La muerte, la enfermedad, separaciones y divorcios, cambios corporales y sexualidad son algunos de los temas más difíciles para hablar con los niños, en especial los de corta edad. Sin embargo, es necesario afrontar estas charlas antes de que comiencen con su pre-adolescencia, solucionando cualquier duda y preparándolos para lidiar con todo tipo de situaciones.
Hay temas que podemos iniciar nosotros mismos, en especial cuando nos anticipamos a sucesos en la familia o en el círculo íntimo. Un embarazo fuera del matrimonio, la separación de los padres o de otra pareja en la familia cercana, una enfermedad, incluso un procedimiento quirúrgico serán situaciones notorias para los pequeños.
Podemos introducirlos al tema brevemente, consultándoles qué es lo que ellos saben o suponen al respecto, qué piensan, y aprovechando la ocasión para explicarles aquello que necesiten saber. Siempre hacerlo en un lenguaje fácil de utilizar y comprender, sin demasiado detalle, y de una manera lúdica y entretenida, o al menos suelta sin que demuestre preocupación.
Prestar atención a un concepto importante: Lo que proponemos es iniciar el tema y analizar la reacción del niño, pero no comenzar a responder algo que aún no ha suscitado un interrogante en tu hijo. Los niños no son demasiado orgullosos, sino todo lo contrario: se afanan de su naturaleza inquisitiva. Preguntan todo aquello que quieren saber. Obligarlos a hablar de un tema no nos llevará a buen destino, por eso decidiremos comenzar la charla, y esperar a que sean ellos quienes nos hacen los cuestionamientos que vayan necesitando saber.
No debemos explayarnos demasiado si no lo están pidiendo. Al hacerlo, normalmente los adultos nos ponemos nerviosos, y solemos decir verdades a medias, dar elementos gráficos, o también decir simplemente mentiras: “los bebés nacen porque un papá y una mamá se dieron besos y se tomaron de las manos” puede parecerte una manera simple de salir del paso ante este tema tan delicado, pero no es más que una mentirita que al niño no le explicará nada, sino todo lo contrario.
Tener paciencia y templanza. Los niños preguntan porque necesitan saber, y es nuestro deber ayudarlos y prepararlos para el futuro. No es necesario que se den demasiados detalles ni brindar información traumática (como qué sucede con el cadáver de una persona una vez enterrado su ataúd, o cómo es el acto sexual que permite los embarazos). Pero tratar de decirle la verdad, en palabras que ellos entiendan y manejen, y de un modo que comprendan a la perfección.
Nunca hay que tener miedo de hablar de temas difíciles con tu hijo, porque ellos son verdaderas esponjas de conocimiento en constante formación, y son capaces de manejar conceptos avanzados con gran naturalidad… mucho más que los que intentamos aplicar los adultos.