El debut de Alterio en los escenarios se produjo en 1948, cuando protagonizó "Prohibido suicidarse en primavera", una obra escrita en 1937 por Alejandro Casona. Por eso acredita el nada despreciable récord de 70 años en el teatro y el cine.
-Maestro Alterio, ¿puedo tutearlo?
-Por supuesto, si yo te tuteo, tú también. Seamos democráticos…
El diálogo con el actor de "La tregua" se efectuó, vía telefónica, después de acordar la entrevista en el teatro Cervantes, de Alcalá de Henares, al finalizar "Como hace 3.000 años", su personal tributo a uno de los poetas "malditos" de la generación del '27, el inclasificable León Felipe.
El título del recital, que gira por la península ibérica desde hace más de 15 años, está inspirado en unos versos del poema "Preludio Cantable", del escritor puntano Antonio Esteban Agüero. A partir de su prólogo el dueto artístico entre Alterio y el guitarrista José Luis Merlin convoca al espectador a un "retornar a la poesía, a modo del gran rapsoda griego Homero, cuando ciego, reunía a miles de fieles para escucharlo en esa plaza universal".
Sin acudir a formas clásicas de recitado, sino a la dramatización de cada texto, el veterano actor interpreta a su poeta de cabecera, con el que se siente muy involucrado intelectual y emocionalmente desde la adolescencia. "Tendría unos 16 o 17 años, cuando quedé impactado escuchando en una radio de Buenos Aires los poemas que el propio León Felipe recitaba desde su exilio mexicano, que me transmitían una verdad absoluta, igualitaria y humanística", cuenta Héctor.
En la función se aprecia una potente unión entre la melodía y la palabra de esta yunta creativa. Alterio hace gala de un cromatismo gestual que subyuga. Con su voz en grito o en susurro, con vehemencia, el actor simboliza la extraña figura, cíclica y quijotesca, "del éxodo y el llanto". Por su parte, la música en vivo, de José Luis Merlin (1952) crea ambientes sonoros de complejidad técnica, belleza estilística y sentimental desde obras de su autoría como "Travesía" o "Suite del recuerdo". Merlin, es un brillante guitarrista y compositor, nacido en Buenos Aires pero criado en El Trapiche, San Luis. Sus creaciones son grabadas por artistas internacionales y además, es profesor de Jorge Drexler.
El público aplaude de pie. Esta devoción que despierta Alterio se repite cada vez que interpreta un protagónico, como en "En el estanque dorado" o "Padre", de Florian Zeller, donde se pone en la piel de un enfermo de Alzheimer.
Este año el actor, Premio Max 2005, cumple setenta años sobre las tablas y es un placer verlo plantarse, a sus lúcidos 89, dotado de una memoria sorprendente en un touché confesional con la platea.
El protagonista de "El hijo de la novia" vive desde 1974 en España, cuando "decidieron quedarlo", subraya; refiriéndose a aquella amenaza de bomba de la Triple A. Se afincó en Madrid junto a su esposa, Ángela Bacaicoa, y sus pequeños hijos: Ernesto, Federico y Malena Grisel; hoy famosos actores. "Sus nombres son homenajes que me hice a mí mismo", confiesa. Ernesto, por el "Che"; Federico, por García Lorca; y a la niña, por su pasión tanguera. "Ellos no tienen la culpa", ironiza.
-León Felipe decía "dolerle" España. A Héctor Alterio, ¿le duele Argentina?
-Sí, claro. Cómo no. Sobre todo cuando las noticias que llegan del país no son nada buenas. Lo que ocurre es que uno se fue adaptando. Son muchos años: ¡45! Imaginate que yo llegué en 1974 y, aunque fui muy bien acogido, sufrí de añoranza muchas veces. Sobre todo, los primeros años. Para conseguir un periódico de mi país tenía que irme desde Plaza Castilla hasta Cibeles, donde había un kiosco de revistas al que sí llegaban diarios argentinos. Llegaban atrasados, nunca eran del día, pero para mí encontrarlos ¡era una fiesta! Ahora aprietas un botón y tienes la información al momento. Uno se fue adaptando, poco a poco, a la vida de aquí.
-¿Hay algo positivo en el exilio?
-Mira, siempre digo que en las situaciones límite, al no tener la posibilidad del retorno, que yo no la tuve por muchos años, el hombre se ve obligado a verse a cara a cara consigo mismo, se descubre en esas circunstancias, sabe quién es quién y va encontrando las maneras de seguir adelante. Al mismo tiempo aparecen personas que con su generosidad y desinterés nos ayudan. Debo agradecer a los españoles, sin pedir nada a cambio, fueron muy cariñosos y solidarios conmigo y mi familia.
-Además del teatro, ¿cuál es la patria de Alterio?
-No. A mí la palabra “patria” me suena a nacionalismo. Y no soy nada nacionalista. Hay lugares donde me siento bien. Donde me encuentro bien, ahí estoy, en todo caso ésa es mi idea de patria: un lugar en el que estoy a gusto con la vida.
-En 2019 se celebra el 80º aniversario del exilio republicano español en México. León Felipe fue un expulsado por la guerra y la España franquista y murió en esa tierra. Tantas lecciones y parecen querer volver los totalitarismos en Europa y Latinoamérica…
-Yo espero que estos extremos sean superados por la respuesta contundente de la gente en las urnas, estoy convencido de que será un rotundo no a este tipo de políticas.
-Como mendocina, no puedo dejar de preguntarte sobre el gran Luis Politti. Trabajaron juntos en "El nido", de Jaime de Armiñán (nominada al Oscar en el '80).
-¡Cómo olvidarlo! Una maravilla de intérprete, con una expresión tan natural, profunda... Su gran sentido del humor. Tengo un recuerdo imborrable y una última visión, en el hospital, ya entregado”.
-¿Creés en Dios?
-No. Soy por naturaleza, agnóstico.
-¿Qué te ilusiona?
-¡Ay, mi nieta Lola! Me hace muy feliz. Muchísimo. ¡Pero se me escapa de las manos! Tiene ya trece años, ha crecido tan pronto. Ahora mismo, hablando contigo, estoy rodeado de fotos con su imagen.
-Cuando te otorgaron el Premio Goya de Honor (2004), que te entregaron tus hijos en el escenario, vimos en la platea a tu mujer muy emocionada…
-Ángela es y ha sido una persona fundamental en mi vida. Un apoyo incondicional en cincuenta años. Estar sentado a su lado, con los ojos cerrados, tenderle la mano y, sin abrirlos, saber que ella está allí, para todo, afortunadamente, cada día…
-Además de tu esposa, tenés la suerte de que sea psiconanalista…
-Es verdad. ¡Quizás me ha psicoanalizado todos estos años sin que yo me diera cuenta!
Héctor ríe. Defiende el sentido del humor. Nosotros, aplaudimos su intención de refundar cada palabra y cada gesto, “como hace 3.000 años”.