La contaminación ambiental, su impacto en la producción de los alimentos y las amenazas que esto representa a la salud humana, fue el foco de análisis de la reunión anual que mantuvo esta semana la Comisión del Codex Alimentarius, organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que establece las normas necesarias para proteger a los consumidores de todo el mundo.
Entre las conclusiones a las que se arribó durante el encuentro, que contó con representantes de 170 países, la Unión Europea y 30 organizaciones gubernamentales y no gubernamentales internacionales, surgió la recomendación de bajar los niveles permitidos de plomo en la comida preparada para bebés como así también se puso el acento en las cantidades máximas autorizadas de arsénico en el arroz.
En el caso de los preparados para lactantes, está prohibido que las concentraciones de plomo superen los 0,01 miligramos por kilogramo (antes era de 0,02 miligramos por kilo). Por su parte, las cantidades aceptables de arsénico en el arroz no pueden ser superiores a 0.2 miligramos por kilo, según se indicó en un comunicado que fue emitido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Esto es debido a que este alimento puede acumular más de esta sustancia que otros cultivos, sobre todo si su regadío se produce con agua subterránea contaminada, alertó el organismo.
El riesgo que representan estas sustancias para la salud humana es grave, sobre todo para los bebés y niños pequeños debido a que ellos son más vulnerables a sus efectos tóxicos. El plomo es un metal pesado y tóxico derivado de la industria y si es consumido en cantidades elevadas puede producir retrasos en el desarrollo cognitivo y en el crecimiento.
El arsénico, por su parte, se encuentra en la naturaleza. La exposición prolongada a esta sustancia puede ser causante de cáncer y lesiones en la piel. Además, el organismo internacional recordó que la exposición prolongada a este compuesto también está asociada a enfermedades del corazón y otras patologías, como la diabetes o daños al sistema nervioso y el cerebro.
Adecuar las normas
En Argentina, el organismo a cargo de controlar la salubridad de los alimentos para consumo es el Instituto Nacional de Alimentos (INAL), que a su vez depende de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Ese órgano se rige en base a las condiciones expresadas en el Código Alimentario Argentino.
Los niveles máximos de plomo y arsénico permitidos de acuerdo a la legislación nacional vigente son más altos a los recomendados por la ONU esta semana, ya que las concentraciones de plomo deben ser inferiores a los de 2 miligramos por kilo, mientras que las de arsénico no pueden superar el 0,1 miligramo por kilo en los alimentos sólidos y de 1 miligramo en el caso de los productos comestibles líquidos.
En ese sentido, vale decir que a partir de ahora todos los países tendrán un tiempo para ajustar sus normas a lo establecido por la ONU.
A nivel provincial, el área a cargo de controlar la factilidad de los alimentos que llegan a la mesa de los mendocinos es la Dirección de Higiene de los Alimentos, del Ministerio de Salud. Según explicó su titular, Alejandra Moor, los productos que se comercializan para consumo son controlados previos a su aprobación en el Laboratorio de Bromatología destinado a ese fin.
“Si algún producto supera los valores permitidos en los estándares aceptados y regidos en las normas vigentes se saca de circulación”, aseguró la funcionaria y agregó que los aspectos que los aspectos que se analizan tienen que ver con la composición química de los productos y la descripción del alimento, que debe aparecer en las correspondientes etiquetas.
Desde el punto de vista de los especialistas, es crucial reforzar las acciones destinadas a vigilar la inocuidad de los productos alimenticios. En nuestra provincia, de hecho, los profesionales recomiendan incrementar la frecuencia de los controles ligados a la presencia de metales pesados.
De hecho, a nivel local faltan laboratorios que realicen controles exaustivos para saber a ciencia cierta las concentraciones de elementos riesgosos para la salud humana. Emilia Raimondo es ingeniera química y docente universitaria y doctora en Ciencias de los Alimentos. La profesional aseguró que para detectar la presencia de plomo y arsénico en los alimentos es necesario efectuar un estudio denominado espectometría de absorción atómica y no todos los laboratorios cuentan con el equipamiento especializado.
Cuidados cotidianos
Delia Escobar, pediatra e integrante de la Sociedad Argentina de Nutrición (Capítulo Cuyo), llevó tranquilidad a la población sobre el tema y aseguró que “el arroz producido en Argentina si no se riega con agua contaminada no tendría problemas”.
En ese sentido, la especialista indicó que la cadena de producción de alimentos debe estar monitoreada en el caso de los metales pesados, sobre todo si el líquido vital es destinado al regadío y es utilizado para el consumo humano y de animales.
Por otra parte, Escobar recordó que los fumadores también están expuestos al plomo, debido a la combustión del tabaco, sobre todo puro. La profesional agregó que envolver alimentos con papel de diario también puede genrar contaminación con plomo. Un jemplo en ese sentido tiene que ver con la elaboración de conservas caseras, como la salsa de tomate.
“Cuando las conservas de tomate son llevadas a hervir en el proceso de esterilización, se recomienda utilizar una tela limpia y no envolver frascos o botellas con papel de diario”, explicó Escobar. Vísceras, como el hígado de vaca, también pueden contener cantidades significativamente mayores de metales, antibióticos y toxinas, ya que funciona como filtro. Por eso, indicó la especialista es mejor consumir el músculo del animal.
Otras medidas de protección
La Comisión dedicada a la salubridad de los alimentos de la ONU también hizo hincapié en el control de los medicamentos veterinarios que son utilizados en animales, tanto en aquellos que son destinados a consumo como en los utilizados a la producción de derivados. El objetivo de crear un llamado de atención en ese sentido consiste en evitar que las cantidades residuales de esos compuestos puedan permanecer en la carne, la leche, los huevos y la miel.
En la lista de los medicamentos que deberán controlarse figuran ocho: cloranfenicol, verde malaquita, carbadox, furazolidona, nitrofural, clorpromazina, estilbenos y olaquinadox. Se incluyen además antibióticos y promotores del crecimiento, que pueden tener efectos adversos en la salud contribuir al desarrollo de resistencia a los medicamentos. También se acordó minimizar los niveles máximos de residuos de plaguicidas y aditivos en los alimentos.