Más allá del lugar donde desarrollen sus acciones o el tiempo que lleven colaborando con las familias más necesitadas, su trabajo es arduo: están presentes allí donde los pedidos de ayuda abundan y los abrazos escasean. Y si los recursos se vuelven limitados para alimentar a los niños, madres y padres que llegan con hambre, se organizan para que así y todo sea posible llenar ollas, platos y bandejas.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte a las organizaciones sociales dedicadas a abordar la pobreza extrema la realidad se les ha vuelto como una gran marea en la que cada día es más difícil seguir remando.
Sus referentes no escatiman detalles al explicar la situación. Dicen, por ejemplo, que si hasta hace algunos meses a los comedores y merenderos ubicados en los barrios más pobres se acercaban sobre todo los más chiquitos de la casa, hoy también deben sentar a la mesa a los padres que hace ya tiempo tuvieron que restringir los gastos de alimentación entre sus cuentas para poder pagar un alquiler.
Aseguran que, a diferencia de hace un año, ahora la cantidad de pequeños, madres adolescentes y chicos mayores de 18 que comen mal o no comen ha crecido en las diferentes barriadas.
La Fundación Rock and Vida asiste a más de 600 personas de todas las edades que viven con VIH, buscan afrontar una adicción, son víctimas de violencia o viven en la calle. Su representante, Viviana Leoneti, cuenta que si antes entregaban viandas de lunes a viernes, ahora han restringido el servicio a sólo dos días a la semana.
El motivo es que la mercadería que proviene del Banco de Alimentos, y que representa uno de los pilares elementales de abastecimiento de la entidad, se ha vuelto insuficiente para afrontar la problemática. Leoneti explica que así y todo hacen lo posible para invitar a las personas a que se acerquen a la sede de la Fundación ubicada en calle San Luis de Ciudad, para que “puedan sentarse a una mesa a comer”.
Alejandra Goldsack, vicepresidenta de la Fundación Banco de Alimentos en Mendoza, reconoce que la cantidad de víveres que se recuperan de diferentes sectores de la industria cada semana (entre 8 mil y 10 mil kilos de verduras, lácteos, conservas y productos no perecederos) no alcanzan para cubrir las necesidades de las 83 organizaciones civiles que necesitan de sus servicios para alimentar a unos 20.500 mendocinos, de los cuales al menos 70% son niños.
“La demanda ha crecido con los años e incluso tenemos organizaciones que están en lista de espera porque se nos hace muy dificultoso abastacerlas. Al mismo tiempo, a ellos les aumenta la cantidad de bocas que alimentar”, lamenta Goldsack.
A nivel nacional, la Red Argentina de Bancos de Alimentos (que a su vez agrupa a 16 Bancos de Alimentos del país) advirtió sobre esta problemática días atrás, cuando dio a conocer los resultados de una encuesta realizada a las entidades beneficiarias a fines de 2014.
Entre los datos se destaca que 23% de los comedores receptores (que asisten a casi 250 mil personas) no pudo colaborar con quienes se acercaron a pedir ayuda alimentaria: 78% fue por falta de alimentos.
Hambre que se siente
Lo cierto es que a nivel provincial, todo indica que este año la mala nutrición asociada a la pobreza se ha profundizado. María del Carmen Scherl, fundadora de la Asociación Santa Faustina -que cuenta con un comedor en la unión vecinal del Barrio Covipa (Guaymallén)-, asegura que en los últimos meses su trabajo para saciar el hambre de quienes van llegando se ha vuelto complejo.
Cuenta la mujer que desde hace más de 15 años eligió el servicio comunitario como un modo de vida, que ahora se han acercado mamás muy jóvenes y padres que deben sostener a sus familias con empleos inestables: “La necesidad se nota no sólo en los niños sino también en los grandes. Me entero de que por ejemplo el almuerzo que tiene aquí es la comida principal del día. Por lo general vienen con mucho hambre porque no cenan”, se lamenta María del Carmen, cuyos platos y recetas buscan ser acordes a las posibilidades pero también al gusto de sus 120 comensales diarios.
Ella, como muchos de los que se dedican a aportar algo positivo a la sociedad, es consciente de que la comida no es la única carencia. “Cada chico que viene al comedor es para mí un hijo más. No se trata sólo de llenarles la panza sino que les hace falta mucho amor, cuando menos una sonrisa”, dice emocionada y agrega que desde la Fundación abordan otras problemáticas complejas y brindan un seguimiento a los pequeños en materia escolar y de salud.
Seguir pese a las dificultades
En la Congregación de Hermanas Murialdinas también están preocupados. Es que allí las urgencias para llevar más alimento a quienes no cuentan con recursos suficientes son cada vez más notorias.
Perla Zanni, una de sus representantes, destaca que la vulnerabilidad de las familias que viven en los barrios y asentamientos cercanos a la calle Roca de Villa Nueva (Guaymallén) es profunda. “Hay una necesidad de alimentación muy notoria, que ha crecido con el tiempo y se manifiesta sobre todo en los chicos más grandes”, destaca Zanni y aclara que a pesar de la situación, desde la congregación buscan brindar comidas saludables y completas.
Incluso, para entregar raciones más ricas desde el punto de vista nutricional, las colaboradoras preparan recetas caseras para complementar postres y meriendas. Su trabajo se completa con charlas sobre nutrición y manipulación de alimentos destinadas a las mamás de bajos recursos y abordaje social. “Hay mamás solas con muchos niños que están indocumentados”, aclara la mujer.
Para que nada les falte, Zanni destacó que se organizan con el Banco de Alimentos y con otros programas nutricionales y grupos benefactores. “La vamos remando día a día; es como llevar una casa de familia pero en grande”, compara Zanni.
La Fundación Alas, por su parte, cumple su función social a través de un jardín maternal y dos centros de asistencia ubicados en el Barrio 12 de Mayo (Las Heras) y en Mayor Drummond (Luján de Cuyo), respectivamente.
Su presidenta, Miriam Patrón, detalla que en el último tiempo ni el depósito de 30 mil pesos correspondientes al subsidio que reciben desde la Nación (suma que según detalla ha sido depositada con atrasos), ni la mercadería que el Banco de Alimentos les entrega de manera puntual, resultan suficientes para afrontar los pedidos de ayuda que se van multiplicando en las zonas donde llega la entidad.
Sólo en el merendero del barrio lasherino la capacidad máxima es de 200 raciones que las mamás van a buscar para luego alimentar a sus hijos. “Tenemos madres embarazadas y chicos muy mal nutridos. Las necesidades de las familias se han agudizado”, coincide la mujer y aclara que de las 400 personas a las que prestan ayuda, la gran mayoría son niños y adolescentes menores de 18 años.
En detalle
Cómo colaborar. Las entidades reciben leche en polvo, alimentos no perecederos, colchones e insumos de limpieza, entre otros productos.
Dónde dirigirse. Llamar a los teléfonos 155457597 (Fundación Santa Faustina), 4204302 (Rock and Vida), Congregación de Hermanas Murialdinas (4267484), Fundación Alas (acercarse en forma personal al Barrio 12 de Mayo, Manzana B Casa 7, El Challao, o bien a la calle Pellegrini 137 ubicada en Mayor Drummond, Luján de Cuyo).