Asumida la certeza de que la de mañana no será una final cualquiera, y eso por varias razones, más nos valdría empezar por tomar distancia de las etiquetas fáciles y poner en su justo lugar al adversario de la Selección argentina.
Chile, nada más ni nada menos que Chile, el actual campeón de América, la mejor formación trasandina de todos los tiempos y la portadora de los números más contundentes en el acumulado de cuartos de final y semifinal: nueve goles a favor y cero en contra.
Pues bien: ¿semejante carta de presentación avala la catastrófica presunción de que volver a vérselas con Chile supone una crueldad que el destino ha reservado a los de camiseta albiceleste? No, definitivamente no, salvo que para responder a este interrogante nos resulte legítimo y confortable esperar el desenlace del partido y, en caso de que el resultado sea adverso, lo atribuyamos a una suerte de conjura diabólica.
Chile es a lo menos un buen equipo y, cuando sintoniza a fondo, se siente muy capaz de propinar un dolor de cabeza incluso al más pintado, es decir, se convierte en bastante más que un buen equipo.
No descubriremos ahora que dispone de un arquero de élite, como Claudio Bravo; de dos cracks de altas ligas, como Arturo Vidal y Alexis Sánchez; de un nutrido grupo de jugadores competentes y de un funcionamiento general afianzado y fecundo que data de mucho tiempo con los mismos intérpretes, o con un ligero beneficio de inventario; Chile juega de memoria y tiene memoria: hace un año ganó la primera Copa América de su historia justamente ante Argentina y eso lo convierte en un oponente de alto riesgo.
Dicho esto, los anticuerpos de los presagios más oscuros están al alcance de quien sepa y se anime a apreciarlos. Porque tan cierto es que Chile ganó la Copa América 2015 de forma legítima como que lo hizo mediante tiros desde el punto penal y después de patear dos tiros al arco en 120 minutos (casi tantos como Argentina, nobleza obliga); que por las Eliminatorias perdió con los del Tata Martino en Santiago de Chile y que hace un par de semanas volvió a perder, sin atenuantes, aun a despecho de la ausencia de Messi.
Argentina es superior a Chile: superior en abstracto y superior en concreto, ergo, en esta misma Copa. Y si imaginamos a las dos selecciones en su plenitud, las diferencias se vuelven más significativas por obra y gracia del Factor Messi.
Llegado a este punto urge descartar otra fantasmagoría, equivalente a la del pánico escénico al cuco trasandino: la fantasmagoría de que en cualquier caso Chile será pan comido, que no le asisten chances porque está escrito de que esta Copa América se la llevará Argentina.
Pan comido, no: el gran desafío de los de este lado de la cordillera será transformar una superioridad hipotética en una superioridad real, pero eso al tiempo que atraviesan la cerrada noche de una responsabilidad mayúscula y se las ven con deudas que antes que, de cara a sus compatriotas, pulsan en el yo profundo, en ese hueco del pecho que tanto puede ser un motor cuanto un freno.
Si de merecimientos hablamos, nadie merecería una vuelta olímpica más que esta camada de futbolistas espléndidos. Pero para honrar esos merecimientos, antes tendrán que vencer a un representativo chileno que, sin ser Brasil del 70, ni apenas una Venezuela mejorada, representa lo peor y lo mejor que podía esperarlos. Lo peor, por su potencial y por su jerarquía.
Erik Lamela: "Ojalá juegue, pero lo importante es que podamos ganar"
El volante afirmó que la chance de ser titular en la final ante Chile “la manejo como se debe, que es dar lo mejor de mí en los entrenamientos para demostrar que quiero jugar y que el entrenador decida después. Ojalá pueda jugar, pero eso no es lo importante; lo importante es que podamos ganar”.
Lamela, bien considerado por Gerardo Martino ante las lesiones de Ezequiel Lavezzi, Ángel Di María y Nicolás Gaitán, aseguró sentirse “muy bien. Cuando entrás querés hacerlo de la mejor manera, ayudar al equipo y por suerte pasa eso. El plantel está muy bien y me ayuda el nivel del equipo cuando juego. Queremos ganar la final porque es lo que nos falta. Después de un año tenemos otra oportunidad, nos encontramos en otra final, y será algo especial porque queremos salir campeones; ojalá se nos dé y que tengamos un poco más de suerte, que fue lo que nos faltó en las anteriores. La mayoría de los jugadores que están acá jugaron varias finales. No nos afecta mucho, pero ésta es especial porque es con la Selección” indicó el volante del seleccionado argentino que acumula cinco triunfos consecutivos en el certamen (cuatro de ellos por goleada).