El Valle de la Muerte está en medio del desierto de Mojave, en California, Estados Unidos. Se llama así debido a las altas temperaturas que lo convierten en el lugar más caluroso del mundo en verano y el punto más bajo de América del Norte.
Según publica ABC en su portal, la zona está llena de enigmas no solo por sus características climatológicas. Es que su cercanía al Área 51 pareciera agregarle un halo de misterio. No obstante, hay paleontólogos que se han dedicado a estudiar especialmente su suelo.
En el Valle de la Muerte existe un lago llamado Racetrack Playa. Allí hay piedras de hasta más de 320 kilogramos en el medio de la nada, pero las mismas van dejando una huella a su paso. A simple vista es posible divisar una marca que van dejando las piedras "reptantes".
En el 2014 se llevó adelante un estudio que determinó que tras las lluvias, que son escasas en ese lugar, se forma una delgada capa de agua en el lago reseco. Por la noche, la misma se congela y luego en el día quedan placas que flotan. Luego, el viento arrastra estos paneles de hielo que muchas veces empujan a las piedras, dejando detrás de sí las famosas marcas. Cuando el lodo que se produce queda seco, las huellas también dejando un grabado peculiar sobre el secano. A su vez, como el viento es muy común en esa ubicación, otras piedras siguen el mismo rastro.
Asimismo, el paleontólogo Paul Olsen, investigador de la Universidad de Columbia, viene a reforzar esta teoría con un asombroso descubrimiento. Él encontró el rastro de una piedra deslizante en un fósil de 200 millones de años, que además tiene impresas las huellas de dinosaurio. Todo cambió en 2017 Olsen se encontró con la textura de un saurápodo temprano hallado en 1896 en una roca.
Es que, como ha dicho el paleontólogo ese fósil estaba cerca del Ecuador, caracterizado por su baja latitud, característica que comparte con el Valle de la Muerte. En esos tiempos lejanos, las temperaturas en el trópico eran más o menos moderadas, de modo que había animales y plantas y de ningún modo había congelación, según comunicó Olsen.
Todo pareciera indicar que dicha suposición echaría por tierra su propia teoría de que rastro del fósil del prosaurópodo sea una piedra deslizante, capaz de moverse por el congelamiento. No obstante, es posible que la actividad volcánica que sacudió el planeta en la transición del Triásico al Jurásico provocara un enfriamiento en los trópicos y se creara una capa de hielo que pudiera impulsar a las piedras reptantes, al igual que sucede en California.
Como toda hipótesis, cabe aclarar que los estudios deben continuar en otros fósiles como así en también en otras latitudes con iguales características con el fin de comprobar lo expuesto. No obstante, resuelto el misterio del movimiento de las piedras, ahora cabe un nuevo interrogante ¿hacia dónde van?.