El heredero de Chávez y las fuerzas armadas

El heredero de Chávez y las fuerzas armadas
El heredero de Chávez y las fuerzas armadas

Las multitudes en camisas rojas, puños cerrados lanzados al aire -imagen dominante del movimiento político que dejó tras de sí el presidente Hugo Chávez-, transmiten la sensación de ser seguidores unidos y leales al padre de su revolución y su heredero designado, Nicolás Maduro.

Sin embargo, bajo la superficie, el conjunto de facciones a las que Maduro debe enfrentarse parece de enormes proporciones, desde células armadas radicales en las barriadas de Caracas, pasando por burócratas privilegiados con fuertes vínculos con Cuba, el principal aliado de Venezuela, hasta el que podría decirse es el grupo prochavista más poderoso de todos: el dirigente fallecido reforzó la influencia de personajes militares séniors en toda Venezuela.

De los 20 estados de Venezuela a los que controlan gobernadores del Partido Social Unificado, creado por Chávez para consolidar su movimiento, a 11 los dirigen ex oficiales militares. Cerca de un cuarto de los ministros del gabinete de Maduro, que hereda de Chávez, ascendieron entre las filas de las fuerzas armadas. Poderosos personajes militares siguen en la dirección de empresas paraestatales, como la Corporación Venezolana de Guayana, un conglomerado en expansión, involucrado en la minería del oro y en la producción de aluminio.

La influencia de las fuerzas armadas, incluida una milicia que se cree que tiene más de 120.000 miembros, refleja los esfuerzos de Chávez, un ex soldado que lideró un fallido intento de golpe de Estado en 1992, para imbuir a la sociedad de ideales militares. Al mismo tiempo, toleró planes de enriquecimiento ilícito dentro de las fuerzas armadas, incluso, irritando a la censura internacional al nombrar para cargos importantes a poderosos generales acusados de participar en el narcotráfico.

“Ni siquiera Chávez podía gobernar sin sondear constantemente el panorama militar en busca de signos de resistencia, castigar periódicamente y purgar a algunos en las altas esferas jerárquicas mientras recompensaba a otros”, dice Rocío San Miguel, una académica jurídica que dirige una organización que monitorea los problemas de seguridad en Venezuela.

A diferencia de su predecesor, Maduro, ahora presidente interino y candidato en las elecciones presidenciales especiales programadas para el mes entrante, nunca sirvió en el ejército. Fue organizador sindicalista y legislador antes de fungir como el ministro de Relaciones Exteriores que viajaba por todo el mundo, de Chávez (enfrenta a Henrique Capriles Radonski, un gobernador estatal y ex candidato presidencial, en las elecciones. Capriles aceptó la nominación de la coalición de oposición el pasado domingo por la noche).

Analistas en seguridad en Venezuela no prevén que las fuerzas armadas le impongan a Maduro el reto clásico de que oficiales no reconozcan públicamente su autoridad o que planeen quitarlo del cargo. De hecho, en una acción que ha generado críticas de dirigentes de la oposición que dicen que la Constitución prohíbe a las fuerzas armadas tomar partido en las campañas políticas, el militar de mayor rango en el gabinete, el ministro de la Defensa, Diego Molero Bellavia, ya respaldó explícitamente a Maduro, llamando al electorado a “darle una buena paliza a todos esos fascistas” de la oposición.

El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, un ex oficial que participó en el intento de golpe de Estado de Chávez en 1992, también juró apoyar a Maduro. A Cabello, quien es uno de los personajes más poderosos en el movimiento político de Chávez y cuenta con amplio apoyo del ejército, se lo percibe con frecuencia como un potencial rival de Maduro.

No obstante, abundan las potenciales dificultades para Maduro en su relación con la élite militar, manchada por los escándalos y las críticas de otras facciones pro chavistas. Por ejemplo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos acusó a dos personajes militares séniors, Henry Rangel Silva, el ex jefe del organismo de inteligencia de Venezuela, y a Hugo Carvajal, el ex director de la Dirección General de Inteligencia Militar, de asistir en el narcotráfico del ejército guerrillero más grande de América Latina, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC.

El año pasado, Chávez nombró a Rangel como ministro de la Defensa, un cargo que tuvo antes de postularse exitosamente para gobernar el Estado de Trujillo, mientras que designó a Carvajal como director del organismo venezolano para combatir al crimen organizado. Ramón Rodríguez Chacín, otro ex oficial acusado de asistir a las FARC en la adquisición de armamento con las ganancias del narcotráfico, ahora es gobernador del Estado de Guárico.

Venezuela se ha convertido en uno de los puntos más grandes de transbordo de la cocaína de contrabando para Estados Unidos, y Walid Makled García, un narcotraficante capturado, dice que su red de contrabando quedó visible por la cooperación de varios ex generales, incluido Luis Felipe Acosta Carlez, un personaje político del Estado de Carabobo.

También existe una tensión enconada entre dirigentes militares y grupos pro chavistas, que ven que algunos en las fuerzas armadas se exceden en su autoridad, acumulan fortunas ilícitamente o sólo los ven como gerentes incompetentes.

En febrero, grupos indígenas del sur de Venezuela exigieron la renuncia de un alto general, Clíver Alcalá Cordones, acusándolo de pertenecer a la “burguesía reaccionaria de extrema derecha"”de las fuerzas armadas, después de que unos soldados bajo su mando actuaron para limitar la extracción de oro en algunas zonas.

Y en Ciudad Guayana, la ciudad industrial diseñada por urbanistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts y de Harvard en los años ’60, Rafael Gil Barrios, un ex oficial militar que es presidente de un enorme conglomerado industrial paraestatal ubicado allá, ha estado batallando con huelgas, lo que resalta la incapacidad de las empresas paraestatales para operar eficientemente y resolver la escasez de productos básicos.

“Chávez fue un maestro para enfrentarse a intereses muy diferentes y mantenerlos unidos como el dirigente indiscutido” opina Jennifer McCoy, directora del programa América del Centro Carter en Atlanta. “Maduro tiene el temperamento para hablar con diferentes personas, y puede ser bastante razonable y pragmático. Pero necesitará todas sus habilidades de negociador para manejar las ideas y los intereses contradictorios dentro del movimiento”.

Chávez monitoreaba constantemente a las fuerzas armadas en busca de signos de disenso, seleccionando a cientos de oficiales a los que se percibía que tenían lealtades cuestionables, destituyendo a ministros de la defensa y encarcelando a oficiales de alto rango de quienes se sospechaba conspiraban para derrocarlo.

Un ex jefe del ejército, Raúl Isaías Baduel, quien ayudó en el retorno de Chávez al poder después de un breve golpe de Estado, rompió con él en 2007. Lo arrestaron en 2009 bajo cargos de corrupción, acusaciones que él sostiene son represalia por sus críticas hacia Chávez, y sigue encarcelado hasta hoy.

Descifrar esos cambios en la lealtad dentro de las fuerzas armadas obsesiona a algunos en esta ciudad para tratar de encontrar el sentido de lo que se avecina: “Los militares escogen el lado que los favorece más”, señaló Carlos Diz, de 51 años, un técnico en aviación. “Podrían decir que apoyan a Maduro y quizá no pase nada por ahora, pero no pueden estar satisfechos con un poder civil después de 14 años de Chávez”.

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