"A mi viejo le decían el Pelé de Luzuriaga" comentó con lógico orgullo su hijo mayor, Marcelo Héctor (48), cuando trajo a la memoria la época de futbolista de su papá, Héctor Nicanor Ruiz, a fines de los '50 y comienzos de los '60.
El "Bruja", como entonces se lo conocía en las canchas mendocinas, respondió con una sonrisa propia de su modestia y timidez habitual cuando escuchó ese encendido elogio de su hijo mayor. Se lo recuerda de modo especial con los colores de su querido Luzuriaga en la Primera "B" donde desarrolló la mayor parte de su campaña hasta que muy joven alrededor de los 30 años dejó de jugar oficialmente por razones de trabajo.
También se mostró en Andes Talleres en la misma división del ascenso y en Boca Juniors de Bermejo, cuando logró el ansiado objetivo de actuar en Primera División. Se desempeñó como volante derecho una función para la que reunía habilidad, buen dominio de la pelota, claridad e inteligencia para asistir a sus compañeros de ofensiva y construir de esa manera los ataques de su equipo.
Por otra parte siempre resultó un deportista de muy bajo perfil, callado y de pocas palabras, trato respetuoso, buen compañero, que fuera del fútbol se refugió habitualmente en la intimidad de su hogar, y en el amor de sus seres queridos y en el trabajo para mantener a su familia. Nacido hace 75 años (10-01-38) en Santiago del Estero, fue el único varón de cuatro hermanos: Thelma, él y las Mellizas Fanny y Nelly, quedó huérfano a muy corta edad.
Se inició futbolísticamente en Central Norte de Salta donde llegó a jugar en la Selección de esa Provincia. Se radicó en Mendoza a los 20 años en la época que debió cumplir con el servicio militar obligatorio en la IV Brigada Aérea porque su destino resultó la aeronáutica. Cuando quedó bajo bandera un cabo descubrió sus condiciones y lo llevó a la entidad del departamento de Maipú con esta advertencia;: "Si no juega en Luzuriaga no sale nunca más franco".
"Siempre jugué en esa entidad porque el club nunca me quiso transferir de manera definitiva. Cuando fui a Andes Talleres y Boca Juniors lo hice a préstamo por una temporada y sin opción a definitivo. Ni siquiera me quisieron negociar cuando me vinieron a buscar de San Lorenzo de Almagro y me había hecho la ilusión de pasar al fútbol grande" señaló el "Bruja" con esa sencillez que caracteriza sus gestos y movimientos. Otro de sus hijos, Claudio Leonardo (39), que también lo acompañó en la amable charla con Más Deportes al igual que Marcelo, dio fe de esa opinión: "Parecía que el papá era parte del patrimonio del club porque cuando lo hablaron de San Lorenzo para no transferirlo pidieron más de lo que valía Pelé".
El "Bruja" es un vecino muy apreciado y respetado en el Barrio Villa Elisa donde reside rodeado del cariño e inmenso amor de su esposa Eva González y de sus sus cuatro herederos: Marcelo Héctor, Roxana Marcela, Silvana Lourdes y Claudio Leonardo y sus ocho nietos que son su debilidad: Andrés, Joaquín, Malena, Carolina, Celeste, Rocío, Virginia y Renzo.
El 8 Azulgrana
Después de jugar entre 1959-1962 en Deportivo Luzuriaga, a la par de compañeros como Diyunes, Martínez, Botta, Gutiérrez, Miranda, Lucero, Casanova, Morales, Zamarián, Attori, Cabáñez, Andrade, Reyes, León, Chaves, Carrasco, Silva, López, Distéfano, Calis, Vera, Petri, Dalvin, Quinteros y Acendón, llegó como refuerzo a Andes Talleres que en la temporada de 1961 había perdido por primera vez en su historial deportivo la categoría.
"¿Qué es de la vida del Bruja?" exclamó sorprendido a modo de pregunta el "Melo" Jorge Eduardo Giarrizo:
"En esa época había empezado a jugar en las inferiores que dirigían Amézqueta y Quiroga y como todas las divisiones entrenaban en la nueva cancha que se había inaugurado en mayo de 1962 con la visita de Boca Juniors de Buenos Aires siempre estaba cerca de los jugadores de la primera a los que también seguía cuando Talleres jugaba de local. Me acuerdo muy bien del "Bruja " Ruiz, que se había incorporado a préstamo esa temporada procedente de Luzuriaga. Se recostaba sobre la derecha con el ocho en la espalda la posición que antes habían ocupado Efraín Medina, el Tricota Martínez y el mismo "Mariposa" Alberto Ortiz.
Tenía mucha técnica, le sobraba calidad, sabía mover la pelota y asistía a dos delanteros muy peligrosos como el "Canty" Gómez y "Patoruzú" Rodríguez que había llegado de Tunuyán en 1960 cuando fue el máximo goleador del campeonato y que corriendo parecía un galgo por la velocidad que tenía. Cuando Talleres lo quiso comprar definitivo apareció una cláusula de que tenía que regresar a Luzuriaga. Me alegro que se hayan acordado del "Bruja" porque en el club dejó un grato recuerdo", confesó el "Melo" con su habitual cortesía.
Pedro Edgardo Casado, conocido en el ambiente del fútbol por su gran pasión Azulgrana, sentimiento compartido con los Rojos de Avellaneda en Buenos Aires, que inició su extensa carrera de dirigente en la presidencia de David Tito Guiñazú en los años 70, acercó con su excelente buena memoria un testimonio realmente valioso de aquel torneo del ascenso de 1963: "Lo llamativo es que Andes Talleres marcó 109 goles a favor en 22 partidos, 28 más que Luján Sport Club que convirtió 81, y sin embargo esa contundencia ofensiva no le alcanzó para salir campeón y volver a la "A".
La diferencia estuvo en el partido de la primera rueda en el Bajo cuando el Granate se impuso 4 a 3 y sacó una diferencia que al final resultó decisiva porque terminó invicto y subió de categoría. El partido que más recuerdo fue un 11 a 0 favorable en nuestra cancha sobre San Roque con 4 goles del "Canty" Gómez, 3 del "Patoruzú" Rodríguez, 2 de Morón, 1 del "Chueco" Villegas y 1 más del pibe Trejo.
Esa tarde el "Brujita" podría haber convertido un par de goles pero como siempre prefería asistir al compañero mejor ubicado. El club no lo pudo retener porque no le habían dado la opción", contestó Pedro ante la consulta de Más Deportes.
Gran Equipo
El propio "Bruja" , en la charla compartida con sus hijos Marcelo y Claudio, a la que luego se sumó su nieto mayor Andrés, dio su opinión de aquel feliz momento futbolístico que vivió en la entidad de Godoy Cruz: "Ese año Andes Talleres armó un gran equipo porque el objetivo de la dirigencia era el retorno a la primera. "Tito" Corvalán fue el arquero titular porque el "Cebolla" Marchena había pasado al Deportivo Maipú.
En algunos partidos también atajó Martín Neglia, un joven de excelentes condiciones para el puesto que provenía del semillero y que también se había destacado como jugador de básquetbol. Rebolloso y Eibar, que entonces estudiaba medicina y al que nosotros ya le decíamos "el doctor" antes que se recibiera, constituían la zaga central donde antes se habían lucido Troncoso y Elías Romero.
En el medio trabajaban el "Chueco" Villegas por la derecha, que después se fue a jugar a Unión de Santa Fe recomendado por el Cholo Converti, Domingo Espejo, un veterano de larga experiencia con pasado gimnasista se movía por el medio y Zamarián por la izquierda.
Arriba Trejo, yo, el 'Patoruzú' Rodríguez, que en el centro de la delantera con su pique increíble hacía acordar a Manfredini, el 'Canty' Gómez, un delantero impetuoso que tenía el arco entre ceja y ceja, y Acendón o Morón en el extremo izquierdo. Pese a que hicimos más de 100 goles no logramos el título, que merecidamente se lo llevó Luján luego de una gran campaña.
En ese campeonato Talleres ganó 17 partidos, empató 4, perdió 1 y con 38 puntos terminó a sólo una unidad del Granate, que reunió 39 puntos, porque venció en 17 y empató 5.
Me acuerdo que entre otros tenían a Ramón Sacaba, Gabriel Mattioli, Osvaldo Marcucci, Hugo Mario Oros, Carlos Moyano, Alfredo Aguilera y Enrique Bricco, que al año siguiente vino a Talleres. Me acuerdo también que en el club había muy buenas inferiores con proyectos como Martín Neglia, que debutó ese año; el "Melo" Giarrizo, los mellizos Salvador y Raúl Signorelli, Julio César Nené, Juan Carlos Cuevas y Tito Magallanes, entre muchos más".
El "Bruja" se despidió de Andes Talleres para regresar a Luzuriaga el domingo 6 de octubre de 1963. Esa tarde el conjunto Azulgrana derrotó en condición de local 6 a 3 a Chacras de Coria con Martín Neglia; Distéfano y Eibar; Villegas, Espejo y Zamarián; Carlos Gómez, Ruiz, Rodríguez, Morón y Acendón.
Por esas hermosas cosas que siempre brinda el fútbol Ruiz -el gran estratega del equipo, el armador del juego, el permanente asistidor- resultó el autor del sexto y último gol. Como si el destino hubiera puesto la pelota en sus pies frente al arco para que se despidiera con todos los honores. Al regresar a la institución del departamento de Maipú fue elegido capitán por sus propios compañeros hasta que en 1967, al ser contratado por Boca Juniors de Bermejo vivió su primera y valiosa experiencia en el fútbol de la "A".
Otras Ligas
"El trabajo o el fútbol", fue la sugerencia que recibió de sus jefes cuando había ingresado como empleado de la Bodega Tupungato, alrededor de los 30 años de edad, acaso en la madurez de su campaña como jugador.
Cuenta que no lo pensó dos veces porque a sus espaldas había una familia que crecía día a día y a la que había que alimentar, por lo que dejó de jugar al menos oficialmente. Pero nunca se desligó totalmente porque, como cuentan sus hijos, "al papá lo venían a buscar de todos lados" y los fines de semana participaba en aquellos inolvidables torneos de la Liga Lasherina, de los certámenes que anualmente organizaba Femefa (Federación Mendocina de Fútbol Amateur) y de la Liga de Costa de Araujo y Gustavo André.
Hasta de los campeonatos laborales, cuando había ingresado como empleado a Cristalerías de Cuyo, donde una vez hizo un gol desde la mitad de la cancha, como dijo con encendido orgullo su hijo Leonardo.
Así, a través del fútbol, su gran pasión además de su familia, se relacionó con figuras señeras del fútbol mendocino, a algunos de los que nombró con admiración y respeto: el Maestro Víctor Antonio Legrotaglie, Sergio Abel Vázquez, Atilio Civitillo, Eduardo Lalo Bazán, el Loco Oscar Ramón Fornari, el Toto Juan Carlos Díaz, Carlos Ramón Montagnoli y Orlando Vicente Garro.
Héctor Nicanor Ruiz: el "Bruja" tenía la escuela del potrero
Fue un futbolista que se destacó a fines de los años ’50 y comienzos de los ’60 con los colores del Deportivo Luzuriaga, Andes Talleres y Boca Juniors de Bermejo. Desde su función de volante derecho se lo recuerda por su buen pie, dominio de la pelota
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