Hay que volver a los ’90

Desde que Pekerman dejó la gestión, los juveniles argentinos han entrado en caída libre y pasamos de ganar 10 títulos a sólo 2.

Hay que volver a los ’90

Maxi Salgado - Editor de Más Deportes - msalgado@losandes.com.ar

Ver a Los Pumas con una buena cantidad de juveniles consiguiendo meterse entre los cuatro mejores del mundo, algo que parecía utópico hace una década; al vóleibol colgándose la medalla de oro en los Panamericanos frente a Estados Unidos y al básquetbol quedándose con el pasaporte a los Juegos Olímpicos, más allá de no tener a sus principales figuras; uno tiene que destacar el buen trabajo que han realizado los dirigentes de esas actividades.

En el caso del rugby, trabajando para tener una competencia de nivel a lo largo de la temporada (Rugby Championship), en el vóleibol trayendo a Julio Velasco como técnico y en el baloncesto apostando a la base. Indefectiblemente, entonces, asoma la comparación con el fútbol. El mismo que tuvo un tiempo que fue hermoso, pero quedó muy lejos. Fue allá en la década del '90, cuando todo eran mieles.

No fue magia. De la mano de José Pekerman y Hugo Tocalli se construyó un proyecto serio que tenía como premisa darles a los chicos una formación no solo futbolística. Había orden y coherencia. Argentina no sólo jugaba bien, sino que también era reconocida en el mundo por su buen comportamiento y ganar el premio Fair Play se había hecho una costumbre.

Con ellos, la Selección se subió diez veces a lo más alto del podio. Fueron cinco veces campeones mundiales Sub 20 (1995, 1997, 2001, 2005 y 2007), tres veces los mejores de Sudamérica en Sub 20 (1997, 1999 y 2003), uno en Sub 17 (2003) y se festejó en el mítico Torneo de Esperanzas de Tolón en 1998.

De ese trabajo a conciencia se fue alimentando la Selección mayor: Juan Román Riquelme, Javier Mascherano, Pablo Aimar, Sergio Agüero, Lionel Messi, Angel Di María, por nombrar solo a algunos que llegaron a vestir la albiceleste gracias a José.

Pero los negociados que tiene el fútbol en los altos estratos de la dirigencia pudieron más, y así estamos. Julio Grondona se dejó convencer por Carlos Bilardo, quien le había prometido protagonismo a la generación del '86 e hizo añicos todo lo que se había construido con mucha constancia.

Es inaudito que los popes pensaran que, por haber ganado un título mundial como jugadores, los muchachos podían ser buenos técnicos. Es como pensar que por ser buen estudiante están habilitados para dar clases magistrales en una universidad.

Llegaron así Sergio Batista, José Luis Brown, Oscar Garré, Héctor Enrique y Marcelo Trobbiani. Como también Humberto Grondona y un bilardista como Miguel Ángel Lemme. Ninguno consiguió volver a darnos alegría y entre todos acumulan una serie de fracasos que parece interminable. Es más, son pocos los jugadores que han aportado a la mayor: Matías Kranevitter, Angel Correa y Roberto Pereyra.

Lo peor es que los chicos han pasado a tener una conducta inapropiada (recordemos que Humbertito Grondona dijo a la prensa: “A mí nunca me dijeron de ganar un Fair Play, sino formar jugadores...”). Así, hoy la AFA ha tenido que gastar mucho dinero por roturas en las habitaciones, pero no en comidas porque, por ejemplo, los planteles ya no están obligados a desayunar. una locura para cualquier deportista.

Es la hora de barajar y dar de nuevo. Ojalá que ese “regreso a los ’90”, que hoy tanto atemoriza a nuestra sociedad, se concrete en el fútbol, porque en este deporte éramos potencia y no teníamos privatizada la calidad y el buen juego.

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