Luego de un largo y exitoso proceso de mejoramiento y expansión de la vitivinicultura argentina en el que fuimos capaces de colocar nuestros vinos en los más exigentes mercados mundiales y diferenciarnos por un varietal casi desprestigiado hace unos 20 años en el mundo, la industria se estancó.
Durante los últimos cinco años mantuvo un nivel de ventas casi sin crecimiento y hubo dos culpables principales de que esto ocurriera: la inflación y una política cambiaria que no siguió el crecimiento de los precios.
El mercado interno, que había tenido una fenomenal reconversión hacia vinos de calidad, también frenó su proceso. En definitiva, la industria ha vivido dos etapas muy nítidas: una formidable expansión y mejora de la calidad de nuestros vinos con precios promedio cada vez más elevados y un aumento del valor agregado hasta 2010 y luego un estancamiento de ese cambio virtuoso que modernizó toda la cadena de valor y, por supuesto, mejoró el empleo en cantidad y calidad.
Este estancamiento no fue gratuito. Se deterioró el precio de la materia prima hasta valores que hizo a muchas fincas inviables, incluso aquellas que proveen uvas para vinos de buena demanda nacional e internacional. El empleo tanto agrícola como industrial cayó y perdimos espacios de mercados internacionales.
El proceso de modernización de la vitivinicultura argentina, que comenzó a principios de los años ’90 con las primeras plantaciones de varietales de calidad y en zonas que hoy aparecen como estrellas para los críticos internacionales, se frenó y, como consecuencia, no terminó de completarse. Algunas políticas públicas en lugar de ayudar para que este proceso se completara con éxito y justicia entre todos los actores, lo que hicieron fue asistir financieramente para mantener con subsidios y regulaciones la elaboración de vinos sin mercado.
Hoy debemos ver el futuro con optimismo pero mucho realismo porque la situación del mercado nacional e internacional no permite trabajar por fuera de los estándares básicos de un sector competitivo. Innovación, mejora continua, capacitación de los trabajadores, límites al poder negociador de las cadenas comerciales cuando existan abusos, equilibrio entre grandes empresas y pequeños productores y por supuesto no destinar recursos humanos y de capital a producir uvas o vinos que no tienen mercados, son mandatos de esta nueva época.
Tenemos que comprender que el mercado de vinos cambió y por lo tanto todo lo que construimos en estos años debe ser revisado. El acuerdo entre Mendoza y San Juan para la regulación del mercado, más allá de su utilidad o no en el pasado, debe ser revisado en profundidad y claramente el objetivo debe estar puesto en modernizar la vitivinicultura y movilizar los recursos naturales y humanos hacia una utilización eficiente.
La producción de mosto deberá modernizarse sobre la base de la competitividad internacional y tendrá que existir un plan de reconversión de viñedos basado en las oportunidades de mercado y que los pequeños productores sean asistidos en este proceso. El gran problema de no hacerlo en forma programada es que se hará dramáticamente por condiciones de mercado como ya pasó hace más de treinta años cuando más de cien mil hectáreas de viñedos fueron erradicadas.
Por último, el Plan Estratégico Vitivinícola, que fue un ejemplo de cooperación que otros sectores quieren copiar, fue elaborado con pautas y premisas de hace quince o veinte años y, aunque tuvo algunas revisiones en el tiempo, debe ser profundamente evaluado a la luz de nuevas realidades y, sobre todo, de las fuertes tendencias de cambio en los mercados de vinos.
Las empresas revisan y si es necesario cambian todos sus modelos estratégicos periódicamente. También lo hacen los países vitivinícolas con los cuales competimos. Si revisamos nuestra estrategia colectiva expresada en el PEVI y vemos que está bien seguir así, entonces habrá que seguir. Si en cambio nos damos cuenta de que tenemos que cambiar todo, así lo deberemos hacer. El fin último es la mejora del sector, una eficiente utilización de recursos que son escasos y el aumento de empleo de calidad.