Henning Mankell: el creador del detective inmortal

El maestro de la novela negra escandinava, el creador del famoso detective Wallander, uno de los narradores más leídos y celebrados en Europa y América Latina, falleció esta semana en su Suecia natal. Las claves de su obra.

Henning Mankell: el creador del detective inmortal

Kurt Wallander nace y crece en en el sur de Suecia. Es inspector de policía y trabaja como detective en la comisaría de Ystad. Lleva una relación complicada con el alcohol, la comida rápida y las mujeres.

Abrumado por la culpa hacia su padre y su hija, frustrado por su matrimonio roto, inseguro respecto a su capacidad como policía, lastrado por el sobrepeso y el ocasional abuso del alcohol, fracasado en su amor por la ópera, el inspector -hay que aclararlo- tiene el plus de ser un personaje de ficción.

“Los personajes son como amigos imaginarios con los que puedes contar y a los que puedes recurrir cuando lo necesites”, escribió su creador, el escritor sueco Henning Mankell, en el Posfacio de “Huesos en el Jardín”, una de las 12 novelas  protagonizadas por su famosísimo detective. Las subtituló “Novelas del desasosiego sueco”.

Wallander  (y por ende Mankell) adquirió fama internacional gracias a una serie de novelas negras que, incluso, generó su propio club de fans y una cadena de traducciones a treinta y siete idiomas. También el personaje llegó al cine, interpretado por el actor sueco Rolf Lassgård (al que Mankell dedicó su libro “La pirámide”) e inspiró una serie de Tv.

De hecho, con la publicación de “La pirámide”, que recoge las investigaciones del joven Wallander previas a la serie completa, Henning Mankell explicó  su relación con el aclamado Wallander a lo largo de los años.

“Wallander y yo no nos parecemos mucho. Sólo tenemos tres cosas en común: la misma edad, nos gusta la ópera italiana y trabajamos mucho”, detalló. Y echó luz sobre el contexto en el que ambos transitaban, dentro y fuera del papel: “No me arrepiento de una sola de las miles de líneas que he escrito sobre Wallander . Esos libros siguen vivos porque constituyen un reflejo de la Suecia y la Europa de las décadas de 1990 y 2000. (...) El mundo del libro está en proceso de transformación. Como siempre.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que lo que cambia es el modo de distribución del libro, no la obra en sí. El hecho de sostener en las manos las páginas entre dos cubiertas. Cada vez habrá más gente que se vaya a la cama con la tableta, sí, pero el libro físico jamás desaparecerá. Y creo que también habrá cada vez más personas que, sin ser retrógradas, volverán al libro tradicional. El tiempo dirá si tengo o no razón.”

La noche del domingo 4 de octubre, en Gotemburgo, Mankell falleció a los 67 años. El último libro antes de dejar este plano, “Arenas movedizas”, contiene esta reflexión: “El tiempo es una flecha que corta el aire en una única dirección. Hacia adelante. No podemos dar la vuelta al tiempo y pedir que la flecha vuele hacia atrás. Esa es una de las mayores injusticias del mundo en el que vivimos, que algunas personas tengan tiempo para pensar mientras que a otras nunca se les ofrece esa posibilidad.

Poder buscar el sentido de la vida debería incluirse en las declaraciones de derechos como algo obvio. Otras personas encuentran su verdad en las religiones. Y otras observan las estrellas. Siendo niño, una noche de invierno en que me había desvelado,vi a un perro solitario correr a la luz vacilante de una farola y luego desaparecer otra vez en la oscuridad. A veces pienso que todas mis preguntas sobre la vida y la muerte, el pasado y el futuro, tienen que ver con aquel perro solitario que corría de puntillas de una sombra a otra.”

Ese desasosiego se transunta en toda la obra del escritor. La violencia y la perplejidad; la impotencia y la desintegración, son las claves con las que la novela negra (sobre todo la nórdica) lee la radiografía de nuestro tiempo.

Porque lo que hizo Mankell para cautivar a miles de lectores no fue sólo lograr una gran saga sino poner en discusión, desde una perspectiva crítica, las incomodidades que palpitan bajo las apariencias de perfección de los estados avanzados de Europa.

La mano del policial nórdico 
Se consagró como novelista, pero Mankell también escribió libros infantiles, obras de teatro y guiones cinematográficos.

Wallander apareció por primera vez en 1989, en la novela “Asesinos sin rostros”. El primer nombre que saltó fue “Kurt”. Buscó apellido hasta que encontró “Wallander”. Luego creó su biografía: lo hizo nacer en 1948, el mismo año de su nacimiento.

¿Cómo escribir la mejor novela negra?, se planteó. Y le pareció que no había nada más perturbador, como referencia, que la tragedia griega: “Una obra como Medea, sobre una mujer que mata a sus hijos por celos de su marido, nos muestra al ser humano en el espejo del delito. Las contradicciones que existen entre nosotros y en nuestro interior. Entre los individuos y la sociedad, el sueño y la realidad.

A veces afloran en forma de violencia, como el caso de los enfrentamientos raciales. Y ese espejo de criminalidad puede rastrearse en los autores griegos clásicos. Nos siguen inspirando hoy. La única diferencia es que en aquella época no existía la policía como institución. Los conflictos se resolvían de otro modo. Y, muy a menudo, eran los dioses quienes gobernaban los destinos de los hombres”.

Y Mankell, considerado por muchos como "el gran patriarca de la literatura policiaca escandinava" , también era conocido como activista de izquierda, por su apoyo en la lucha contra el sida y por su trabajo en el continente africano, donde durante años fue director artístico del Teatro Avenida de Maputo en Mozambique.

El que le dio luz a lo que la nieve silencia

Por Patricia Slukich - Jefa de Sección Estilo

Ascético, al hueso, áspero, mimetizado con la gélida geografía nórdica. Así es Kurt Wallander, ese inpector de policía sagaz y solitario que, igual al hielo que pisa en los tránsitos de búsqueda, no se quiebra ni un poco ante el descubrimiento atroz de la muerte.

Henning Mankell, el hombre que supo cómo transmitirnos esas sensaciones encontradas, entre el frío y el calor de las pasiones humanas, no se identificaba ni un poco con este personaje que diseñó para nosotros a lo largo de sus once novelas.

“Wallander y yo no nos parecemos mucho. Sólo tenemos tres cosas en común: la misma edad, nos gusta la ópera italiana y trabajamos mucho”, supo decir hace diez años en una entrevista para El País de España.

Sin embargo, Wallander sí puede pensarse como el alter ego de su creador. Pues la novela negra, luego de la aparición de “Asesinos sin rostro” (la primera entrega de la serie, en 1990), dio un salto notable, no sólo en sus temas sino en el modo de presentarlos.

Mankell supo cómo construir un crítico retrato de la Europa posmoderna a través de la palabra. Y fue Kurt Wallander (su personaje) el que se lo colgó en el cuerpo.

Desde la abismal soledad silenciosa -que en sus libros es paisaje y comportamiento- Mankell dio cuenta de las problemáticas de los inmigrantes, la violencia de género, la angustia acechando en el vacío de las sociedades nórdicas ‘perfectas’. Todo lo puso bajo la luz de la nieve que todo lo acalla. Así de esencial, así de inquietante, es la obra que ha dejado este autor al que extrañaremos tanto.

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