“La verdad es que me produce orgullo dirigir a este equipo, con varios chicos de la casa, y con mayoría de jugadores que son de Mendoza”. Las palabras de Pablo Quinteros son un baño de realidad para este momento de Independiente Rivadavia.
Y es que la Lepra busca pasar la malaria-pocos buenos resultados y enormes problemas económicos- con el soporte de varios juveniles nacidos en la cantera del club, menospreciada durante años.
La cara, como pasa casi siempre en estos casos, la ponen los hombres de mayor experiencia, pero en este plantel los pibes tienen una importancia vital Y especialmente desde lo futbolístico.
Desde la llegada al banco de suplentes del ex manager de la entidad, los chicos del club fueron teniendo de a poco lugares de privilegios en el equipo titular. Sin apurarlos, pero con una gran confianza porque los conoce bien y sabe lo que pueden rendir en el campo.
La cita en Mar del Plata marcó una prueba cabal de la situación. Y sino sólo hay que repasar la formación que arrancó el partido: adentro Masoero, Silva, Cerutti y Méndez. Afuera Vizcarra -con más rodaje- y el chico Ezequiel Córdoba, que no le tocó debutar pero ya se sentó en el banco de suplentes ante la ausencia de futbolistas de experiencia.
Está claro que no se les puede exigir al máximo porque es un momento muy crítico, aunque ellos hacen bien su parte tratando de dar una mano y salir a flote. Si tienen continuidad pueden ser, definitivamente, un soplo de aire fresco cuando las aguas se calmen y el barco tome otro rumbo.
Independiente va. A los tumbos pero va. Lo fundamental es que se construye cada día con esfuerzo de todas las partes. Y los cimientos se hacen en casa.