En el Gran Mendoza se generan 1.000 toneladas de desechos por día y, pese al esfuerzo de las autoridades, al menos 400 toneladas quedan en vertederos improvisados. Se trata de un nivel muy alto de acumulación de basura, que no sólo atenta contra la salud de quienes manipulan esos campos contaminados sino también contra la de los pobladores de asentamientos o centros poblados cercanos.
Revela también que el tema de la basura sigue siendo materia pendiente en Mendoza que, aunque ha conseguido algunos progresos en la materia con el Plan Provincial de Residuos Urbanos, no puede resolver el tema de fondo: la existencia de muchos focos de acopio de desperdicios, principalmente orgánicos, al aire libre.
Asimismo, aunque se ha reducido a nivel general el indigno trabajo de quienes revuelven entre la basura, con el peligro que ello conlleva, todavía subsisten muchos operadores de desperdicio, que realizan lo que coloquialmente se llama "cirujeo", sin control ni asistencia de ningún tipo.
Desde la Universidad Nacional de Cuyo se trabaja con la intención de impulsar conductas ambientales, donde el ciudadano común tiene mucho por hacer y promover, ya que los grandes vaciaderos se "alimentan" de todo lo que tiramos las personas. Por lo que se aprecia en cualquier recorrida por los departamentos vecinos a la capital, y en las afueras de este último centro urbano también, el compromiso ciudadano es bajo y deja mucho que desear. Focos pequeños, medianos y muy grandes de residuos de todo tipo se observan en la vía pública. Aunque es obligación de los municipios mantener la limpieza, un compromiso por parte de la población podría ser gravitante en esta problemática.
La cantidad de 400 toneladas diarias que terminan en basurales clandestinos y descampados que de manera espontánea se transforman en depósitos de desechos a cielo abierto, es el objetivo a solucionar. El resto (600 tn) es trasladado por los municipios al campo ubicado en El Borbollón (Las Heras).
En un contexto global, Mendoza no queda exenta de las consecuencias del cambio climático. Los expertos advierten que, de no tomarse los recaudos necesarios, la provincia se encamina a un descenso en la calidad de vida que podrá ofrecer a sus habitantes, porque además del riesgo de infecciones -sobre todo en la época veraniega-, se contribuye a la contaminación del agua (acequias y cursos de riego), el suelo y el aire, con consecuencias difíciles de revertir.
Lo moderno, lo actual y realmente valioso para terminar con este flagelo, o por lo menos atemperarlo, es promover la separación de los residuos sólidos, de manera que luego sea posible destinarlos a su reutilización.
Son prácticas sencillas, de todos los días, que se pueden promover y ejecutar desde el hogar, como evitar la dispersión de plástico (PET) en las calles, espacios comunes (plazas y parques) y los cauces de agua, con iniciativas promovidas por los municipios que permitan fomentar la separación y recuperación de residuos. Por eso sería trascendente que la población en cada barrio decida cómo quiere organizar esa tarea. Mucho pueden hacer los integrantes de una familia, mientras el Estado debe tomar toda la responsabilidad del caso en promover el cambio del pernicioso "cirujeo" por la figura y el trabajo de los recuperadores urbanos que, poco a poco, se van convirtiendo en trabajadores ambientales. Es un trabajo sencillo, al alcance de todos, que puede comenzar hoy mismo.