Quizá como un símbolo de la acumulación de hechos de tinte grotesco que envuelven hoy en día a la Asociación del Fútbol Argentino, la renuncia de Marcelo Tinelli a su candidatura para las próximas elecciones haya sido uno de los ejemplos más gravitantes entre tantos desaguisados. El animador y empresario televisivo, quien poco tiempo atrás se autoproclamaba como el motor de cambio en la AFA, no tuvo mejor idea que comunicar su decisión a través de las redes sociales.
El también vicepresidente de San Lorenzo de Almagro informó lo que había decidido vía twitter, y lo hizo apenas 48 horas después de haber presentado la documentación pertinente para notificar su aspiración a ocupar el sillón presidencial. En síntesis: el 31 de mayo se mostró como candidato y el 2 de junio se bajó aduciendo ‘razones personales’ y sin explicar la causa.
La sucesión de hechos que involucran a directivos de peso con idas y vueltas permanentes tampoco debería sorprender. Las tres décadas y media bajo el mandato de Julio Humberto Grondona dejaron una huella indeleble: el poder centralizado y hegemónico en el fútbol nacional.
El modus operandi de quien actuaba como si fuera un emperador está lejos de modificarse tras su desaparición física. El grondonismo sin Grondona ha crecido en líneas aparentemente opuestas pero similar en el modo de reclutar adhesiones bajo el recurso clientelar para el reparto de los dividendos. Los apellidos cambian semana tras semana, pero lo que varía es la forma y nunca el fondo.
En la institución madre del fútbol argentino existe un gatopardismo explícito y que ni siquiera es encubierto. Una auditoría realizada a poco del inicio de este año dejó en evidencia que desde el inicio de Fútbol para Todos hubo un virtual agente de retención -ni más ni menos que el propio Grondona- y que su pulgar hacia arriba o hacia abajo determinaba qué clubes iban a ser más favorecidos que otros.
Inclusive, la investigación -las cabezas salientes fueron los dirigentes Matías Lammens (San Lorenzo) y Daniel Angelici (Boca Juniors)- puso sobre la mesa datos concretos respecto de un secreto a voces: los cheques que les llegaban a las entidades futbolísticas debían ser descontados en determinadas financieras, con un porcentaje de rebaja del monto que en algunos casos llegaba hasta el veinte por ciento.
La Inspección General de Justicia intervino la AFA y de esta manera fueron suspendidas las elecciones presidenciales afistas previstas para el próximo 30 de junio. La medida, inclusive, abarca noventa días hábiles y puede ser prorrogable por un plazo igual. La causa, según la IGJ, fue la de “irregularidades administrativas y económicas”.
Dos veedores se encargarán de una auditoría. Las reacciones, desde ya, no se hicieron esperar: del sector cercano al sindicalista Hugo Moyano se presentará en la semana venidera un recurso de amparo para que el acto eleccionario se realice. Ahora se espera la reacción del sector que en un principio apoyaba a Tinelli pero que actualmente está huérfano de un referente propio.
Más allá de la eventual modificación de nombres, lo cierto es que sólo podrá esperarse una renovación seria si es que se produce un cambio cultural rotundo en la dirigencia ligada al fútbol. Los clubes deben autofinanciarse y no caer en la espiral descendente de endeudarse hasta que el Estado salga a su rescate con subsidios o conmutación de deudas. Mientras no lo haya, sólo habrá más de lo mismo.