Misteriosos son los caminos del Señor: una exquisita pieza de arte sacro latinoamericano -un Cristo de marfil tallado en el Alto Perú en el siglo XVIII, valuado en alrededor de 60.000 dólares- se le "apareció" ayer a un comisario en la entrada del humilde barrio conocido como Campo Papa de Godoy Cruz.
Una voz anónima salió desde el celular del comisario Rubén Coronel y lo guió hasta la calle Chuquisaca de Godoy Cruz, donde encontró al Cristo de La Carlota, una imagen que fue robada de la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en La Carlota, Córdoba, en 2003.
"Fue como un milagro", dijo después -un poco en broma, un poco en serio- el uniformado, que llegó hasta el lugar indicado creyendo que le iban a dar "un dato" sobre la obra de arte y se encontró con dos jóvenes con gorritas sobre un montículo de tierra, que dejaban un bulto cubierto con un cubrecamas y un nylon. Adentro, sobre una cruz de jacarandá, rodeado de rayos de plata, estaba el valioso Cristo en perfecto estado de conservación.
Un verdadera "peregrinación" debieron realizar los periodistas para encontrarse con la santa imagen: fueron citados a la Comisaría 7. Allí se les informó que debían ir a la Comisaría 27 y desde allí se los mandó a Delitos Económicos, un departamento que se dedica a perseguir estafadores, delincuentes de guante blanco y ladrones de obras de arte.
"No lo encontramos, apareció", dijo un uniformado vestido de civil en una conferencia de prensa, mientras sacaba la manta y dejaba ver una cruz de 123 x 88 centímetros, sobre la que descansa una imagen que presenta dos particularidades que le otorgó el tallador del marfil: el cuerpo curvado y la cabeza erguida, no recostada como suele representarse a Cristo.
Misterio gozoso
La semana pasada llegó a la provincia una delegación de policías de Córdoba, que les informó a sus pares locales un dato: la talla robada en La Carlota en 2003 estaba en Mendoza.
Un día después se allanó una vivienda de Godoy Cruz y luego un negocio dedicado a la venta de antigüedades, en la Galería Tonsa. Pero el Cristo no estaba.
Los operativos no pasaron desapercibidos para las personas que tenían en su poder el Cristo. "El Cristo les quemaba en las manos y por eso decidieron entregarlo", sostuvo un policía.
Los investigadores creen que los dos sujetos que dejaron la imagen en manos del comisario Coronel fueron sólo intermediarios de las delincuentes que la tenían, tal vez un vendedor de arte, un coleccionista o un oportunista que la había comprado.
Según los cordobeses, en los últimos tiempos, la imagen había estado en Mendoza y luego en Chile, país donde se la intentó vender, pero luego volvió a Mendoza.
Una pieza como el Cristo de La Carlota no es fácil de negociar: pocos coleccionistas se animan a comprar una obra que debe tenerse escondida para siempre y transportarla a otro país representa un riesgo alto, aunque su cotización aumenta.