son valiosas reservas de agua para el desarrollo de las actividades humanas, los ecosistemas y la recarga de acuíferos. Durante los periodos de sequía, el aumento en el derretimiento y la pérdida de masa glaciar aporta un excedente de agua a los ríos, mitigando en parte el efecto de la falta de precipitaciones. Sin embargo, esta cualidad no durará para siempre, el derretimiento de los glaciares trae aparejada una disminución de su capacidad reguladora de caudales y por consiguiente un aumento de la vulnerabilidad de los oasis irrigados a la falta de precipitaciones en cordillera. Por el bienestar de las futuras generaciones, es necesario que tomemos conciencia del papel fundamental de los glaciares y de cómo nuestro modelo de desarrollo los está afectando.
Un estudio publicado hace poco en la revista Nature Geoscience, del cual participaron tres investigadores del Ianigla, demuestra que el aumento del retroceso de los glaciares de Mendoza entre 2010 y 2018 ha permitido mitigar en parte el efecto de la mega sequía que está sufriendo la región.