Hacen falta caballeros

En 1968, a Roberto De Vicenzo su compañero de juego le anotó un golpe de más y lo privó de ir a un desempate en Augusta; lejos de quejarse asumió culpas.

Hacen falta caballeros

Por Maxi Salgado - msalgado@losandes.com.ar - Twitter: @maxisalgado

Hoy por hoy, en tiempos de alta competitividad en todos los órdenes de la vida, el individualismo y enojo son los sentimientos que priman.

Es por eso que hay que destacar a todos aquellos, que más allá de éxitos o fracasos no han perdido los valores: los caballeros.

Falleció esta semana el Maestro Roberto De Vicenzo, un deportistas con todas sus letras. El golfista, que ganó 231 títulos a lo largo de su carrera, se hizo famoso en el mundo por haber perdido el Masters de Augusta, en Georgia, en Estados Unidos, debido al error de un rival.

“Cuando se detectó el problema, mi respuesta fue muy simple y entre lágrimas dije: ‘Los reglamentos hay que respetarlos’. Siempre creí que el único tonto había sido yo, entonces no le podía echar la culpa a otro. Y esa actitud fue la que me terminó abriendo las oportunidades para viajar por todo el mundo. Gané reconocimiento. Si yo hubiera dicho: ‘Me hicieron trampa’, las puertas se me habrían cerrado. Al final, fue el mejor error de mi vida”, aseguró tiempo después.

Sus valores lo convirtieron en embajador de la Asociación Argentina de Golf y fue conocido en todo el mundo como “El Caballero del golf”.

Sus actitudes parecen lejanas a la actualidad, donde los límites se transgreden en forma permanente para jugar sobre el filo de los reglamentos.

Los deportistas son capaces de cualquier cosa para conseguir un triunfo y eso es moneda corriente; se ve al rival como a un enemigo al que hay que derrotarlo sin importar más. Esa cultura hace que también nos sorprendan tres situaciones que ocurrieron- esta semana- en Roland Garros relacionadas con los deportistas argentinos.

Me refirió a la actitud de Juan Martín Del Potro y de Horacio Zeballos, quienes se vieron “beneficiados” por las lesiones de sus adversarios, Nicolás Almagro y David Goffin, respectivamente. Nuestros compatriotas se preocuparon -in situ- por la realidad de sus rivales y hasta los consolaron -al costado de la cancha- por la bronca que significa tener que abandonar con la sensación de no haber dado todo. Eso es caballerosidad deportiva y en el tenis, conocido como el deporte blanco, no debería causar asombro.

La otra fue ver a Novak Djokovic aplaudiendo de pie al Diego Schwartzman tras el partido en el que el “Peque” puso en aprietos al serbio, defensor del torneo -sobre el polvo de ladrillo- en París.

Bajo bandera de Fair play

En la otra vereda, un par de situaciones que se dieron en el fútbol. Alejandro Romero Gamarra, delantero de Huracán, contó el insólito pedido de Wilmar Barrios, mediocampista colombiano de Boca, previo a la ejecución del penal que le dio al Globo un agónico empate y le permitió a River ponerse a un punto de los Xeneizes. “Barrios me pidió que lo errara, que lo tirara afuera. Me dijo que no nos estábamos jugando mucho, yo le dije que nos estábamos jugando el descenso. Nunca me había pasado eso”. Increíble, pero real.

A esto habría que agregar todo lo que se originó tras la derrota de Gimnasia en Salta. Pero lo peor fue el Whatsapp que hicieron circular en donde se hablaba de una cifra de dinero que habría llegado desde Carlos Casares. No se puede acusar con liviandad, sin pruebas y sobre todo porque atrás del futbolista hay una persona que tiene familia, como usted y yo, la que sufre las consecuencias, porque los hinchas tienen pasión y no razón.

El que debe tener razón antes que pasión es el dirigente. Y en este aspecto hay que destacar la decisión del Club Empleados de Comercio (CEC), que antes de embarcar a la institución en un gasto económico desmedido, prefiere seguir siendo un club formativo, en donde los niños sin recursos puedan desarrollarse (allí no se les cobra una cuota social a las inferiores) y entonces renunciaron a jugar el Federal B.

“No habrá que esperar que los árbitros se levanten con un buen día”, aseguró su presidente Guillermo Pereyra. Entienden que los clubes tienen que cumplir una función social, formativa.

Debemos recuperar con prisa el ejercicio de la caballerosidad y entiéndase que a ella la relacionamos a la educación y no con el poder del dinero. La caballerosidad reside en el cumplimiento de una serie de normas de etiqueta en y durante el juego. La importancia de estas normas son tan necesarias como el conocimiento de las reglas; las reglas de juego se deben aprender por el bien de cada participante, mientras que el “código” de etiqueta es por el bien de los demás.

Argentina, en los ‘90, se destacó porque sus seleccionados juveniles de fútbol eran ejemplo de Fair Play. Ojalá, este nuevo proceso lo recupere. “Si no existen las responsabilidades y compromisos desde la niñez, al crecer se piensa que todo tiene el mismo valor”, reflexionaba el Maestro De Vicenzo... una idea “vital” que deberíamos aprender padres e hijos, y también todos los amantes del deporte.

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