Por Maxi Salgado - Editor de Más Deportes - msalgado@losandes.com.ar
La decisión de los jugadores de La Emilia de San Nicolás y del Club Empleados de Comercio en nuestra provincia, de no presentarse a jugar en sus respectivos partidos del fin de semana por el Federal B, fue la noticia con la que arrancó la semana movida para nuestro deporte.
Ambas instituciones habían sufrido la muerte de un jugador del club en las horas previas a que comenzara la fecha, y el Consejo Federal no aceptó el pedido de suspender los compromisos. La gente de la Emilia decidió firmar la planilla correspondiente -con 10 jugadores titulares, dejando el hueco al jugador número 11, que era el número que usaba Maximiliano Giusti (fallecido)-, salió al campo de juego, homenajeó a su ex compañero y luego del pitazo del árbitro Hernán Collaso decidió retirarse.
En el caso del CEC, las autoridades optaron por no presentarse y cómo bien aseguró su presidente, el diputado Guillermo Pereyra: “al fútbol hay que humanizarlo, no es nada más que un negocio”.
Desde el Consejo Federal ven a los torneos como una fábrica de hacer chorizos en la que los clubes deben presentarse semana tras semana, muchas veces con fechas en días miércoles y no importa que pasa en el medio. No es entendible que si hay problemas financieros las categorías pueden decidir frenar la actividad el tiempo que les plazca, como ocurrió con la B Nacional, pero no puede frenarse un partido por un fallecimiento.
Tampoco se entiende la actitud de la dirigencia de Rodeo del Medio que rápidamente se movió para pedir los puntos del partido, recurriendo a la fría letra del reglamento y hasta pidiendo un resarcimiento económico por los gastos que habría tenido para organizar el evento, los que ascendían a 34.000 pesos.
Más allá de que después intentaron desmentir la versión, la nota presentada a la Liga Mendocina y a la que Más Deportes tuvo acceso, aseguraba que manifestaban “su total disconformidad con la reprogramación del encuentro” .
Hay que pensar que la situación que vivió el plantel del CEC puede vivirla cualquier institución. Además, los dirigentes deben tener la suficiente claridad para no actuar como hinchas y dar el ejemplo de caballerosidad deportiva.
Finalmente parece que reinó el sentido común (el Consejo Federal aseguró que el partido había sido suspendido con anterioridad) y los partidos serán reprogramados, pero la grieta ya se abrió.
Alguna vez Marcelo Bielsa dijo que hay que darse cuenta “que los jugadores no son empleados de una fábrica al que el capataz les exige sin conocer lo que les pasa”.
Otra vez leí al profesor Gerardo Saloiro, preparador físico histórico de José Pekerman, quien aseguraba que “el futbolista no es un operario, sino un artista. Porque debe estar siempre buscando cosas que despierten admiración y aplausos en el público. Como un creativo”, y teniendo en cuenta ello, no es posible que se le pida al futbolista hacer su trabajo en momentos de extrema tristeza.
Si al fútbol no lo humanizamos, vemos después a un niño jugador de Rosario Central haciendo gestos fuera de lugar a los de Newell’s por haberles convertido un gol. Ese niño de apenas 9 años, no tiene la capacidad de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Su decisión claramente estuvo influida por un mayor, el que no entiende que el fútbol es sólo un juego. Cómo explicarle ahora a ese niño que vive en una sociedad en la que debe haber respeto por el prójimo. Que un resultado deportivo no lo hace acreedor de lacerar al eventual rival.
Todo muy peligroso y más -hoy por hoy- en tiempos en los que la violencia está muy instalada, lo que se ve con la creciente tendencia hacia los femicidios.
Si hay que destacar al niño cordobés que le ayudó a su rival a atarse los cordones para que este pudiera seguir jugando. Esa clase de gestos son los que deberían imperar en el deporte.
Entre uno y otro niño, hay un mundo de diferencias y eso se trasladará a su adultez. Uno ya está preparado para aportar solidaridad a una sociedad cada vez más violenta. El otro seguramente sólo pondrá más granitos de arena a una realidad preocupante en la que los femicidios pasan a ser moneda corriente y el distanciamiento entre hombres y mujeres se va agravando.
Esta temporada, Alemania fue noticia porque la mayoría de los hinchas ha cuestionado la llegada de empresas como dueñas de los clubes. Quieren que el fútbol siga siendo tan romántico como en sus inicios. Es decir, rechazan el negocio. El mayor encono es contra el RB Leipzig, propiedad de la empresa Red Bull y han llegado a boicotear partidos y bloquear el micro de los jugadores para que no puedan llegar al estadio.
Y nadie olvida el incidente ocurrido en agosto en Dresden, cuando aficionados llevaron al estadio una cabeza de buey cortada y ensangrentada en un ataque claro a la marca austríaca de bebida energética, cuyo símbolo es un toro rojo.
Cómo ya hemos manifestado desde este espacio, pero nunca está de más repetirlo: el fútbol, más allá de que es un deporte en el que se festeja la trampa y se condena al honesto, no deja de ser un juego. Con reglas que cumplir, como también las cumplimos en la sociedad pero no en la vida.