Hace un año y tres meses la Policía lo fue a buscar a su taller de Godoy Cruz. En ese momento se enteró de que estaba acusado de asesinar de un tiro a un adolescente de 15 años. Exactamente 451 más tarde Gustavo Seré volvió a "sentir el aire libre, el olor a la libertad", según cuenta a Los Andes mientras almuerza junto a su único hijo, lo que más ama en su vida, remarca.
Desde el último jueves Seré es un "ciudadano común", remarcó la fiscal de Homicidios Claudia Ríos. Fue sobreseído y liberado tras permanecer preso por un asesinato que no cometió. Su lugar en el expediente, y tras las rejas, lo ocupó Dionisio Elmelaj (57), un empresario de Chacras de Coria ahora imputado por el crimen que conmocionó a Mendoza: el homicidio del joven Emir Cuattoni, ocurrido en abril de 2016 en las inmediaciones del Parque Benegas, en Godoy Cruz.
Sobrevivir en prisión
Seré tuvo que sobrevivir, literalmente, dentro de la cárcel. Fue golpeado casi hasta la muerte por otros reclusos por "mata niños" y "antichorro", incluso recibió dos tiros en las piernas. Durante el tiempo que pasó encerrado se acercó a Dios, aunque conoció el "infierno", y fue tratado como "escoria". Pese a todo esto, el liberado asegura que no tiene rencor contra nadie; sí enojo, sobre todo, con algunos periodistas que lo "condenaron".
A su vez, adelanta que demandará "civil y penalmente a quien corresponda". "Alguien tiene que responder por el garrón que me comí", dice.
451 tras las rejas y varias golpizas
"Estar preso es lo peor que le puede pasar a una persona. No hay peor sufrimiento que el de un preso. Imaginate yo, que pasé por todo eso siendo inocente", remarca Gustavo Seré.
Seré estuvo 451 días recluido en distintos complejos. Fue ingresado en el penal San Felipe. Después, por "problemas", por no decir golpizas, fue trasladado al pabellón 16 de Boulogne Sur Mer. Luego estuvo un tiempo en "población", hasta que regresó al 16.
"En San Felipe me recibieron a los golpes. Me quisieron matar, me apuñalaron, me pegaron con palos hasta partirme la cabeza por 'antichorro' y 'mata niño'", recuerda el ahora ex imputado por la muerte de Emir.
No solo fueron sus compañeros los que lo atacaron. "En uno de los traslados llegaron los guardias y 'reventaron' el pabellón: a mí me dieron dos tiros en las piernas", asegura. Y sentencia: "Para la causa, y para todos, hubiera sido más fácil si me mataban ahí adentro, pero Dios me protegió".
"Dentro de la cárcel es vivir segundo a segundo. Al preso se lo trata como escoria", dice Seré con un tono de voz calmo pero agotado.
Falsos testimonios
En la tarde del 17 de abril de 2016 Emir fue baleado mientras transitaba por el parque Benegas en Godoy Cruz. Iba acompañado por dos amigos. La agresión fue cometida por un hombre que se bajó de una camioneta 4x4 y disparó contra el grupo. La bala en la espalda terminó con su joven vida 42 días más tarde.
Tiempo después, la investigación, con el aporte de algunas declaraciones de dos testigos, llevó a la detención de Gustavo Seré en setiembre del año pasado. Estos testigos, de apellido Martinez, serán imputados por falso testimonio y podrían pasar hasta 10 años encarcelados.
"La verdad es que no sé qué los llevó a declarar en mi contra. Cuando los atrapen vamos a saber la verdad. A la fiscal y a los medios le vendieron pescado podrido", asegura Seré.
"Tuve que vender todo"
El recientemente sobreseído tiene un instituto de capacitación en metalúrgica (Weldin Institute). Recuerda que cuando lo fue a buscar la Policía tenía 150 alumnos. A los pocos días, luego de que se conociera su situación, los estudiantes se redujeron a 40.
Además, asegura que tuvo que vender "todo": auto, camioneta para pagar abogados y solventar sus gastos dentro y fuera de prisión. No solo eso, su "exposición mediática" le obligó a cerrar las oficinas del instituto y trasladarlas al taller. "Me hicieron mucho daño, pero ahora mi imagen se limpió, ya no me siento estigmatizado", confía.
"Me aferré a Dios"
Gustavo rescata de sus días de encierro a la gente buena que conoció "ahí adentro".
Además, confiesa que acercarse a Dios y el apoyo de su familia lo mantuvieron con ganas. El ex imputado logró conseguir un "fajinado", fue una especie de colaborador en la capilla del penal. Allí, sus charlas con las monjas y voluntarios que se acercan a ayudar a las personas privadas de su libertad lo sacaron adelante y le dieron "impulso" para imaginar una vida afuera de los muros de la cárcel.
Ahora, ya en libertad, Gustavo quiere conseguir un convenio para poder dar cursos de oficio dentro de la cárcel "para que los presos que logran su libertad y que no tiene recursos tengan una herramienta más para insertarse en la sociedad", dice entusiasmado.
Sus primeras horas libre
Seré fue liberado el jueves por la mañana y a la noche durmió en la casa de su hijo.
"Estoy muy emocionado. Aún estoy muy estresado pero la semana que viene vuelvo a trabajar", adelanta.
"Es difícil volver a conectar con la vida normal. Lo peor que le pueden quitar a un ser humano es su libertad", finaliza el hombre que pasó 451 días preso injustamente.