La evolución intelectual e ideológica de la humanidad ha mostrado diferencias notables entre generaciones sucesivas.
Entre dos descendencias consecutivas hay unos veinticinco años (término medio) de distancia cronológica. Pero la brecha ideológica y conceptual, es cada vez mayor. Progresamos, sin duda, subidos a los hombros de nuestros ancestros, que cocinaban con querosén y se comunicaban gracias al telégrafo, el correo postal y el teléfono fijo; recibimos su educación y elaboramos nuestra forma de vivir.
Nuestros hijos nacieron con la televisión color y se conectan al mundo al instante. Alcanzan un alto nivel de información pero un bajo nivel de formación, al revés que la generación precedente. Así, no sólo ejercieron sus primeras vivencias desde otro peldaño de la escala evolutiva, sino que demandan con voracidad un espacio que aún no está preparado. Valores que para nosotros eran pilares de nuestro espíritu, no lo son para ellos, y así, necesitan imponer sus propios esquemas. Para ello, deben romper los viejos moldes.
Son propuestas de cambio, que debemos comprender, en su verbo y en su mística, para contribuir a la correcta canalización de las conductas.
Estas conductas –síntomas de raíz ¡mucho más profunda!- son las que observamos hoy en los espectáculos masivos (por lo común musicales) donde acude la juventud para sentirse contenida en un recipiente que es efímero y no está bien armado todavía. Allí se concentran gentes de una aparente unicidad, pero de notable heterogeneidad.
Hay, a mi juicio, tres grupos bien definidos.
1- El que conforman los adolescentes veinteañeros que van por una identidad y un gusto musical concretos, a mezclarse con sus ocasionales socios de apetitos y necesidad de protagonismo buscando su encuadre, su encaje ideológico-social. Este grupo responde a una parte de la propuesta: disfrutar, vivar a sus ídolos, etc. Pero dicha convocatoria les provee una posibilidad de aglutinación, de cohesión masiva; hay un "folclore" del rock, en un ambiente más allá de lo estrictamente musical... Una tácita fraternidad en torno de una mística, como forma de exponer su estilo de vida.
2- Es el compuesto por los ‘jóvenes treintones’, que, concuerdan con los anteriores en el gusto, pero su necesidad es básicamente diferente. Veo dos sectores: a) en los que hay una búsqueda cuya raíz es más añeja; desacoples antiguos con el medio social porque, este adulto no cruza medio país y paga hotel tan sólo por estar en el evento puramente artístico. Va impulsado por algo más que no lo encuentra en Los Nocheros ni en La Sole... b) el otro subgrupo es el seguidor "a muerte" de su ídolo; el que, no importa su edad, sigue ligado a ese estilo y a ese mensaje, por una prolongación inercial de su pasada adolescencia. Van “a sabiendas” de la alta probabilidad de refriegas, pero que poco le interesan a esta franja de la concurrencia.
3- El que está compuesto por aquellos que ven la oportunidad óptima para ejercer violencia y concurren con una actitud vandálica premeditada, sin vacilación. Quizás por el bombardeo de oferta de productos, soporta el apetito de bienes que no puede alcanzar; la impotencia frente al sistema que le rodea y la influencia del oportunismo político, lo llevan a disfrutar de una suerte de revancha largamente esperada. Porque las fuerzas que lo empujan, no están acompañadas por vías claras de solución para él. La falta de salida laboral, salarios bajos, empleos en negro, megaestructuras burocráticas que dificultan los emprendimientos, etc., son impulsos (aunque no razones) para llevarlo a la irracionalidad, confundiendo reclamo con barbarie.
En estos tres perfiles, vemos llegado el momento de advertir que el apetito por el espacio es algo tan antiguo como la expansión universal después del big bang, y que a esto nadie puede escapar sin declinar su derecho a respirar el oxígeno que necesita para vivir. La nueva propuesta debe nutrirse de las cosas buenas a mantener del esquema antiguo, pero también el viejo modelo debe reajustar sus puntos erróneos o perimidos, a la luz del estilo naciente. Por ello, no califiquemos de 'inmaduro' el sistema juvenil, ni que los muchachos esgriman slogans falaces como 'es cosa de viejos', porque entre los viejos hay jóvenes y viceversa... Y en este intercambio está la sagacidad de saber componer la 'sinfonía' con los mejores 'acordes' de ambas edades.
La violencia en el fútbol, en los festivales de rock, etc., no son sino una boca por donde se libera energía social, que necesita hacer erupción. Los adultos debemos buscar nuevas vías de salida, porque si no, sería como obturar el cráter del volcán: ¡explotaría igual, y podría ser peor! Los futbolistas o “los redonditos” no son responsables de las tensiones sociales, como tampoco lo son los ojos cuando la escena que perciben, desagrada. Estos sucesos, son elementos sensores del clima popular, y sería un grave error cerrar esos ‘ojos’ en vez de corregir la escena.
Son procesos evolutivos; y el hombre no modifica la evolución, sólo transita tambaleante sobre ella. Sí puede ajustar las velas para navegar en dicho curso imparable. Por lo tanto, “habrá que comer ricota” significa afinar los métodos, hasta que las tendencias tomen mejores rumbos. Sólo nos queda el diálogo y la educación para ayudar al joven a edificar su futuro con acierto; buscar con la persuasión, “convencer” a los revoltosos –sin perjuicio del accionar de la Justicia- en vez de tener que “vencerlos” con otra acción violenta, que dispersa pero no cura, sin caer en paternalismos demagógicos que los transformen en facilistas. Las campañas educativas son perentorias.
Esto no significa que la Justicia no actúe con los irresponsables, como corresponde, pero esto no es materia de este artículo.
La pregunta es: ¿por qué calan tan hondo estas “misas”? Éste es un problema sociológico de atención urgente.
Recordemos que las apologías de la droga y de la violencia están fuera de la ley y del contexto pues, por disímiles que sean los esquemas, el único punto en común, el único parámetro sin tiempo entre todas las generaciones, idioma y lugar, seguirá siendo siempre la paz.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.