Hebras del ayer

Hebras del ayer
Hebras del ayer

Por las peligrosas colinas y estribaciones de la cordillera de Hengduan, entre tierras salvajes y bosques, andan los turistas que llegan a China con ansias de descubrir una historia antiquísima. Así, cargados de emociones y expectativas se predisponen a seguir la Ruta del Té y los caballos, desde Yunnan, en el sudeste del país y hasta el Tíbet.

Sucesos ancestrales son los que motivan el periplo. El relato de lo ocurrido en tiempos inmemoriales es prioritario. Sin dudas, resulta muy tentador, tanto como para animar a viajeros por éste, uno de los caminos más peligrosos del mundo.

Así fue

Antaño -en tiempos de la dinastía Tang (618-907), Yunnan, era el punto de partida para el comercio del té. Los porteadores, ansiosos por la recompensa, pasaban por las más altas mesetas chinas y finalmente llegaban a destino. Resulta que durante miles de años, caravanas con el preciado cargamento pisaron esa senda y dejaron relatos que hoy los turistas de aquí y más allá pretenden reconstruir.

Las transacciones incluían la infusión y los animales y se llevaban adelante entre los habitantes de la tierra interior y remotas zonas de nómadas. Concretamente se cambiaba el té de la zona central por los caballos de la zona de las minorías.

Un dato más que relevante es que, amén de los resabios históricos, que son muy convocantes, desde ya, encarar esta ruta implica tener acceso a increíbles paisajes naturales y culturales del país en cuestión.

Se hace camino al andar

Si bien es cierto que la vieja senda cuenta con tres ramas principales (la meseta Qinghai-Tíbet, Yunnan-Tíbet, el Tíbet y Sichuan), en la actualidad la que se sigue es la primera. Este camino fue trazado durante la dinastía Tang e implica paradas en Pu'er, Dalí Shaxi en Jianchuan, Lijiang, y Lhasa.

Está claro que este tipo de excursiones no es para cualquiera. No obstante hay que decir que se deja disfrutar tanto por los que se inclinan por la naturaleza como por la cultura. Además de los bellos entornos de montaña que depara el trayecto, a cada paso se entra en contacto con monumentos imperiales,

antiguas costumbres de las etnias e historias románticas.

La infusión para los tibetanos

Ancestralmente los tibetanos han estado acostumbrados a beber té. Por eso, es de larga data su necesidad de comprar sus hebras a los chinos. La costumbre era mezclar el té con mantequilla de yak para así obtener una bebida salada que los ayudaba a soportar las duras condiciones climáticas de la zona. Han pasado muchos siglos. No obstante, se sigue tomando ese brebaje.

Mucho por vivir

Los paquetes suelen durar entre 6 y 11 días e incluir paradas para conocer aldeas de minorías étnicas y  antiguos árboles de té.  También se contemplan visitas a la Aldea Shaxi, la Garganta del Salto del Tigre, la antigua Ciudad de Shangri, las grutas de Shibaoshan y el parque nacional de Pudacuo.

En cuanto a las vivencias, los viajeros participan de ceremonias del té y celebraciones tibetanas.

Tarifa estimativa 1.590 euros.

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