La reciente semana transcurrida entre el 6 el 12 de agosto es un ejemplo notable de la diversidad que contiene nuestro país, nuestra sociedad.
La nación seguía trabajando, mientra en la ciudad de Buenos Aires se producía la conmoción de las revelaciones de los cuadernos de Centeno que muestran la obscena corrupción que ha corroído hasta las entrañas del país.
El escenario parece dantesco: desfile de empresarios declarando como arrepentidos. Un ex juez corrupto llorando dice que le "apretaron el cuello" para archivar en horas una causa contra los Kirchner.
Un tribunal que condena al ex vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, a casi 6 años de cárcel, por la apropiación fraudulenta de la única empresa privada con capacidad y habilitada para imprimir moneda, documentos de identidad y patentes de automotor.
El clima que producen esos acontecimientos no hace que mostrar la decadencia de una parte de la sociedad, la que siempre hace ruido, sobre todo en Buenos Aires. La que parece ser la única visible para quienes lo que más les importa son los escándalos, mientras más escabrosos mejores y más tiempo la dedican.
Pues bien mientras todos esos hechos deplorables ocurrían, en la ciudad de Córdoba se reunía el XXVI Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). Con la presencia de 4.000 productores, técnicos, funcionarios y otros miles que lo siguieron por vía de streaming.
El Congreso fue denominado "Sustentología", término inventado por parte de Aapresid que expresa que en el caso del agro, sustentabilidad y ciencia van de la mano.
El presidente de la entidad organizadora ha dicho que tenemos que poner todos nuestros esfuerzos y los de la ciencia en comprender los sistemas, si no los ambientes van virando hacia formas menos productivas y más frágiles.
Como dice el destacado especialista, Ing. Héctor Huergo, director de Clarín Rural: "la Segunda Revolución de las Pampas trabada cuando el kirchnerismo puso el pie en la puerta giratoria en su inconcebible guerra con el campo, soltó definitivamente amarras y su impulso se hace imparable".
Durante tres días desfilaron todos los temas, desde la problemática del control de malezas (el mayor desafío tecnológico de la hora a partir de la obsolescencia del modelo de la siembra directa y el glifosato) hasta los asombrosos avances de la incorporación de la tecnología informática en el trabajo agropecuario.
La Fundación Argentina para el Desarrollo Agropecuario (FADA) presentó un notable trabajo sobre lo que implica el sector agropecuario, en particular sus cadenas productivas instaladas a lo largo y ancho del país. Sostuvo que "la investigación demuestra que las cadenas agroalimentarias son proveedoras de tres insumos que hoy son escasos en el país pero claves para pensar un desarrollo al largo plazo: empleo, dólares y federalismo".
Los números son elocuentes: en el caso de los granos, mientras en 1990 se cultivaban 17 millones de hectáreas, el año pasado se llegó a 34 millones, alcanzándose los 133 millones de toneladas.
Las producciones agrícolas, ganaderas y agroindustriales se realizan en todo el país o sea que se caracterizan por el desarrollo de actividades federales. En lo que nos compete, la mención de la vitivinicultura es destacada en este informe.
El agro y sus cadenas aportan 1 de cada 6 puestos de trabajo (directos e indirectos); 1 de cada 10 pesos de PBI; 1 de cada 9 pesos de recaudación tributaria y 6 de cada 10 dólares de exportación.
Los especialistas y productores son optimistas y esperan que si el clima ayuda el ciclo 2018/19 alcance la producción record del historia, aportando 2 puntos al crecimiento del PBI.
Otra Argentina es posible.