Durante las últimas semanas, el tema desempleo y despidos ocupó tanto o más espacio que la inflación, que constituye la principal preocupación de los argentinos. La discusión ganó la escena política, dividida entre quienes impulsan una ley “antidespidos”, frente a un gobierno que intenta frenar la iniciativa indicando que una norma legal en ese sentido expulsa las inversiones. El propio Presidente debió salir al ruedo solicitando primero el apoyo de algún sector de la oposición para que no se sume al proyecto, mientras paralelamente muestra cifras que indicarían que la cantidad de despidos es similar a la de los últimos años.
No se trata aquí de establecer cuál de las partes tiene razón porque cada uno argumenta su posición, sino de mostrar los hechos e intentar la búsqueda del camino adecuado para la solución del problema. Deberíamos partir, por ejemplo, de la base de la movilización que realizaron las cinco centrales obreras el 29 de abril (Barrionuevo se bajó a último momento por un problema político), que habían dispuesto realizar la marcha para protestar, en un primer momento por el impuesto a las Ganancias y contra la inflación. Sin embargo terminó imponiéndose el apoyo al proyecto que impide los despidos.
Hay otro aspecto que no puede dejar de ser considerado: la Argentina es uno de los países con mayor carga impositiva para la patronal por cada puesto de trabajo que genera. Sumado a ello algunas leyes que, en su afán de favorecer al sector más débil -el trabajador- termina perjudicando al empresario cada vez que produce un despido. Pareciera no existir una norma legal que genere el necesario equilibrio en la relación. Es precisamente en este aspecto donde quiere hacer hincapié el Gobierno para favorecer las inversiones y, por ende, la generación de empleo. Tanto el Presidente como sus ministros han asegurado que para el segundo semestre de este año caerá la inflación y se alcanzará la estabilidad económica para favorecer el ingreso de divisas y las inversiones.
Si se llegasen a dar las variables que el Gobierno espera, si se producen las inversiones y comienza la generación de empleo, resultará necesario también recuperar, en una parte importante de la población, la cultura del trabajo que se generó naturalmente en la Argentina décadas atrás y que favorecieron también el movimiento social. Sucede que esa cultura fue perdiéndose en el tiempo, esencialmente por la carencia de fuentes de trabajo que motivó la proliferación de planes sociales para cubrir las necesidades de las familias que menos tienen.
Y se dan circunstancias especiales, como por ejemplo que en las zonas rurales falta mano de obra para levantar la cosecha, para la realización de tareas culturales, para el funcionamiento de industrias como lavaderos de zanahorias o empacadoras de ajos, porque quien tenía un plan social no accedía a esos trabajos temporales porque perdía el beneficio. Se buscó una salida para que quien trabajaba temporariamente pudiera pedir la suspensión temporal del plan social, pero la gestión se hizo tan compleja y engorrosa que la gente decidió no ir a cosechar, entre otros trabajos.
La recuperación de la cultura del trabajo es un tema complejo que no se modifica con el simple dictado de leyes sino que las mismas deben ser acompañadas de campañas concientizadoras y esencialmente de actitudes ejemplares de parte de quienes conducen los destinos del país, ya sea desde el Gobierno o desde el Parlamento.