Maxi Salgado - Editor de Más Deportes msalgado@losandes.com.ar / Twitter: @maxisalgado
La gacetilla decía: “Mendoza ya tiene los primeros campeones de los Juegos Sanmartinianos”. Cuando uno entraba a la nota, sólo se hacía referencia a que habían terminado las competencias de atletismo y que se habían realizado en la pista del Malvinas Argentinas con la presencia de los funcionarios. Los nombres de los ganadores... brillaban por su ausencia.
El atletismo, uno de los deportes más antiguos y completos del mundo, suele ser muy injusto con sus cultores. Pocos le dan la importancia necesaria y las figuras son rápidamente olvidadas. Sólo un Mundial o un Juegos Olímpico hacen que se empiece a mirar para la pista. Allí los argentinos nos topamos con la realidad de que nuestros deportistas no están a la altura de los extranjeros y entonces criticamos sin piedad y hasta nos burlamos de los representantes nacionales.
Olvidamos que esos nombres eran desconocidos hasta hace poco y que lo volverán a ser en un par de días. Esa desidia, es la misma que sufren los atletas a lo largo de su carrera y que los hace que todo cueste el doble. “Acá un atleta sale campeón en un sudamericano pero yo me pregunto qué hacen cuando dejan el atletismo. En los países del Este de Europa les dan trabajo en el ejército como profesores de educación física y en los países occidentales los contratan para sus relaciones públicas, pero aquí no.
La sociedad los utiliza para que ganen un campeonato y luego los abandona. Después surgen casos con atletas que han sido figuras mundiales y hoy son resentidos porque nadie les da bolilla”, decía hace treinta años Gerardo Bonhoff, ex-atleta y profesor. Pues nada ha cambiado.
La utilización de las figuras que luego sufren serios problemas para convivir socialmente y las exigencias que apresuradamente se le formulan a las promesas juveniles, son los grandes peligros que provoca el exitismo en la Argentina. El prestigioso entrenador de atletismo, Raúl Zabala afirmó en algún momento que “se les exige todo, sin advertir que el hombre es una unidad psicofísica que recién alcanza su madurez total después de los 25 años”.
Mendoza sabe y mucho de esta situación. De hecho tenemos una rica historia de campeones de atletismo y pocos conocen los nombres de los mismos. No muchos son conscientes que Eusebio Guiñez fue quinto en el Maratón Olímpico de Londres en 1948 pero después de liderar casi toda la carrera. O que Gladys Ortega estaba predestinada a quedarse con todo lo que competía, pero una fatalidad le quitó la vida muy joven. Pocos saben quién es Alfredo Maravilla, Angel Gagliano, Elsa Pennisi y es posible que recuerden a Elina Urbano, pero por sus logros en remo y no en el atletismo, que fue donde se inició como deportista.
¿Y dónde están?
Todos nos preguntamos ¿qué fue de la vida de Ailín Funes?, quién en setiembre de 2011 se quedó con dos medallas en el Sudamericano.
Plata en 1.500 metros y bronce en 800 metros al marcar 2’08”71 batiendo así el récord argentino de menores. Funes, quien surgió de la escuela de San Carlos, también fue noticia en aquel momento por quedarse con el récord provincial que había marcado hacía 30 años Beatriz Barbera.
En ese mismo torneo, había descollado Guillermo Ruggeri, quien se quedó con la medalla de bronce en la prueba de decatlón.
El mismo Ruggeri al que esta semana toda Mendoza “descubrió”. El maipucino de 25 años que se convirtió en noticias por llegar a las semifinales del Mundial en 400 metros con vallas y por batir el récord nacional más antiguo del que había registro y que lo había establecido Juan Carlos Dyrzka en los Juegos Olímpicos de 1968. Hubo que esperar 39 años para que esa marca se superara y lo hizo justamente este maipucino que jugaba al fútbol desde chico y que se enganchó en el atletismo en los Juegos Evita. ¡Miren si será importante esta competencia para el deporte argentino!
Ruggeri hoy estudia Educación Física gracias a una beca y espera poder terminar su carrera para irse a competir a Europa. “Prefiero ser último allá, que primero acá”, sostiene el mendocino.
Su pensamiento va de la mano de las declaraciones que hizo por estos días el bonaerense Braian Toledo, lanzador de jabalina, quien blanqueó que se fue a Finlandia porque “me cansé de perder. En Argentina sentí que no iba a progresar más”; confesó nuestro primer medallista de oro en los Juegos Olímpicos para la Juventud.
Mientras en Boca se anunció que un jugador tiene cláusula de 30 millones de dólares para irse, en el atletismo sufrimos la fuga de talentos y nadie hace nada. Simplemente porque, al menos en el caso de Ruggeri, parece haber cometido el error de nacer a pocas cuadras de nuestras casas y no haber seguido jugando al fútbol. Allí sí se lo valoraría.
Por lo pronto, él disfruta de estar entre los mejores 20 o 30 corredores de vallas del mundo. Claro que ese logro difícilmente lo salve económicamente como si pasa con cualquier futbolista que esté en un club de primera división, aunque su posición en un ranking mundial sea mil veces inferior.