"Es muy duro todo, pasas de tener una vida como futbolista a estar en un instituto de rehabilitación. En mi caso no era el cuerpo que conocía, más siendo un deportista profesional. Fue ardua la tarea de recuperación, yo no movía la pierna y la mano.
En ese momento no tenía noción de la gravedad. Es fundamental la familia y los médicos que te atienden. No hay que bajar los brazos nunca.
Todos me fueron preparando para mejorar día a día. Tomé el caso con responsabilidad, tenía que dar todo de mí en los momentos de recuperación.
Se puede hacer una vida normal, tengo trabajo y puedo moverme tranquilo. Me decían que todo lo que venía iba a ser nuevo, y no sería fácil. El proceso es largo pero el trabajo tiene su recompensa”.
