Un hacedor apasionado y controversial

Un hacedor apasionado y controversial

Si la política no se ejerce con pasión, difícilmente se cumplan los sueños que los políticos vuelcan en ella a la hora de elegir la militancia como forma de transformar el mundo. Con aciertos y errores, Víctor Fayad ha puesto todo en cada paso de una carrera política que lo hizo un dirigente destacado y carismático, un cuadro con formación e ideales, un obstinado y particular personaje que emprendió mil batallas.

Afiliado a la controversia, lejos, lejísimos del hombre público gris y sin matices, Fayad es un crítico implacable al punto de no respetar ni siquiera las habituales fidelidades partidarias. Polémico por definición, disconforme por naturaleza, díscolo por las dudas, el Viti siempre se salió del molde, incluso desde sus inicios.

Ya en el '83, y con apenas 28 años, presidía el Concejo Deliberante de Capital que, de la mano de su tío y gran inspirador, el gobernador Santiago Felipe Llaver, la UCR había ganado como parte del aluvión que significó a nivel nacional la candidatura de Raúl Alfonsín.

Allí comenzó a gestarse el germen de un radicalismo protagonista en Mendoza y que tuvo en Fayad, como nuevo líder de Renovación y Cambio, a una de sus principales figuras. Ya como intendente a partir del '87, produjo una revolución cultural en la ciudad, a través de una gestión que se caracterizó por la eficiencia y la transformación urbanística. A él se le debe el modelo del intendente exitoso que hace de la gestión su modo de proyectarse políticamente (que después se trasladó al resto de los partidos y la provincia) y que hasta hoy se mantiene como plataforma de empoderamiento partidario de los jefes comunales.

Sin embargo, sus esfuerzos no le alcanzaron para cumplir con su sueño mayor, el de ser gobernador. Como candidato del radicalismo perdió en dos ocasiones: en el '91 contra Rodolfo Gabrielli y en el '95 contra Arturo Lafalla. Entonces, su prédica no caló en una sociedad que, de manera silenciosa, avalaba el giro conservador y neoliberal que Carlos Menem imponía en todo el país.

Sin embargo, las derrotas no lo derrotaron. Logró por tres mandatos consecutivos (de 1993 a 2005) ser representante del pueblo de Mendoza como diputado nacional. En el Congreso también se ganó el respeto de sus colegas, tanto los del bloque radical como del resto de los bloques, siendo una de sus materias predilectas la cuestión energética, de la que se tornó un estudioso y un verdadero conocedor. Allí su figura alcanzó cierto vuelo nacional y vinculaciones que aún le reditúan en su accionar, como por ejemplo, con la propia presidenta Cristina Fernández, con quien compartió años en el Congreso.

De su cantera capitalina salieron los nombres de dos ex gobernadores radicales como Roberto Iglesias y hasta el mismo Julio Cobos, que pudieron ser lo que él no pudo. Pero también, a su impronta política se debe el invicto que la UCR mantiene en Capital, que desde el '83 hasta hoy la hizo su gran bastión electoral. Incluso y cuando parecía que los ciclos estaban cumplidos, volvió a la comuna en 2007 para salvar la continuidad de su partido. No sólo lo logró, sino que cuatro años después, en 2011, obtuvo un nuevo período con el 57% de los votos.

De allí en más, su carácter indomable y las adversidades personales lo convirtieron en un outsider dentro de su propio partido. Sus constantes enfrentamientos con la cúpula de la UCR, su perfil autónomo y el encapsulamiento de su gestión contribuyeron a cimentar la fama de “bicho raro” de la que no reniega y que, además, reivindica como un estilo sanguíneo que atribuye a su ascendencia de “turco cabeza dura”. Para sostenerlo aún más, hasta instauró el desdoblamiento de las elecciones en Capital, una jugada que le permite decidir en soledad y poner en juego sólo su propia imagen, casi como una entronización de su ego como único argumento político.

Sus últimos coqueteos con el kirchnerismo, su aventura electoral a través de la lista del Partido Federal y sus constantes dardos para Cobos y su aliado Alfredo Cornejo, lo expusieron el 11 de agosto a una derrota innecesaria aún en el contexto de sus obsesiones y sus fobias. Hizo de los caprichos su vitalidad cotidiana y de los encontronazos y picardías, el soporte de la rutina burocrática que suele apocar a los líderes.

Ayer, Fayad blanqueó su delicado estado de salud. Está claro que, pese a sus dobleces, la biología no se lleva demasiado bien con las convicciones. Incluso las que empujan desaciertos de los que hacen y rompen porque creen.

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