Al hojear cualquier periódico y pasar de las noticias internacionales a las páginas de negocios, lo que se verá es “otra” gran lucha geopolítica en el mundo de hoy. No es la tradicional entre los Estados nación por el territorio. Es la lucha entre “el hacedor” y “el rompedor” en internet.
Estamos en una gran época para ser un hacedor, un innovador, un emprendedor emergente. Gracias a internet es posible recaudar capital, vender bienes o servicios, y descubrir a colaboradores y clientes mundialmente, con mayor facilidad que nunca antes. Si se quiere romper algo o a alguien, o introducirse en alguna parte que esté encriptada, y colaborar con otros tipos malos, es posible reclutar y operar con menos dinero, mayor facilidad y mayor alcance que nunca antes.
Es un momento grandioso para ser un rompedor. Esa es la razón por la que el equilibrio de poder entre los hacedores y los rompedores moldeará nuestro mundo tanto como el que hay entre Estados Unidos, Rusia y China.
Habría que considerar lo que escribió Robert Hannigan, el director del GCHQ, la versión británica del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la semana pasada en The Financial Times: el Estado Islámico o ISIS fue “la primera organización terrorista cuyos integrantes crecieron en internet”.
El resultado es que “están explotando el poder de la Red para crear una amenaza yihadista con alcance casi mundial”. Y, el simple hecho es que, dijo, “los servicios de mensajes y medios sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp se han convertido en las redes de comando y control preferidas por los terroristas”. ISIS las ha utilizado para reclutar, coordinar e inspirar a miles de islamistas de todo el mundo, para unirse a su lucha para romper a Irak y Siria.
Hannigan hizo un llamado a “un pacto nuevo” entre los organismos de inteligencia y las redes sociales para que las compañías no encripten sus servicios de datos en formas que hagan que rompedores como ISIS sean más poderosos y difíciles de rastrear.
Este será un debate importante porque este mismo sistema gratuito, de comandos abiertos y control, también está permitiendo que los hacedores colaboren como nunca antes.
Aquí, en Cleveland, conocí a dos “hacedores” israelíes cuya compañía depende tremendamente de los ingenieros en programas informáticos ucranianos. Su empresa, con 11 años de antigüedad, 550 empleados en 20 países, TOA Technologies, es proveedora de programas informáticos basados en nubes que ayudan a las firmas a coordinar y administrar a los empleados en movimiento. Se acaba de vender bajo contrato de millones de dólares. Los entrevisté porque no conozco a muchos israelíes en Cleveland que empleen a escritores de códigos en Jarkov, Ucrania, y le den servicio a Brasil.
Yuval Brisker, de 55 años, se formó como arquitecto en Israel y fue a Nueva York por primera vez a finales de los 1980 para estudiar en el Instituto Pratt. Posteriormente, conoció a Irad Carmi, hoy con 51 años, un flautista que se formó en Israel, y llegó a estudiar al Instituto de Música de Cleveland. Al paso de los años, ambos se alejaron de los campos que habían escogido, y descubrieron un amor por la programación y se instruyeron por sí mismos.
Un amigo israelí de Brisker empezó la compañía MaxBill en el auge punto com en los 1990 y, al final, les dio trabajo a los dos, pero quebró después de 2001.
“Ambos éramos refugiados del punto com”, comentó Brisker. “Pero un día, Irad me llama y dice: ‘Mi suegro acaba de regresar del doctor y preguntó: ¿Por qué tengo que esperar al doctor en su consultorio cuando sabe que va a llegar tarde y va retrasado? Debe haber alguna solución tecnológica’. El doctor sabe que llegará tarde y todos sus pacientes tienen teléfonos celulares. Lo mismo con el tipo de la televisión por cable. Esto está desperdiciando millones de horas hombre”.
En 2003 empezaron una compañía para resolver ese problema. Sin embargo, no tenían dinero y Carmi trabajaba en Viena. Carmi sacó una segunda hipoteca sobre su casa en Cleveland; Brisker sacó préstamos. Se comunicaban mundialmente por medio de correos electrónicos, Yahoo Messenger y un primer sistema de Yahoo que funcionaba como “walkie-talkie”.
Elaboraron el plan de negocios en un programa informático gratuito, sin haberse visto en persona. En sus viajes a España, Carmi descubrió a Alexei Turchyn, un programador ucraniano, quien consiguió crear el primer programa informático de actualizaciones, basado en la nube, de la empresa. Al final, abrieron sus oficinas centrales en Cleveland. ¿Por qué no? Como dicen: “En internet, nadie sabe que eres un perro”, o si estás en Cleveland o en Mosul.
No obstante, sigue importando que te vean como una “compañía estadounidense”, dijo Brisker: “La gente sabe que representas ese tipo de emprendimiento y libertad de pensamiento y expresión creativa y energía audaz, y quiere ser parte de eso. Sabe que la puedes sacar de los problemas económicos de su mundo local y permitirle construir un nuevo mundo en su lugar”.
¿Problemas económicos? ¿Por qué algunas personas responden a los problemas económicos con energías constructivas y creativas, y utilizan internet para ampliarlas; y otras, con energías creativas destructivas y usan internet para aumentarlas? No lo sé. Sin embargo, serán cada vez más las personas que se empoderen con internet para hacer cosas y romper cosas; y las compañías para establecer contactos sociales y los organismos de inteligencia que trabajen juntos o por separado no nos van a salvar.
Cuando cada persona se superempodera para hacer o romper cosas, importan cada familia o comunidad, los valores que se imparten y las aspiraciones que inspiran. Como criamos a los nuestros en Estados Unidos y otros países para producir más hacedores que rompedores, es ahora uno de los desafíos políticos -y geopolíticos- más grandes de nuestra era.
Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2014