"Hemos comprendido que nos puede pasar a todos”

La pediatra oriunda de Godoy Cruz se mudó a Chile hace más de dos décadas. Después de revalidar su título, pudo ejercer su especialidad. Hoy es voluntaria en la zona incendiada.

"Hemos comprendido que nos puede pasar a todos”

Se llama María Inés Juaquin (55) y hace 24 años que dejó su Godoy Cruz natal para trasladarse a Chile. Ya vivió en en Quillota, en Santiago, y ahora tiene residencia en Con Con, donde ejerce la Pediatría.

La mendocina está en la zona cero de Valparaíso. Asistiendo a los niños del Cerro La Merced, y a cualquiera que lo necesite, la mujer se mantiene alegre a pesar de la triste realidad que la rodea, y reconoce que de esta situación todos saldrán trabajando.

Durante muchos años, Inés convivió con las salas de urgencias, por lo que está acostumbrada a enfrentarse a situaciones límite.

“Se quemó el centro de salud que está ubicado en Las Cañas -uno de los cerros lindantes que también fue consumido por las llamas- entonces, en el hospital donde trabajo pidieron voluntarios y me ofrecí”, contó la médica, sin rastro alguno de su acento natal.

Y agregó que la relación que tienen los chilenos con Valparaíso es muy fuerte, y por eso los ofrecimientos solidarios, tanto materiales como afectivos, han sido tan grandes.

Ayer, la especialista recibió a Los Andes en la sala de urgencia implementada en el Club Juventud Pajonal, en el corazón del cerro.

Un camino de ida

Allá por 1989, Inés conoció a su esposo en Mendoza. Él era un exiliado chileno que había escapado de la dictadura y se había establecido en Cuyo. Ella ya se había recibido de médica en la Universidad Nacional de Cuyo.

“Cuando viajé para Chile tuve que revalidar mi título. Una vez que lo hice, estuve trabajando durante 10 años como médico general y después ya pude dedicarme a mi especialidad”, contó.

Los motivos de su traslado, además de que su esposo quería volver a su tierra, estuvieron también relacionados con lo profesional.

“Me interesa cómo se trabaja en la medicina chilena. Acá es muy buena y eso para mí fue un estímulo”, relató añadiendo que otro atractivo fue el panorama económico, mucho más estable que en Argentina.

Las dos hijas de Inés son chilenas, se llaman Sofía y Paloma. La primera estuvo estudiando en nuestro país y lo que más destaca la joven es la solidaridad y la confianza que transmiten en el país vecino.

“Lo bueno que tiene Chile es la organización. Acá es todo muy organizado. Si hubiera un desastre en Argentina la solidaridad estaría igual, pero no sé si tan organizados”, opinó.

Su labor en la tragedia

Inés se hace un minuto de su apretada agenda y recibe a los periodistas argentinos en su consultorio provisorio. Mientras atiende el teléfono y pide más suministros médicos, charla sobre su experiencia en los cerros.

“Cuando llegué, vi el estado de devastación. Pero también vi mucha dignidad y trabajo por parte de la gente. En vez de llorar, se pusieron a trabajar. Eso es muy bueno”, dijo.

De todas formas, describió que muchas de las personas con quienes se cruzó “parecían alienadas” y que lo único que querían era regresar a sus casas y recuperar a sus mascotas.

“Muchos perdieron sus remedios para tratamiento de enfermedades crónicas. Así que es lo primero en lo que tuvimos que ayudar. Eso fue lo principal, después había muchos que habían sufrido accidentes pequeños”, comentó.

La mendocina indicó que en Chile ya están sensibilizados por los desastres y por eso, la labor voluntaria fue masiva: “Hemos comprendido que nos puede pasar a todos; por eso, la ayuda es de todos los sectores sociales, para todos”.

Chilenoargentina

La pediatra admite que se siente ciudadana de los dos países y que viaja poco hacia Godoy Cruz, porque tiene familia distribuida por diferentes puntos cardinales.

De todas formas, hay algunas costumbres de sus pagos que extraña. “El mate es algo que sí extraño, la comida no tanto, porque igual se hace acá”, dijo.

Igual, va más allá y dice que la familia es lo primero y que luego añora el valor de la amistad. “Acá hay una estructura social distinta, casi tribal. El chileno es medio desconfiado. Hay amistades, no te digo que no, pero es diferente a las que hay allá”, relató.

Por último, aseguró que aunque en un principio la adaptación fue muy difícil, la organización y el perfeccionismo que tienen los chilenos es algo que la terminó de convencer: “Es algo que pasa en todos lados, pero acá sucede sobre todo con los extranjeros. Después te acostumbrás”.

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