Hernández: "Noy nada que me moleste más que nos pongan de ejemplo para criticar al fútbol"

Sergio "Oveja" Hernández, entrenador de los subcampeones mundiales de básquetbol, habla de qué es el éxito y del resultadismo. Imperdible.

Hernández: "Noy nada que me moleste más que nos pongan de ejemplo para criticar al fútbol"
Hernández: "Noy nada que me moleste más que nos pongan de ejemplo para criticar al fútbol"

Beijing-Amsterdam-Buenos Aires-Casa Rosada-Núñez. Lo único que quería Sergio Hernández el 17 de septiembre después de semejante periplo era tirarse en su cama. Pero antes, almorzar algo liviano. Fue al boliche habitual cerca de donde vive, el mozo -uno de los mismos de siempre- lo felicitó y se dispuso a sentarse. De repente, un hombre se levantó de la silla y comenzó a aplaudirlo. Y uno más. Y otro más. No quedó ni un comensal sentado. "Se paró el restorán entero. Eran cuatro o cinco personas de unas 20 mesas. Y no era en Olavarría, donde van los mismos de siempre. Yo me quería suicidar ahí mismo", recuerda el ovacionado Oveja.

Días después salió a cenar a un restorán de cubierto caro y renombre internacional en Vicente López. La tarjeta de crédito iba a doler, pero los gustos, si se pueden, hay que dárselos en vida. Pidió la cuenta y sacó la billetera. De golpe, sintió una presencia a su lado. Era el chef, quien lo miró fijo y exclamó: "¡Hernández, de ninguna manera! ¿Cómo va a pagar después de lo que hicieron por nosotros?"

Y Hernández, Sergio Hernández, el entrenador de los subcampeones mundiales de básquetbol, sigue asombrado. "Jamás viví algo así en Buenos Aires. Esto es una locura. Ni con Ginóbili ?pasó esto -avisa-. Todos los días recibimos muestras espontáneas de cariño. De la gente del palo y de la que se prendió a vernos de madrugada porque un Mundial es un Mundial. Es increíble. Y eso que a Mar del Plata no volví todavía".

Es un mediodía cualquiera con cielo gris en Buenos Aires y durante la hora y media de charla con Clarín habrá un par de interrupciones corteses para un apretón de manos y una foto con el entrenador. El mismo que después de dirigir a la Selección hacia un cuarto puesto en el Mundial de Japón 2006, la medalla de bronce olímpica en Beijing 2008, el quinto lugar en el Mundial de Turquía 2010 y la despedida de la Generación Dorada en Río de Janeiro 2016?, condujo a un equipo renovado hacia una medalla de plata lograda con identidad, estilo y básquetbol del bueno, que llevó al mundo a aplaudir nuevamente a la Argentina. Nada mal...

"Nunca en mi vida vi que sucediera esto en Buenos Aires con el básquetbol. Es irreconocible –describe-. Me para gente que no tiene idea del deporte. Me dicen: 'Gracias por el ejemplo que le dieron a mis hijos de que con trabajo y sacrificio se pueden lograr cosas' o 'Gracias a por darme una alegría en estos momentos en que el país necesita estas cosas'. ¡Im-pre-sio-nan-te!".


Sergio Hernández junto al base Facundo Campazzo.  | Gentileza.
Sergio Hernández junto al base Facundo Campazzo. | Gentileza.

-Una Selección es un equipo deportivo. ¿No es demasiado que la pongan como ejemplo de lo que debe ser Argentina?

-A ver… En el Mundial ?representamos al básquetbol argentino, desde la escuelitas de Ushuaia y de La Quiaca. Si se quiere, representamos al deporte argentino y hasta al país. Hay quienes dicen que cuando te ponés la camiseta argentina, no tenés por qué representar a nadie, no tenés que ser ejemplo de nadie. Lo lamento, flaco. Estás representando a tu país y estás siendo ejemplo de un montón de cosas.

-¿Es una Selección la Patria?¿No es un poco fuerte cargarle ese peso?

-Y, vos llevás tu bandera en el pecho en ese momento. Tus actitudes, tu ética, tus valores tienen que estar a la altura. Te guste o no, lo sientas o no, es así. Se toca el Himno, ¿me entendés? Vos tenés la camiseta argentina. La final del Mundial fue el partido más visto en la historia del básquetbol español. Lo que representes en ese partido repercute en la sociedad de manera muy fuerte. ¿Por qué tienen que estar a la altura un político, un soldado y nosotros no? Durante esos 20 días, fuimos embajadores de la Argentina.

-Con los triunfos hizo mella una mirada que comparó el juego del equipo con lo que debería hacerse en el país: un proyecto claro, jugar para el otro, ser solidarios… Se insiste: ¿no es un contrapeso excesivo?

-Eso me parece exagerado. Nos pone en un lugar en el que no estamos a la altura que nos pongan. Son cosas diferentes. No vamos a comparar las dificultades políticas de un país con las que pueda tener un equipo de básquetbol para ser el mejor posible y enfrentar a los rivales. Me parece incluso injusto para gente que tiene que gobernar una provincia, un país o una ciudad. En ese sentido, no corresponde ponernos de ejemplo.

-Lo que queda claro es que el deporte es un fenómeno sociológico increíble.

-Claro. Ahora, ¿por qué en el deporte se consiguen cosas que en otro nivel es muy difícil conseguir? La gloria que todos queremos se consigue de una sola manera: con un compromiso muy grande que te lleve a lograr una excelencia colectiva y te permita llegar a lo más alto que puedas. No se puede lograr absolutamente nada desde lo individual. Por lo tanto, entendemos lo que es asumir roles, respetar jerarquías, tácticas y estrategias, prepararnos enfocados en tirar para el mismo lado... Por eso damos charlas a nivel empresarial o político. Pero de ahí a que creamos que es trasladable a otros ámbitos es ponernos en un lugar que nos queda demasiado grande. No sé qué pasaría si vamos a la política. Lo que sí tengo claro es que nada se consigue si no hay un objetivo en común.

-Todos se trazan objetivos y pilares en los cuales sustentar lo que quieren. Pero después se habla más o menos de un equipo sólo por sus resultados.

-Es ridículo. Podríamos haber perdido con Serbia en los cuartos de final y haber quedado octavos en el Mundial y no hubiésemos tenido esta repercusión. Pero nosotros seguiríamos siendo el mismo equipo, con los mismos valores, la misma ética, los mismos códigos y el mismo compromiso. Hablar después de un resultado deportivo bueno o malo y sin estudiar bien a fondo la cosa es relativo. El resultado siempre relativiza todo. Podemos dar fe de que siempre estuvimos más enfocados en tener un óptimo rendimiento que en el resultado y podemos hablar con la mano en el corazón del orgullo por lo que hicimos. Pero no por el resultado en sí.

-Por eso tu frase: "Ganamos la plata; no perdimos el oro".

-Sé que generó una repercusión muy fuerte en la sociedad, pero si un mes atrás no hubiésemos ganado el oro panamericano en Lima?, yo habría dicho: "Perdimos el oro; no ganamos la plata". Porque no es todo lo mismo. A Lima fuimos a buscar ese oro, a prepararnos para el Mundial y a poner al equipo en un escenario de máxima presión. Logramos las tres cosas, que no siempre se logran. Si perdíamos, sin vergüenza hubiera dicho: "Perdimos el oro". Nos hubiéramos colgado la plata, subido al podio y saludado al rival, porque es algo que tenemos dentro nuestro, pero hubiésemos sentido un semi fracaso. En cambio, al Mundial lo consideramos un éxito apenas terminó el partido con España, más allá de la tristeza por haber perdido. Hablar del resultado, si no profundizás, es muy relativo.

-Te encanta hablar. ¿Aprendiste a manejar tu forma de declarar?

-Me cuido mucho a la hora de declarar, sobre todo cuando gano, porque cuando ganamos nos ponemos en un costado docente de la vida y decimos que en el deporte se gana y se pierde, que es un juego y que la vida es otra cosa… Pero cuando perdemos, decimos que es la vida o la muerte. Leo muchas declaraciones de protagonistas del deporte, la política y el arte y veo lo mismo. Por eso me cuido de no caer en la cosa narcisista o egocéntrica de tener ese aura de superado, cuando en realidad no lo estoy, porque cuando pierdo, no soy esa persona.

-¿Cómo lidiar con que te tilden de "exitoso" o "fracasado" de acuerdo al resultado y no al rendimiento?

-Vos no tenés un claro conocimiento de qué es el éxito o qué es el fracaso. En un momento de tu carrera, considerás que perder es un fracaso. Debés tener una preparación que no tenemos, porque más allá de lo que vos creés, tenés que absorber lo que viene de afuera. Esa enorme necesidad de la sociedad de ponerte como “exitoso” o genio si ganás o como “fracasado” si no te va bien. Es ridículo. No sos ni una cosa ni la otra.

-¿De este tema se habla en una sobremesa de la Selección?

-Sí. Tuvimos la suerte de contar en los últimos 20 años con tipos como Ginóbili, Oberto, Pepe Sánchez, Nocioni, Scola y ahora Campazzo, jugadores extremadamente buenos, que han tenido los mejores entrenadores en los mejores equipos, que recorrieron el mundo entero y que nos enseñaban mucho con un nivel de inteligencia y curiosidad por encima de la media. Ellos nos han enseñado que el verdadero objetivo es la búsqueda de la excelencia y eso te lleva un resultado determinado. Obviamente que todo lo que hacemos es para ganar, porque si no parece que uno es lírico. Todo lo que armamos es para ganar. Ahora, ¿qué es ganar? ¿A quién le tenemos que ganar? Un entrenador me dice: "Quiero ser como vos porque sos exitoso". Ok, ¿yo te parezco exitoso? ¿Y al lado de Popovich?? Entonces, ¿qué es ser “exitoso” y qué es ser “fracasado”?

-Le tenés que ganar a tu propia expectativa, a tu propio miedo, a tu propia tensión...

-Es que es así, no hay otra. Por eso el deporte “individual”, donde la motivación es propia, te enseña tantas cosas. En el atletismo, la gimnasia, la natación, ¿para qué laburan durante cuatro años, se entrenan, van al gimnasio, se cuidan en la comida y se miden hasta el sueño profundo? Si corren 100 metros en 10 segundos, si nadan contra los otros en minutos, si hacen una rutina de poco más de un minuto… ¿Me estás jodiendo? Ellos no se sienten contentos o tristes, “exitosos” o “fracasados”, en función de si ganan o no, sino en función del tiempo o la marca que hagan. Si no, ¿para qué se entrenaba el que corría contra Usain Bolt ?en lugar de decirle al de la pistola (el largador): "No dispares que voy a correr una carrera que ya sé que no voy a ganar"?

-¿Será que es un drama particularmente extendido en el país? Al cabo, en el Mundial dijiste: "En Argentina es el único lugar en el mundo en donde se trata al segundo como el mejor de los fracasados".

-Debe haber otros lugares, je, pero debemos revertir esa idea porque vamos a estar insatisfechos siempre.

-El problema es que se revuelve el cuchillo en la herida si no se sale primero.

-Sí, como si eso fuera un problema. Es mucho más difícil llegar a la final que ganarla, obviamente. Me ha tocado perder muchas finales y eso que el básquetbol es un deporte lógico. ¿Y el fútbol? Mirá la final Argentina-Alemania del Mundial 2014. Dominó Argentina y encima todavía me quieren convencer que el foul del arquero alemán (Neuer) a Higuaín no fue penal. ¡¿Me estás jodiendo, flaco?! Pero terminó el partido, ganó Alemania y automáticamente dicen: "Son fracasados".

-¿Por qué entonces el segundo puesto en el fútbol es eso y el segundo puesto en el básquetbol fue una fiesta nacional de gente que no tiene idea de cómo se pica una pelota y madrugaba para verlos?

-Posiblemente, porque el básquetbol no despierta las pasiones que despierta el fútbol. Y la pasión anula a la razón. El futbolista no puede admitir perder, porque se lo enseñaron sus bisabuelos, abuelos, padres… El entorno. Es un mandato. Seguro que los futbolistas estaban contentos por jugar la final del mundo. Pero… “¡Boom! Fracasado” . El entorno del fútbol es tremendo y eso que yo estoy en ese entorno. El problema no es el fútbol ni los futbolistas ni los entrenadores. El problema es lo que nosotros hemos creado alrededor del fútbol.

-Lo que se ha depositado...

-Un monstruo dañino, venenoso y a la vez necesario. Un fenómeno cultural. Una religión. Hay clubes que lo saben soportar y su organización está más allá de eso. Pero el entorno se mete y la cosa no cambia porque los protagonistas quieren ser políticamente correctos y tienen miedo de desafiar eso y de que los tilden de líricos o no resultadistas.

-¿Cómo tomás entonces que ese entorno use un éxito de otro deporte, como pasó con el Mundial de básquetbol, para pegarle a la Selección de fútbol?

-Es ridículo, es ridículo. No hay nada que me moleste más que cuando volvemos con un buen resultado se nos ponga de ejemplo para criticar al fútbol, que incluso no tomaría ese resultado como bueno. Y me llama la atención lo que se ve en los medios que existen por el fútbol. Hay una exagerada cantidad de gente que trabaja para opinar sobre el show que es el fútbol en Argentina. A veces no les debe quedar otra que montar un espectáculo. Cuando los conocés individualmente, les gusta hablar del deporte. Pero se ve que se suman a la locura y no les queda otra que actuar de policía bueno o policía malo y hacer lío, porque eso es lo que vende. Así estamos.

Sergio Hernández da un abrazo y camina hacia Núñez. El remisero enciende el auto negro de marca francesa hacia el diario, pero no puede más de la curiosidad.

-Por favor, decime quién es ese que le veo cara conocida pero no me sale el nombre.

-Sergio Hernández, el entrenador de la Selección de básquetbol.

-¡Pero claro! ¡Qué fenómenos esos pibes, che!

Pone primera y arranca.

Fuente: Clarín

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