No es fácil presentar a Gustavo Noriega desde los moldes cómodos de la adjetivación. Decir que es un histórico crítico de cine argentino, un popular conductor radial, un ex integrante del panel de “Intratables” (en los tiempos de Pettinato) o un autor de libros que escarban algunos temas urticantes de la actualidad, decir todo eso es, pues, mirar siempre una sola de sus facetas.
El tema es que sería difícil agotar esos perfiles, puesto que podríamos continuar: licenciado en Biología, ex técnico del Indec, tuitero, polemista.
Noriega, por esa misma ductilidad, por ese mismo carácter anfibio (o “pluribio”, si se permite el neologismo) encaró hace siete años un trabajo ensayístico que él llama “antiprogresista”. Publicó “INDEC, historia íntima de una estafa” en 2010, sobre lo que él consideró la vulneración de ese instituto estadístico en tiempos del kirchnerismo.
Luego fue de lleno al tema que lo desvelaba con “Progresismo: el octavo pasajero” (2013, coescrito con Guillermo Raffo).
Ahora arriba al que quizá sea el más “caliente” de esos temas. Quizá no porque se demande una reflexión inmediata desde el presente, sino porque el abordarlo representa un riesgo de “incineración” ideológica inmediata.
Con “Diccionario crítico de los años 70”, Noriega dice haber cerrado una etapa, pero, además, haber honrado años largos de investigación y literatura enfermiza sobre lo que él considera el tiempo en el que “la Argentina se volvió loca”.
Es ese libro, publicado este año por Margen Izquierdo, el que lo trae a la Feria del Libro de Mendoza. La presentación, en el marco de ese encuentro, será mañana a las 19, en la sala Vilma Rúpolo del Espacio Julio Le Parc.
Antes de esa visita, y justo después del almuerzo, Gustavo Noriega se presta al diálogo y, por supuesto, no esquiva ningún tema. Aunque se trate de temas complejos y no aptos para ganar amigos. Aunque se trate, pues, de hablar del momento en que estalló la locura.
-Empecemos por lo básico: ¿qué te llevó a investigar y escribir sobre esta década, quizá la más revulsiva y compleja de la historia argentina? Una década en la que, según tus propias palabras, la Argentina se volvió "loca".
-Primero que nada, hay que decir que a esa década la viví y en ella incluso participé brevemente en política en 1974. Después me quedó un interés muy grande y, ya a partir de la llegada de la democracia, leí todo lo que tuviera que ver con ella. Empezando, por supuesto, por “Recuerdos de la muerte”, de Miguel Bonasso.
En mí eso se convirtió en un interés continuo. Pero en los últimos años empecé a notar que había un problema, y era la falta de discusión y de libertad para discutir sobre una década que merecía ser analizada de manera apropiada. Fue cuando me pregunté, además, qué podía hacer con todas las lecturas que maniáticamente había acumulado en mi vida. Y eso derivó en la decisión de escribir el libro.
-Al leerlo uno confirma, por si hiciera falta, que hablar políticamente sobre los años 70 en la Argentina es bucear, quizá, en la madre de todas las grietas...
-Sí, pero eso se nota más con lo que pasó en los últimos años. Antes creo que hablar sobre este tema no te ponía tanto de un lado y otro. Pero lo que pasó en el kirchnerismo hizo que cualquier intento por revisar o tener una mirada distinta sobre este tema se relacionara con la grieta del presente.
Esta década se usó para justificar infinidad de cosas y eso ahondó las divisiones que hoy vemos.
-¿Y por qué lo pensaste como un diccionario?
-La verdad... era una forma de desordenar los temas (risas). Lo que me gustaba de la idea de un diccionario era que el orden de los eventos que iban a ir apareciendo terminaba siendo azarosa. La historia cronológica al final no tenía que ver con el orden alfabético y eso no me ataba a un desarrollo ensayístico del tema. Por otro lado, me gustaba la idea de hacer muchas notas cortas y muchos “episodios”. Encontré que la mejor manera era esta.
-¿No tiene que ver con una intención de plantear los temas de manera distante y objetiva?
-No. Porque desde el prólogo doy por sentado que el libro sí tiene un punto de vista: es un trabajo de relectura que se escribió basado en una mirada política, pero no atada a lo ideológico. En ese sentido, no tiene una pretensión de neutralidad, académica, lavada. Pero también el formato de diccionario ayuda a eso. Si a mi mirada la pongo en un relato cronológico puede que quede muy marcada esa mirada. En cambio lo arbitrario me permite desplegarlo de una manera distinta.
-A pesar de ese formato alfabético propio de todo diccionario, me parece vislumbrar cierta narratividad en la secuencia de artículos, un esfuerzo porque también pueda ser abordado con una lectura lineal. ¿Fue esa también una búsqueda?
-Se dio un poco de casualidad. Sí en algún momento cambié nombres para intentar un equilibrio. Pero yo siento, al leer el libro de corrido, que aunque no fue escrito así, el último tercio tiene más ideas y miradas más desafiantes y cosas no dichas que terminan acumulándose en el final y le da un sentido más fuerte. Y me parece casi mágico que se haya dado eso.
Polémica, página a página
-"Polémica" es una palabra de la que se hace uso y abuso. Pero se la ha aplicado también a algunos enfoques de tu libro. Rápidamente uno puede pensar que la entrada titulada "Treinta mil" puede ser una de las razones para la polémica, ¿no?
-Pensar que este libro es polémico resulta interesante. Porque todas las ideas que estaban en el libro, en el momento en que las publiqué, lo eran porque desafiaban el sentido común o el consenso de la época. Hay muchos ítems como ese que mencionás que solían tratarse con mucha precaución. Pero lo cierto es que ya escrito y publicado el libro, la cuestión no resultó tan polémica. Por eso yo sentí que había una necesidad de decir las cosas de esta manera, sin vueltas y sin prejuicios. Por eso creo este “Diccionario crítico de los años 70” llegó en el momento justo, donde hay un nuevo consenso, más democrático, más crítico, de la violencia de esos años.
-Quizá otra de las entradas que puedan considerarse polémicas es la de "Rodolfo Walsh", porque se trata de un escritor, al menos como tal, prácticamente canonizado.
-Sí, de hecho la de Walsh fue una de las entradas que preparé con más cuidado y fue uno de los motores del libro: el equívoco sobre él era un tema central de los últimos años. No se trataba de poner en duda su calidad como escritor sino de desmitificarlo como demócrata u opuesto a la dictadura desde la democracia. Él era un revolucionario, pero se había perdido esa dimensión. Para mí era central hablarlo, porque me parecía patente el malentendido sobre Walsh y a esa entrada la escribí con conciencia de que era polémica. Pero sobre él me documenté muchísimo y no tengo dudas sobre lo que digo en la entrada misma: esa idealización le habría sorprendido al propio escritor. Rodolfo Walsh fue el cerebro fundamental para el asesinato de Aramburu y para otros atentados, algunas con decenas de muertos en la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal Argentina. Él formó parte, aunque eso se ha mantenido oculto y no se lo ha reconocido.
-Aunque no tiene una entrada en el diccionario, para alguien que viva en Mendoza es muy importante la figura del poeta y revolucionario Paco Urondo, quien aparece mencionado en otros artículos.
-Lo de Paco Urondo es muy terrible también. Sobre todo su muerte. Él fue, por ejemplo, castigado moralmente por Montoneros, enviado a Mendoza sin una protección, lo que derivó en su muerte. Que haya pasado lo que pasó con él es de lo más dramático. Me quedaron las ganas de que tuviera una entrada en sí mismo.
De la Biología al cine, pasando por el Indec
Gustavo Noriega no reniega. De su ductilidad, hablamos. Pero en lugar de darle una explicación demasiado intelectual, él se ríe de sí mismo. “Soy la negación de la vocación”, dice.
-Estoy hablando con un licenciado en Ciencias Biológicas, un crítico de cine, un autor de temas políticos, un tuitero apasionado, un polemista, un conductor radial. ¿A qué se debe ese carácter anfibio o más bien pluribio, con perdón del neologismo?
-Soy la negación de la vocación. Cuando alguien me habla de “vocaciones” me parece increíble que alguien se interese por una sola cosa de manera profunda. A mí me interesan todas las cosas. No hay campo de las ciencias o las humanidades que no me generen curiosidad. He tenido mucha suerte, porque he podido ganarme la vida con esos intereses.A los que mencionaste te puedo agregar otros: en una época escribí la carrera de River en el diario Crítica. También fui técnico en el Indec.
- A propósito de eso, escribiste un libro sobre cómo se intervino este instituto durante el período del kirchnerismo. ¿Cómo está para vos hoy esa institución?
-Hoy se está recuperando notablemente con la reincorporación de técnicos desplazados. Para mí es una gran satisfacción que recupere su prestigio demolido. Y ver ahora que puede dar números que van en contra de las aspiraciones del gobierno y que la gente los crea, eso es una tarea cumplida.
-El cine está presente en tu último libro, y eso me lleva a preguntarte por aquellos años en que hacías El Amante, la revista que fundaste. ¿Cómo mirás en retrospectiva el papel que jugó la revista para la crítica periodística argentina?
-Haber participado de esa revista es uno de los grandes orgullos de mi vida. Abrió una puerta enorme en la Argentina, puso a la crítica de cine en otro lugar. Consiguió cosas extraordinarias. Pasaron por allí tres directores del Bafici, como Quintín, Marcelo Panozzo y Javier Porta Fouz. Cuando decidimos cerrarla, el eco que tuvimos de recuerdo y agradecimiento fue espectacular. Conmocionante.
Ficha
Diccionario crítico de los años 70 Autor: Gustavo Noriega. Presentación: a las 19, en la Feria del Libro (Sala Vilma Rúpolo, Espacio Le Parc, Mitre y Godoy Cruz, Guaymallén).