El presidente Mauricio Macri asumió la presidencia pro-tempore del Mercosur por un lapso de 6 meses y en esa ocasión aprovechó para adoptar una posición de liderazgo regional, previo a la asunción de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil. El mandatario argentino planteó la necesidad de que el bloque tome definiciones firmes respecto de la situación de Venezuela. Al respecto, sostuvo que "en Sudamérica se vive una crisis humanitaria", al igual que en Nicaragua.
El nuevo jefe brasileño ya ha hecho manifestaciones, aunque algo vagas, respecto de su posición ante el bloque comercial. Es sabido que mientras plantea una posición de proteccionismo para su país, también quiere abrirse del bloque para poder negociar de manera más libre acuerdos bilaterales con otras naciones.
Está claro que el debutante mandatario de Brasil pretende plantarse con su poderío como un socio fuerte de EEUU y no quedarse atrapado por estados más pequeños. Al resto de los socios tampoco les conviene la dependencia de un gran país que puede, con algunas decisiones, desequilibrar las reglas de juego de la región.
El Mercosur nació en 1991 y en los primeros años fue fructífero aunque había arrancado con arancel externo elevado que, según los primeros documentos, debería ir bajando gradualmente. Tuvo un primer tropiezo en 1995, cuando el "efecto Tequila" golpeó a México y a otros países, entre ellos a Brasil. El entonces presidente Fernando Henrique Cardoso decidió una devaluación y el nacimiento de una nueva moneda: el real.
La Argentina no podía seguir sus pasos porque tenía vigencia la convertibilidad y esa transformación de paridad cambiaria alteró las reglas de juego que sólo pudieron equilibrarse parcialmente con algunos aranceles compensatorios para ciertos sectores dentro del mismo bloque. Pero aquel efecto se fue multiplicando por la suba de tasas en EEUU y así afectó a Tailandia (efecto Arroz) y luego generó el default de Rusia (efecto Vodka). En 1998 Argentina se había quedado sin crédito, recurrió al FMI pero seguía atado a la convertibilidad sin poder adecuar su tipo de cambio, lo que estalló en 2001.
Desde entonces la región vivió propuestas populistas, se generó el ingreso de Venezuela y las alianzas con Bolivia y Ecuador y todo fue virando a un acuerdo mucho más proteccionista. Además, no se bajaron los aranceles por la presión de grupos industriales de ambos países, donde empresarios nacionales se aliaron con multinacionales para evitar la competencia dentro de la coalición.
Macri propuso en la primera reunión tratar una agenda que incluya, además de los temas políticos, una apertura comercial del grupo bajando los aranceles, y de esa forma contrarrestar los anuncios previos de Bolsonaro, que casi hablan de liquidar el Mercosur. Desde su cargo de seis meses, el presidente argentino intentó marcar la cancha proponiendo una mayor apertura y defendiendo al bloque.
El Mercosur es una unión aduanera imperfecta porque no llegó nunca a abordar estrategias de coordinación macroeconómica, como hizo la Unión Europea con el Tratado de Maastricht. Al quedarse a mitad de camino, quedó preso de los desbalances, sobre todo de Argentina y Brasil, pero sin posibilidades de que los estados miembros puedan encarar negociaciones individuales.
En el mundo actual, los bloques rígidos han entrado en crisis. La propuesta de Macri es prudente ante la embestida de su par brasileño, pero es muy probable que lo mejor para todos sea negociar un cambio de estatus jurídico y bajar un escalón para establecer una zona de libre comercio, con menores aranceles, pero que les da mucha mayor flexibilidad a los países para abordar negociaciones bilaterales con terceros países. Es el desafío de los nuevos tiempos.