“Se trata de un puntero-puntero, de esos que pican toda la tarde, incansable por el corredor de la derecha, capaz de sacarse la marca de encima con su perfecto juego de cintura y de colocar un centro a media altura o de rematar a la carrera bajo y esquinado con inusitada violencia para hacer estéril el vuelo de cualquier arquero”.
Se escribía en el diario Los Andes en los años 50 para destacar el juego de Héctor Hugo Domínguez, aquel wing derecho de Andes Talleres que, cuando pisaba el área con su pique veloz e imparable, como comentaba nuestro diario, definía fuerte y bajo con pelotas tan bien dirigidas que se metían junto al palo.
Desde entonces se lo conoció como el Torero, apodo que ya traía de los potreros de San Rafael, porque se decía que jugaba a “capa y espada”, con precisas estocadas.
Con sus amagues a lo Garrincha, según los periodistas deportivos de esa época, y los festejados y repetidos “oles” de su tribuna, se convirtió en uno de los jugadores más queridos y admirados de aquel conjunto Azulgrana que fue un equipo que siempre peleó la punta en esos tiempos.
Como aquel merecido título de 1956, alcanzado luego de dos emotivas finales frente al Atlético San Martín, al que superó 2 a 1 en el primer partido (04-11-56) e igualó 0 a 0 en el segundo (11-11-56)
Hasta ese momento la tercera estrella en el historial cervecero, que había sido campeón invicto en 1946, aunque se le dio por perdido un partido que había empatado con Independiente Rivadavia en los escritorios de la Liga, y en 1955, después de dos finales con Godoy Cruz (2 a 1 y 0 a 0).
En las charlas del café aquellos hinchas que entonces tenían pantalones cortos y que hoy peinan canas, y que incluso llegaron a ocupar cargos directivos en las exitosas gestiones de Héctor Amílcar Robles (Campeón 1971) y de David Tito Guiñazú (Regional 1982) como Guillermo Mugular, Cacho Moya y Pedro Edgardo Casado, todavía se emocionan cuando se recuerda a aquellos campeones del 56: el “Pelado” Juan Carlos Moreno, el “Cebolla” Julio Marchena, Antonio Altamiranda, Rolando Bolognesi, Pastor Acosta Barreiro, Jorge Manino, Félix Carrión, Felipe Gallego, Héctor Hugo Domínguez, Antonio Prescopio, Efraín Medina, Italo Argentino Españón, el “Pacha” Bernardino Marina, Ulises Triador, Orlando Cipolla, Pablo Domínguez, Carlos Oros, Rubén Cordón, Antonio Allemany, Félix Ascendón, Pedro Escalona, José Giarrizo, Santiago Zelada y Gabino y Esteban Echevarrieta dirigidos por Tomás Goldsack (DT) y Leonardo Paludi (PF). Los mismos nombres que el Torero también evoca con igual emoción y nostalgia.
Gran Porvenir
A los 82 años (25-05-32), muy bien llevados como que todavía se anota en los picados recreativos que se organizan todos los sábados en el predio de Las Carmelitas y con una memoria fantástica para acordarse de nombres, fechas y resultados de hace 50 o 60 años, "aunque por ahí me olvido de lo que pasó ayer", como comenta sonriente en su hogar de la calle Alberdi al 377 de la cuarta sección donde recibió a Más Deportes, el Torero se traslada a aquella infancia de su San Rafael natal.
En la charla mientras muestra fotos y recortes de su rica trayectoria lo acompaña su nieto de 8 años Giovanni Belbruno, hincha de River Plate y de Atlético Argentino que juega de número 10 en las inferiores Albicelestes y que también practica rugby en el Mendoza Rugby Club.
Su hija Andrea Lourdes, que se recibió de escribana en 1996; su yerno Gustavo y su otra nieta Pierina, completan su familia porque Domínguez quedó viudo hace cuatro años cuando falleció su esposa Teresita Elsa Gigli con quien se había casado el 25 de mayo de 1968.
El Torero, que heredó de sus padres (Juan y Ángela que eran españoles) su chispa y permanente buen humor cuenta a Los Andes: "Me inicié a los 11 años en el club El Porvenir cuando mis dos hermanos mayores ya jugaban en la primera. Lo curioso es que ambos también lo hacían de punteros: Alfredo de 7 y Norberto de 11.
Nunca olvido a don Alberto Galeno, uno de los mejores amigos que me dejó el fútbol, delegado de la sexta, que me enseñó a pararme, a recibir la pelota, a correr la cancha, a encarar al defensor y a rematar de primera. Hice mi debut a los 16 años y para que los tres hermanos pudiéramos jugar juntos yo lo hice al principio como puntero izquierdo y Norberto pasó al medio campo con Alfredo siempre de siete.
Lo anecdótico es que mi papá no quería saber nada, absolutamente nada de que jugáramos a la pelota. Sin embargo como trabajaba de taxista, cuando subían pasajeros que nos elogiaban íntimamente sonreía satisfecho. También jugué al básquetbol en el club El Porvenir y llegué a integrar el Seleccionado de San Rafael en varias finales departamentales.
Completé mis estudios primarios y secundarios y me recibí de maestro bachiller actividad que nunca ejercí. Pese a la oposición de mis padres, que no me daban permiso, con 20 años de edad en 1952 me vine a Mendoza con Fernández que jugaba de 9 y Calderón de 5 y arreglamos a préstamo en Huracán Las Heras”.
La Marina
Comenta el Torero: "Tengo el mejor de los recuerdos del Globo por su seguidora y numerosa hinchada y porque sus dirigentes cumplieron siempre con su palabra.
En la parte física trabajé con el olímpico Eusebio Guíñez que a los 44 años nos daba el ejemplo con unas flexiones increíbles para su edad como una que llamaba “la viborita” porque no se separaba del suelo. Compartí un equipo muy aguerrido con compañeros como Tejeda, uno de los últimos caudillos del fútbol mendocino; Alberto Cámpulo Gómez, Miguel Ángel Ortega, Arturo Bustelo, José Berbén, Julián Teruel y Lodi que jugaba de ocho entre los más conocidos.
Dejé Huracán porque al año siguiente, en 1953, tuve que cumplir con el servicio militar y como salí sorteado con número alto me tocó la Marina. Mi destino fue Azul donde jugué en el club Piazza y también lo hice en el combinado de Azul en clásicos frente a Tandil y Olavarría.
Al otro año, en 1954, estuve a un paso de ser jugador de Independiente de Avellaneda con la posibilidad de remplazar al internacional Micheli pero nunca se concretó el pase militar que se otorgaba en esa época por lo que jugué una temporada para Justo José de Urquiza en la primera “B” de la AFA.
Luego de mis dos años bajo bandera regresé en 1955 a El Porvenir con el convenio moral de que yo jugaba un año sin cobrar un peso y el club me dejaba en libertad de acción. A fines de ese año vino Andes Talleres a jugar un amistoso en San Rafael y me marcó Rolando Bolognesi que me dio confianza apenas empezó el partido: “Jugá tranquilo pibe, así te compran y te venís con nosotros”.
Como ya era dueño del pase me reuní con el presidente Spartaco Castellani y con Simón Petrich que eran dos dirigentes cabales y arreglé muy bien. Talleres era un banco para cobrar y en esa misma época, aunque había aprobado el examen de ingreso al Banco Mendoza, entré como empleado al Departamento General de Irrigación donde me jubilé después de 32 años de trabajo”.
Dos golazos
En la charla con Más Deportes el Torero mencionó a otros inolvidables compañeros Azulgranas de esos tiempos como Tito Corvalán, Martín Neglia, Bonacossa, Troncoso, Elías Romero, sus grandes amigos los Dres. José Eibar -al que recomendó junto a Rebolloso para jugar en Talleres porque venían del Sur de la provincia- y Carmelo Torrent, Atilio Marchiori, el Melo Giarrizo, Pedro Villarroel, Juan Rodríguez, Elio Oscar Salinas, el Tricota Martínez, Antonio Cagliero, Armando Tonini y el Mariposa Alberto Ortiz que había llegado de Independiente Rivadavia en trueque con Efraín Medina y al que definió con sólo dos palabras: "¡Qué jugador!".
Luego comentó con una expresiva sonrisa: “Mi mejor año fue 1956, el que más recuerdo. Me tocó remplazar a un gran delantero como Prescopio. Salimos campeones y ese mismo año le hice dos goles a Amadeo Carrizo en un amistoso que le ganamos 3 a 1 a River Plate que venía como campeón.
Me acuerdo que en el primero ingresé al área apareado con el tucumano Hernández y la clave arriba, a quemarropa, que era la única manera de meterle un gol a Amadeo. El segundo, pese a que fue de penal, resultó mucho más difícil porque fue el penal de mi vida aunque haya sido un amistoso.
Tomé mucha carrera, me fui bien lejos. Amadeo parecía un gigante y yo veía el arco muy chiquito. Habitualmente no tomaba mucha carrera, apenas un par de pasos, pero esa vez tenía miedo de escaparlo y tomé mucha distancia. ¡Qué susto! La pelota entró de rastrón, pegadita al palo. En los diarios salió que la había colocado. Nada que ver; lo único que pensé fue no tirarla afuera.
Ese año también le ganamos al campeón chileno Audax Italiano 2 a 1, salimos de gira por Mar del Plata y Bahía Blanca. Hubo otro penal decisivo en mi carrera pero que recuerdo con tristeza porque me lo atajó Raúl González, que se tiró muy bien pero algo adelantado en un partido contra Independiente Rivadavia en 1960 y a la fecha siguiente Talleres se fue al descenso al perder con Argentino.
Me quedó también el legítimo orgullo de haber jugado para la Selección Mendocina en los Campeonatos Argentinos de 1956 y 1960 con los referentes de esos años como el Cebolla Marchena, Luis Iaconetti, Primo Palazzo, Raúl González, el Víctor, Quique Lucero, el Polaco Torres, Rolando Bolognesi, Aldo Palazzo, Efraín Medina, Orlando Braconi, Pedro Manfredini, Medardo Sosa, Juan Antonio Pérez y Camilo Pérez, entre otros.
Los amigos
El Torero, que durante toda su vida ha hecho un culto de la amistad, nombra a algunos de esos entrañables amigos a los que aún frecuenta: "Me reúno una vez por mes con Salvi, Davizino, Giol y el Dr. Julio Micames, viejos compañeros del Departamento General de Irrigación; del mismo modo con los muchachos de la Peña Deportiva La Ideal que ya llevamos 52 años juntos, entre ellos el Dr. Carmelo Torrent, Delugan, Broggini y Walter Vera, un feliz gimnasista por estos días.
Los que vienen una vez por mes a comer a mi casa son el Dr. Eibar, Hugo Balaco, Coco Moreno, el Pelado Moyano, el ex - sacerdote Moreno, Carozo Páez y Franchisquini todos miembros de la Peña Los Sanrafaelinos; el Petiso Tripolone que todos los sábados me pasa a buscar para llevarme al predio de Las Carmelitas donde, cuando cumplí los 80 años, me festejaron el cumpleaños, además de otros buenos amigos como los hermanos Eduardo y Rubén Bazán y Rubén Godoy.